Por qué no alcanzaremos el desarrollo económico hasta ser un país sin
corrupción.
“—Sábete,
Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas
borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y
han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien
sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien
está ya cerca”.
Don
Quijote de la Mancha
Miguel
de Cervantes Saavedra
|
Los altos niveles de corrupción, falta de honestidad y latrocinio en Argentina son ya rasgos identitarios consolidados. Numerosas denuncias circulan durante años por nuestros tribunales que casi nunca absuelven ni culpan a responsables por esos hechos. Peor aún, esas causas se dejan abandonadas hasta prescribir. Tan alarmante como eso, es nuestra condescendencia con esos hechos.
Este problema de los argentinos es cultural y estructural. Se practica y ejerce desde los tres poderes del estado en asociación con el sector privado. En tiempos de bonanza económica, no suele molestarnos; hasta que la bonanza deja de ser tal y ahí posamos la mirada sobre lo que hasta ahora era fantasmal.
Pero es necesario observar este fenómeno desde otro lado. Desde hace años este mal opera como una barrera para nuestro desarrollo económico y social. Es mucho más importante que la travesura de los “vivos criollos” de un sector amplio de nuestra sociedad.
Como tal, si de verdad fuera importante para nuestro desarrollo, deberían existir maneras de dimensionarlo que nos permitan demostrar la relación directa entre corrupción y desarrollo (o subdesarrollo) de manera tan clara como sintética. En torno a esto he elaborado un análisis que deseo compartir.
Producto Bruto Interno
Se suele recurrir a él para referenciar la actual posición de Argentina y su importancia económica. Mide el tamaño de la economía de los países. No su desarrollo. En esa tabla Argentina ocupa el puesto 22. Creció de manera destacada durante los años 90 y también desde el año 2002, y “da” un número interesante para Argentina si no fuera porque esa producción y ese crecimiento, alterna con grandes caídas y a su vez no es “disfrutado” equitativamente. Durante años hemos crecido pero no nos hemos desarrollado.Es por eso que se descartó ese indicador y se indagó en otros que se acercaran a lo que se estaba buscando evaluar.
Como una manera de analizar la correlación entre subdesarrollo y corrupción se consideró buscar indicadores mundiales que comprendan parámetros de calidad de vida, oportunidades de desarrollo y ética.
Índice de Desarrollo Humano
Se indagó entonces en Naciones Unidas en la tabla de países con mayor Índice de Desarrollo Humano y se seleccionaron los primeros treinta. Y ahí surgieron en orden Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Irlanda, Liechtenstein, Países Bajos, Canadá, Suecia, Alemania, Japón, Corea del Sur, Suiza, Francia, Israel, Finlandia, Islandia, Bélgica, Dinamarca, España, Hong Kong, Grecia, Italia, Luxemburgo, Austria, Reino Unido, Singapur, República Checa, Eslovenia y Andorra.
El desarrollo humano es un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.
Índice de Competitividad
Luego se indagó en el listado de países con mayor Índice de Competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial. Competitividad, palabra tan escuchada como compleja. Pero es simple. Este indicador mide la capacidad de los países de proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos. A su vez, esta capacidad se basa en cuán productivamente un país utiliza sus recursos disponibles. En consecuencia, el índice mide un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles de prosperidad económica sostenible hoy y a mediano plazo. De esa tabla también se escogieron los primeros 30: Suiza, Suecia, Singapur, Estados Unidos, Alemania, Japón, Finlandia, Países Bajos, Dinamarca, Canadá, Hong Kong, Reino Unido, Taiwán, Noruega, Francia, Australia, Catar, Austria, Bélgica, Luxemburgo, Arabia Saudita, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Islandia, Emiratos Árabes Unidos, Malasia, China, Brunei, Irlanda y Chile.
Índice de Percepción de la Corrupción
Finalmente se listaron los treinta primeros países de acuerdo a este índice que elabora la coalición mundial Transparencia Internacional que mide los niveles de percepción de corrupción en el sector público, y que se basa en diversas encuestas a expertos y empresas. La organización define a la corrupción como “el abuso del poder utilizado para beneficio personal”. En su misión se define como “organización de la sociedad civil que lidera la lucha contra la corrupción, e integra a la gente a lo ancho del mundo en una coalición global para finalizar el impacto devastador de la corrupción sobre hombres, mujeres y niños del mundo”. El listado de los treinta países con menor índice de corrupción es: Nueva Zelandia, Dinamarca, Singapur, Suecia, Suiza, Finlandia, Países Bajos, Australia, Canadá, Islandia, Noruega, Hong Kong, Luxemburgo, Alemania, Irlanda, Austria, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Barbados, Bélgica, Qatar, Santa Lucía, Francia, Chile, Uruguay, Chipre, Estonia, Eslovenia y Emiratos Árabes Unidos.
