Argentina ocupa a nivel mundial:
- el 1º puesto en basketball,
- el 12º puesto voley mayores y el 2º en categoría juveniles,
- el 2º puesto en hockey femenino y el 10º en masculino,
- el 8º puesto en fútbol masculino y ha ganado dos mundiales en mayores y varios en divisiones inferiores,
- "Los Murciélagos", la Selección Nacional de Fútbol de disminuidos visuales, fue campeona mundial en 2002 y 2006. A su vez Argentina ostenta,
- el 2° puesto en hockey sobre patines recientemente obtenido
- el 3° puesto en rugby, y
- el 2° puesto en tenis en juego por equipos (Copa Davis).
Estos son sólo los principales ejemplos y más conocidos por todos. Pero también hay otros logros deportivos que nos ubican entre los primeros puestos mundiales.
Sin embargo, en las últimas décadas no tenemos un solo dirigente, grupo político o gobierno de ningún signo político que se haya destacado a nivel internacional, ni siquiera en Latinoamérica. Peor aún. Si miramos el ranking de países por cualquiera de los rubros que se desee, vemos que nuestro país ocupa:
- el puesto Nº 67 en Producto Bruto Interno por Habitante (PBI)
- el puesto Nº 31 en el ranking de países de acuerdo al valor de su economía
- el puesto Nº 46 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas
- el puesto Nº 27 en el Índice de Desarrollo de la Educación para Todos elaborado también por Naciones Unidas
- el puesto Nº 51 en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA), auspiciado por la UNESCO y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que mide el desempeño de los estudiantes universitarios
- el puesto Nº 114 en el ranking de países con mayores niveles de corrupción y transparencia.
Por el lado privado la cuestión es mucho peor. No hay un sólo empresario o compañía que se destaque a nivel mundial. El ranking de las 500 empresas más grandes elaborado por la revista de negocios Fortune (Fortune 500 Global) no encuentra una sola empresa argentina. El ranking de la Revista de economía Forbes (Global 2000 FORBES), tampoco encuentra una sola compañía argentina entre las dos mil más importantes del mundo. Entre las primeras mil Brasil coloca 12, México 8, Chile y Colombia 1 y Japón, que hace cincuenta años era un país marginal coloca 130 (más del 10 %). Este ranking computa ventas, ganancias y valor de la acción, entre otros ítems. Otro dato es que hay 51 países que tienen compañías ubicadas allí.
Es paradójico que tanto en el manejo de la cosa pública como privada no logremos desempeños al menos decorosos. Y lejos de mejorar, esta situación empeora día a día, gobierno a gobierno. Recordemos que a fines del siglo XIX nos ubicábamos entre los primeros diez países del mundo.
Más allá de esta frustración creo que el deporte es un ejemplo para observar porque allí hay muchas cosas que aprender. Es necesario detenerse a analizar las características de esos logros deportivos y en todo caso descubrir algunas claves que expliquen esos éxitos. ¿Por qué en el deporte se da el fenómeno casi opuesto al que sucede en el sector privado y público nacional? Como ex deportista creo que hay algunas prácticas, algunos valores y grandes esfuerzos que explican cómo en un contexto tan adverso, el deporte argentino se las rebusca para desarrollarse:
El éxito en el deporte sólo se consigue a través de un gran esfuerzo sostenido a lo largo de muchos años, horas de entrenamiento, horas de repetición de ejercicios para refinar movimientos, preparación física intensa y vida saludable.
Está demostrado que inicialmente los recursos económicos no son lo más importante y en muchos casos nunca lo son. Como ejemplo tenemos Las Leonas y el hockey sobre patines. Los Pumas compiten contra países en los que esos deportes están profesionalizados. Muchos de esos equipos exitosos consiguieron financiamiento una vez que demostraron los primeros logros.
Reglas de juego claras: todo deportista que aspire a la consagración sabe que el acomodo, la turbidez, los favores y otras prácticas, propias de la política y empresas que hoy predominan, son inviables. Por más acomodo o favores que se reciban los resultados se miden en tiempos, goles, defensas, dobles, sets, etc. Y allí se gana, se empata o se pierde. Esa regla no rige para la política, a pesar de haber elecciones, ni para los grandes empresarios nacionales acostumbrados a obtener prebendas, subsidios, franquicias, tipo de cambio alto y excepciones. En el deporte los reglamentos se respetan y se cumplen. Y aunque existen las injusticias, muchas de ellas son “administradas” por dirigentes que en muchas ocasiones nunca practicaron el deporte al que representan. ¿Cuántos dirigentes de fútbol son ex jugadores?
Claridad en el objetivo a lograr: en el deporte es necesario acompañar el esfuerzo y la inteligencia con una definición clara del objetivo a lograr.
Espíritu competitivo: se compite primero contra uno mismo, para superarse. Luego para vencer un rival. El deportista planifica su partido, analiza fortalezas y debilidades propias y ajenas, analiza antecedentes, planifica tácticas y estrategias. Pero por sobre todas las cosas respeta a su rival. Sabe diferenciar entre rival y enemigo. Y festeja cuando gana y se retrae en la derrota. Sin rencor. Y si le toca perder al día siguiente comienza a entrenar para tener mejor destino en la próxima ocasión. Y cuando se da cuenta que su tiempo pasó, se retira. No prolonga la agonía.