Análisis Comparativo
Con estas tres tablas se confeccionó una lista de países que estaban presentes en las tres.
Veinte de esos países estaban presentes en las tres tablas. Así, se detectó que existía una relación entre los tres parámetros.
Entre ellos hay países de Europa, Asia, América del Norte y Oceanía, con gobiernos de izquierda o derecha. Por lo que una primera lectura nos libera de asociar a uno u otro sector ideológico el desarrollo social con calidad de vida. Nuestros encarnizados debates ideológicos e históricos muchas veces parecen efectivas cortinas para esconder el verdadero problema y evitar enfrentarlo.
Otro resultado relevante es que entre esos países no figura ninguno del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que son mencionados reiteradamente como los emergentes futuros. Países con grandes economías, gran crecimiento, gran población, gran potencial. Pero desarrollo y calidad de vida son otra cosa.
Indicador de Empresas
Buscando profundizar, se forzó aún más esta hipótesis. Si esto fuera cierto, debería repercutir también en el volumen y calidad de la actividad económica, en la calidad y cantidad de empleos, que es la manera que los ciudadanos tienen de valerse por sí mismos económicamente. En este punto se considera que la mejor manera de generar empleos de calidad que permitan desarrollar una vida digna a las personas y sus países, es a través de la creación y crecimiento de empresas, privadas o públicas; pequeñas, medianas o grandes. De esa manera se indagó en el ranking de empresas mundiales de la revista Forbes que es uno de los dos más conocidos. Ese ranking de 2000 empresas se compone de la evaluación de cuatro indicadores: ventas anuales, ganancias, activos y valor de mercado. Allí hay empresas mejores y peores, socialmente responsables y otras con poco o nada de eso. Pero lo que interesaba evaluar era si existía alguna relación entre los veinte países seleccionados y el origen territorial de esas empresas. Y allí también fue contundente: 7 de cada 10 de esas compañías tienen origen en esos veinte países.
“En la raíz de su éxito [Canadá, Finlandia, Noruega, Holanda, Suecia] está el capital social, nuevo hallazgo de las ciencias del desarrollo. Detectado por pioneros de Putman (1994), abarca por lo menos cuatro dimensiones: los valores éticos dominantes en una sociedad, su capacidad de asociatividad, el grado de confianza entre sus miembros y la conciencia cívica. Los resultados de las mediciones econométricas son concluyentes. Cuanto más capital social, más desarrollo de largo plazo, menor criminalidad, más salud pública y más gobernabilidad democrática”, dice Bernardo Kliksberg en el comienzo de “Más ética, más desarrollo”.
Y por casa…
Durante este trabajo fue inevitable indagar las posiciones que Argentina ostentaba en cada uno de esos tres rankings. En el Índice de Desarrollo Humano ocupa el lugar 46, en el de Competitividad el 87, y en el Índice de Percepción de Corrupción, 106.
Cuando se buscan empresas argentinas en ese ranking, a simple vista no se encuentra ninguna. Pero una lectura más profunda permite encontrar tres nombres de empresas que resultaron familiares. Cuando se indaga en sus páginas web, se definen como empresas argentinas globales. No obstante una de ellas figura en el ranking con origen en Luxemburgo y las otras dos en Bermudas. Allí han preferido depositar su confianza.
Además de estos datos, es relevante que Argentina se encuentra muy relegada también en el grupo de países latinoamericanos.
Está demostrado que el desarrollo económico y social no antecede a la ética e institucionalidad. Funcionan articuladamente.
“Una verdad incómoda” es el título de la película realizada por Al Gore, ex Vice Presidente de EEUU que se dedica a luchar por la salud del medio ambiente y el calentamiento global. Con ella obtuvo dos premios Oscar en 2007. Creo que los datos de este análisis que comparto son “nuestra verdad incómoda” que negamos en nuestra vida cotidiana. Sin perder la esperanza, me pregunto si no estamos a tiempo de comenzar a andar el camino para ser el primer país de América del Sur que figure entre los primeros treinta países del mundo desarrollado.
Según el “Índice del Planeta Feliz” que es un indicador alternativo de desarrollo publicado por la Fundación por la Nueva Economía, Argentina ocupa el puesto número 15. Este índice está basado en la expectativa de vida, la percepción subjetiva de felicidad y la huella ecológica (indicador ambiental).
Si lográramos estar entre esos treinta países más desarrollados y más éticos, estoy seguro que tendríamos sobrados motivos que fundamenten esa felicidad más allá de nuestro estado de ánimo.
Este problema de los argentinos es cultural y estructural. Se practica y ejerce desde los tres poderes del estado en asociación con el sector privado. En tiempos de bonanza económica, no suele molestarnos; hasta que la bonanza deja de ser tal y ahí posamos la mirada sobre lo que hasta ahora era fantasmal.
Pero es necesario observar este fenómeno desde otro lado. Desde hace años este mal opera como una barrera para nuestro desarrollo económico y social. Es mucho más importante que la travesura de los “vivos criollos” de un sector amplio de nuestra sociedad.
Como tal, si de verdad fuera importante para nuestro desarrollo, deberían existir maneras de dimensionarlo que nos permitan demostrar la relación directa entre corrupción y desarrollo (o subdesarrollo) de manera tan clara como sintética. En torno a esto he elaborado un análisis que deseo compartir.
Producto Bruto Interno
Se suele recurrir a él para referenciar la actual posición de Argentina y su importancia económica. Mide el tamaño de la economía de los países. No su desarrollo. En esa tabla Argentina ocupa el puesto 22. Creció de manera destacada durante los años 90 y también desde el año 2002, y “da” un número interesante para Argentina si no fuera porque esa producción y ese crecimiento, alterna con grandes caídas y a su vez no es “disfrutado” equitativamente. Durante años hemos crecido pero no nos hemos desarrollado.Es por eso que se descartó ese indicador y se indagó en otros que se acercaran a lo que se estaba buscando evaluar.
Como una manera de analizar la correlación entre subdesarrollo y corrupción se consideró buscar indicadores mundiales que comprendan parámetros de calidad de vida, oportunidades de desarrollo y ética.
Índice de Desarrollo Humano
Se indagó entonces en Naciones Unidas en la tabla de países con mayor Índice de Desarrollo Humano y se seleccionaron los primeros treinta. Y ahí surgieron en orden Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Irlanda, Liechtenstein, Países Bajos, Canadá, Suecia, Alemania, Japón, Corea del Sur, Suiza, Francia, Israel, Finlandia, Islandia, Bélgica, Dinamarca, España, Hong Kong, Grecia, Italia, Luxemburgo, Austria, Reino Unido, Singapur, República Checa, Eslovenia y Andorra.
El desarrollo humano es un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.
Índice de Competitividad
Luego se indagó en el listado de países con mayor Índice de Competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial. Competitividad, palabra tan escuchada como compleja. Pero es simple. Este indicador mide la capacidad de los países de proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos. A su vez, esta capacidad se basa en cuán productivamente un país utiliza sus recursos disponibles. En consecuencia, el índice mide un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles de prosperidad económica sostenible hoy y a mediano plazo. De esa tabla también se escogieron los primeros 30: Suiza, Suecia, Singapur, Estados Unidos, Alemania, Japón, Finlandia, Países Bajos, Dinamarca, Canadá, Hong Kong, Reino Unido, Taiwán, Noruega, Francia, Australia, Catar, Austria, Bélgica, Luxemburgo, Arabia Saudita, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Islandia, Emiratos Árabes Unidos, Malasia, China, Brunei, Irlanda y Chile.
Índice de Percepción de la Corrupción
Finalmente se listaron los treinta primeros países de acuerdo a este índice que elabora la coalición mundial Transparencia Internacional que mide los niveles de percepción de corrupción en el sector público, y que se basa en diversas encuestas a expertos y empresas. La organización define a la corrupción como “el abuso del poder utilizado para beneficio personal”. En su misión se define como “organización de la sociedad civil que lidera la lucha contra la corrupción, e integra a la gente a lo ancho del mundo en una coalición global para finalizar el impacto devastador de la corrupción sobre hombres, mujeres y niños del mundo”. El listado de los treinta países con menor índice de corrupción es: Nueva Zelandia, Dinamarca, Singapur, Suecia, Suiza, Finlandia, Países Bajos, Australia, Canadá, Islandia, Noruega, Hong Kong, Luxemburgo, Alemania, Irlanda, Austria, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Barbados, Bélgica, Qatar, Santa Lucía, Francia, Chile, Uruguay, Chipre, Estonia, Eslovenia y Emiratos Árabes Unidos.