Finalmente, todos los deportes que tenemos como ejemplo son deportes practicados en equipo. Contrariamente al individualismo que predomina en toda nuestra sociedad, no hay rastros de él en los deportes en los que nos destacamos mundialmente. Esta es una paradoja fenomenal. El deporte en equipo obliga a trabajar en conjunto, a definir y reconocer roles individuales que contribuyen a un resultado grupal, a articular en la defensa y en el ataque, distribución, alternancia en los esfuerzos, sacrificio de unos para que se destaquen otros, respeto a un capitán y a un técnico que se ganaron esa distinción a través del ejemplo en el esfuerzo y la destreza, puesta en práctica de una estrategia de juego común que hay que respetar al detalle para alcanzar el éxito, y finalmente, tanto los éxitos y como los fracasos son colectivos. Los equipos con meras individualidades no llegan lejos. Dentro de un equipo existen liderazgos pero son liderazgos colaborativos. Son aquellos que tienen ese plus que lleva a ponerse el “equipo al hombro” en momentos en que es necesario. No hay goleador que no reciba un pase de otro, no sirve de nada un gol si no hay defensores que lo defiendan en el propio arco.
Políticos y empresarios en conjunto tienen mucho que aprender del ejemplo del deporte argentino. La práctica de deportes, y especialmente el deporte de equipo, es desencadenante para toda una serie de destrezas que le permitirán a una persona orientarse a la fijación y logro de metas portando valores positivos y neutralizando los negativos. Y creo que esta enumeración no es otra cosa que los elementos mínimos de una buena educación que toda persona necesita para desenvolverse en nuestra sociedad actual.
Pero al margen de la educación, en los equipos deportivos exitosos existe una materia prima desencadenante para la gloria: un gran corazón con la sangre bien caliente.
En unas jornadas realizadas hace unos años en Azul en el marco del debate por la Ley Nacional de Educación el Doctor Ricardo Molteni (amante del rugby y el deporte) disertó poniendo énfasis en la necesidad de promover la educación en el deporte. Y finalizó su ponencia con esta definición:
“Deportista es aquel que no solamente ha vigorizado sus músculos y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir su cólera, a ser tolerante con sus compañeros, a no aprovechar una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con altura su semblante alegre, bajo el desencanto de un revés”.
Luis María Lafosse
12 de julio de 2009
- el 1º puesto en basketball,
- el 12º puesto voley mayores y el 2º en categoría juveniles,
- el 2º puesto en hockey femenino y el 10º en masculino,
- el 8º puesto en fútbol masculino y ha ganado dos mundiales en mayores y varios en divisiones inferiores,
- "Los Murciélagos", la Selección Nacional de Fútbol de disminuidos visuales, fue campeona mundial en 2002 y 2006. A su vez Argentina ostenta,
- el 2° puesto en hockey sobre patines recientemente obtenido
- el 3° puesto en rugby, y
- el 2° puesto en tenis en juego por equipos (Copa Davis).
Estos son sólo los principales ejemplos y más conocidos por todos. Pero también hay otros logros deportivos que nos ubican entre los primeros puestos mundiales.
Sin embargo, en las últimas décadas no tenemos un solo dirigente, grupo político o gobierno de ningún signo político que se haya destacado a nivel internacional, ni siquiera en Latinoamérica. Peor aún. Si miramos el ranking de países por cualquiera de los rubros que se desee, vemos que nuestro país ocupa:
- el puesto Nº 67 en Producto Bruto Interno por Habitante (PBI)
- el puesto Nº 31 en el ranking de países de acuerdo al valor de su economía
- el puesto Nº 46 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas
- el puesto Nº 27 en el Índice de Desarrollo de la Educación para Todos elaborado también por Naciones Unidas
- el puesto Nº 51 en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA), auspiciado por la UNESCO y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que mide el desempeño de los estudiantes universitarios
- el puesto Nº 114 en el ranking de países con mayores niveles de corrupción y transparencia.
Por el lado privado la cuestión es mucho peor. No hay un sólo empresario o compañía que se destaque a nivel mundial. El ranking de las 500 empresas más grandes elaborado por la revista de negocios Fortune (Fortune 500 Global) no encuentra una sola empresa argentina. El ranking de la Revista de economía Forbes (Global 2000 FORBES), tampoco encuentra una sola compañía argentina entre las dos mil más importantes del mundo. Entre las primeras mil Brasil coloca 12, México 8, Chile y Colombia 1 y Japón, que hace cincuenta años era un país marginal coloca 130 (más del 10 %). Este ranking computa ventas, ganancias y valor de la acción, entre otros ítems. Otro dato es que hay 51 países que tienen compañías ubicadas allí.
Es paradójico que tanto en el manejo de la cosa pública como privada no logremos desempeños al menos decorosos. Y lejos de mejorar, esta situación empeora día a día, gobierno a gobierno. Recordemos que a fines del siglo XIX nos ubicábamos entre los primeros diez países del mundo.