Análisis Comparativo
Con estas tres tablas se confeccionó una lista de países que estaban presentes en las tres.
Veinte de esos países estaban presentes en las tres tablas. Así, se detectó que existía una relación entre los tres parámetros.
Entre ellos hay países de Europa, Asia, América del Norte y Oceanía, con gobiernos de izquierda o derecha. Por lo que una primera lectura nos libera de asociar a uno u otro sector ideológico el desarrollo social con calidad de vida. Nuestros encarnizados debates ideológicos e históricos muchas veces parecen efectivas cortinas para esconder el verdadero problema y evitar enfrentarlo.
Otro resultado relevante es que entre esos países no figura ninguno del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que son mencionados reiteradamente como los emergentes futuros. Países con grandes economías, gran crecimiento, gran población, gran potencial. Pero desarrollo y calidad de vida son otra cosa.
Indicador de Empresas
Buscando profundizar, se forzó aún más esta hipótesis. Si esto fuera cierto, debería repercutir también en el volumen y calidad de la actividad económica, en la calidad y cantidad de empleos, que es la manera que los ciudadanos tienen de valerse por sí mismos económicamente. En este punto se considera que la mejor manera de generar empleos de calidad que permitan desarrollar una vida digna a las personas y sus países, es a través de la creación y crecimiento de empresas, privadas o públicas; pequeñas, medianas o grandes. De esa manera se indagó en el ranking de empresas mundiales de la revista Forbes que es uno de los dos más conocidos. Ese ranking de 2000 empresas se compone de la evaluación de cuatro indicadores: ventas anuales, ganancias, activos y valor de mercado. Allí hay empresas mejores y peores, socialmente responsables y otras con poco o nada de eso. Pero lo que interesaba evaluar era si existía alguna relación entre los veinte países seleccionados y el origen territorial de esas empresas. Y allí también fue contundente: 7 de cada 10 de esas compañías tienen origen en esos veinte países.
“En la raíz de su éxito [Canadá, Finlandia, Noruega, Holanda, Suecia] está el capital social, nuevo hallazgo de las ciencias del desarrollo. Detectado por pioneros de Putman (1994), abarca por lo menos cuatro dimensiones: los valores éticos dominantes en una sociedad, su capacidad de asociatividad, el grado de confianza entre sus miembros y la conciencia cívica. Los resultados de las mediciones econométricas son concluyentes. Cuanto más capital social, más desarrollo de largo plazo, menor criminalidad, más salud pública y más gobernabilidad democrática”, dice Bernardo Kliksberg en el comienzo de “Más ética, más desarrollo”.
Y por casa…
Durante este trabajo fue inevitable indagar las posiciones que Argentina ostentaba en cada uno de esos tres rankings. En el Índice de Desarrollo Humano ocupa el lugar 46, en el de Competitividad el 87, y en el Índice de Percepción de Corrupción, 106.
Cuando se buscan empresas argentinas en ese ranking, a simple vista no se encuentra ninguna. Pero una lectura más profunda permite encontrar tres nombres de empresas que resultaron familiares. Cuando se indaga en sus páginas web, se definen como empresas argentinas globales. No obstante una de ellas figura en el ranking con origen en Luxemburgo y las otras dos en Bermudas. Allí han preferido depositar su confianza.
Además de estos datos, es relevante que Argentina se encuentra muy relegada también en el grupo de países latinoamericanos.
Está demostrado que el desarrollo económico y social no antecede a la ética e institucionalidad. Funcionan articuladamente.
“Una verdad incómoda” es el título de la película realizada por Al Gore, ex Vice Presidente de EEUU que se dedica a luchar por la salud del medio ambiente y el calentamiento global. Con ella obtuvo dos premios Oscar en 2007. Creo que los datos de este análisis que comparto son “nuestra verdad incómoda” que negamos en nuestra vida cotidiana. Sin perder la esperanza, me pregunto si no estamos a tiempo de comenzar a andar el camino para ser el primer país de América del Sur que figure entre los primeros treinta países del mundo desarrollado.
Según el “Índice del Planeta Feliz” que es un indicador alternativo de desarrollo publicado por la Fundación por la Nueva Economía, Argentina ocupa el puesto número 15. Este índice está basado en la expectativa de vida, la percepción subjetiva de felicidad y la huella ecológica (indicador ambiental).
Si lográramos estar entre esos treinta países más desarrollados y más éticos, estoy seguro que tendríamos sobrados motivos que fundamenten esa felicidad más allá de nuestro estado de ánimo.