Más allá de esta frustración creo que el deporte es un ejemplo para observar porque allí hay muchas cosas que aprender. Es necesario detenerse a analizar las características de esos logros deportivos y en todo caso descubrir algunas claves que expliquen esos éxitos. ¿Por qué en el deporte se da el fenómeno casi opuesto al que sucede en el sector privado y público nacional? Como ex deportista creo que hay algunas prácticas, algunos valores y grandes esfuerzos que explican cómo en un contexto tan adverso, el deporte argentino se las rebusca para desarrollarse:
El éxito en el deporte sólo se consigue a través de un gran esfuerzo sostenido a lo largo de muchos años, horas de entrenamiento, horas de repetición de ejercicios para refinar movimientos, preparación física intensa y vida saludable.
Está demostrado que inicialmente los recursos económicos no son lo más importante y en muchos casos nunca lo son. Como ejemplo tenemos Las Leonas y el hockey sobre patines. Los Pumas compiten contra países en los que esos deportes están profesionalizados. Muchos de esos equipos exitosos consiguieron financiamiento una vez que demostraron los primeros logros.
Reglas de juego claras: todo deportista que aspire a la consagración sabe que el acomodo, la turbidez, los favores y otras prácticas, propias de la política y empresas que hoy predominan, son inviables. Por más acomodo o favores que se reciban los resultados se miden en tiempos, goles, defensas, dobles, sets, etc. Y allí se gana, se empata o se pierde. Esa regla no rige para la política, a pesar de haber elecciones, ni para los grandes empresarios nacionales acostumbrados a obtener prebendas, subsidios, franquicias, tipo de cambio alto y excepciones. En el deporte los reglamentos se respetan y se cumplen. Y aunque existen las injusticias, muchas de ellas son “administradas” por dirigentes que en muchas ocasiones nunca practicaron el deporte al que representan. ¿Cuántos dirigentes de fútbol son ex jugadores?
Claridad en el objetivo a lograr: en el deporte es necesario acompañar el esfuerzo y la inteligencia con una definición clara del objetivo a lograr.
Espíritu competitivo: se compite primero contra uno mismo, para superarse. Luego para vencer un rival. El deportista planifica su partido, analiza fortalezas y debilidades propias y ajenas, analiza antecedentes, planifica tácticas y estrategias. Pero por sobre todas las cosas respeta a su rival. Sabe diferenciar entre rival y enemigo. Y festeja cuando gana y se retrae en la derrota. Sin rencor. Y si le toca perder al día siguiente comienza a entrenar para tener mejor destino en la próxima ocasión. Y cuando se da cuenta que su tiempo pasó, se retira. No prolonga la agonía.
Finalmente, todos los deportes que tenemos como ejemplo son deportes practicados en equipo. Contrariamente al individualismo que predomina en toda nuestra sociedad, no hay rastros de él en los deportes en los que nos destacamos mundialmente. Esta es una paradoja fenomenal. El deporte en equipo obliga a trabajar en conjunto, a definir y reconocer roles individuales que contribuyen a un resultado grupal, a articular en la defensa y en el ataque, distribución, alternancia en los esfuerzos, sacrificio de unos para que se destaquen otros, respeto a un capitán y a un técnico que se ganaron esa distinción a través del ejemplo en el esfuerzo y la destreza, puesta en práctica de una estrategia de juego común que hay que respetar al detalle para alcanzar el éxito, y finalmente, tanto los éxitos y como los fracasos son colectivos. Los equipos con meras individualidades no llegan lejos. Dentro de un equipo existen liderazgos pero son liderazgos colaborativos. Son aquellos que tienen ese plus que lleva a ponerse el “equipo al hombro” en momentos en que es necesario. No hay goleador que no reciba un pase de otro, no sirve de nada un gol si no hay defensores que lo defiendan en el propio arco.
Políticos y empresarios en conjunto tienen mucho que aprender del ejemplo del deporte argentino. La práctica de deportes, y especialmente el deporte de equipo, es desencadenante para toda una serie de destrezas que le permitirán a una persona orientarse a la fijación y logro de metas portando valores positivos y neutralizando los negativos. Y creo que esta enumeración no es otra cosa que los elementos mínimos de una buena educación que toda persona necesita para desenvolverse en nuestra sociedad actual.
Pero al margen de la educación, en los equipos deportivos exitosos existe una materia prima desencadenante para la gloria: un gran corazón con la sangre bien caliente.
En unas jornadas realizadas hace unos años en Azul en el marco del debate por la Ley Nacional de Educación el Doctor Ricardo Molteni (amante del rugby y el deporte) disertó poniendo énfasis en la necesidad de promover la educación en el deporte. Y finalizó su ponencia con esta definición:
“Deportista es aquel que no solamente ha vigorizado sus músculos y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir su cólera, a ser tolerante con sus compañeros, a no aprovechar una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con altura su semblante alegre, bajo el desencanto de un revés”.
Luis María Lafosse
12 de julio de 2009
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