If we keep doing what we're doing, we're going to keep getting what we're getting.
Stephen Covey

18.3.23

Year nine in the land of the fair dinkum



(versión en español abajo)


During a recent weekend trip, I bought a second-hand 1000-piece jigsaw puzzle at Víctor Harbour's Salvos opp shop. I'm fond of puzzles, but I wouldn't buy any unless it depicts a picture that is worth sparing 8-10 hours of your time piecing it together. In this case, the risk of being fooled added to my doubt about whether to buy it or not. The likelihood of having just only one piece missed was high. 

People normally clean their houses, tidy up rooms, downsize, repurpose spaces and goods, and, more often than not, donate unused stuff to Salvos, the Salvation Army shops that compete with other commercial businesses across Australia. 

For an almost hoarder like myself, I can't resist walking through their aisles and browsing their shelves in search of pre-loved items that are worth a second life. 

That's how I came across the jigsaw puzzles' shelf and one particular that caught my eye.

It was a wonderful picture of a copy of a 1626 world map. I'm also fond of maps. I love old maps even more, I collect maps. 

So, how could I resist purchasing it when the fluo yellow tiny label stuck at the front of the box read $6, a fifth of its regular cost?

The chances of only one piece being missed could make it worthless. My idea of assembling it all, framing it, and hanging it in my house could be frustrating. In addition, the time I could have devoted to other of my hundreds of useless interests would annoy me.

I picked up the box under my arm to ensure nobody else would do it before. You tend to think there are hundreds of people looking for a 1626 world map jigsaw puzzle out there. No, Luis. There aren't. Actually, its last owner decided to donate it rather than keep it! Nerds like you are uncommon.

I went to the counter to inquire if they were sure the one thousand pieces were in the box. "Luv, as you can imagine, we have neither the time nor the people to check that," told me the old lady, busy volunteering her Saturday morning at the shop. She gave me a sardonic look and blinked her eyes while packing other stuff and talking to me.

I brought it to the cabin we were renting, and I couldn´t help counting the pieces only to find out they weren't 1000. They were 1008. 

"Damn it," I thought. "Not only are there fewer, but they are also mixed with others from a different jigsaw puzzle." 

The following weekend I finally made myself time to start with it. While piecing it together, I've noticed how much more attention you pay to a picture's details. Legends, names, and the fact that in 1626 Australia still was described as "Beach". America had been well known for over 134 odd years, and Australia hadn't been chartered yet. 

Yesterday, I served myself a glass of wine determined to fit the last dozens of pieces, and yet I couldn't figure out if all of them were there.

I have five to go and I reckon I'll make it. Yes! Completed. I may have counted them wrong. The one thousand were there. Wait a minute. I counted the rows, 28, then the vertically 36, 28 times 36 is 1008. I was right. Why don't they use the real number? It sounds even more interesting than one thousand.

Anyway, I couldn’t help thinking about the string of events that occurred before completing my $6 jigsaw puzzle: from the kind person that donated it in perfect condition, to the people who may have assessed it as appropriate for selling until it ended up on the shelves. Myself too had been a link in that chain of trust by assuming all the pieces were in the box. None of the persons involved had any assurance at all. It was all trust in unknown people. Fair dinkum culture at play.

While I suffer witnessing my homeland shipwrecking in apathy and anomie, this community, masters in the art of turning grumpies like myself into kind citizens, pieces me together along with kind and trustworthy citizens.

 

Adelaide, 18/03/2014-18/3/2023



Nueve años en la tierra del fair dinkum


Durante un viaje reciente de fin de semana, compré un rompecabezas de 1000 piezas de segunda mano en la tienda de objetos de segunda mano Salvos en Víctor Harbour. Soy aficionado a los rompecabezas, pero no compraría alguno a menos que muestre una imagen en la que valga la pena pasar de 8 a 10 horas de tu tiempo. En este caso, el riesgo de ser engañado se sumó a mi duda sobre si comprarlo o no. La probabilidad de que una sola pieza se hubiera perdido en el camino era alta.

Las personas normalmente limpian sus casas, ordenan las habitaciones, se mudan a casas más pequeñas, reutilizan espacios y objetos, y la mayoría de las veces donan cosas en desuso a Salvos, las tiendas del Ejército de Salvación que compiten con los comercios convencionales en Australia.

Para un casi hoarder como yo, es difícil no pasar por una de ellas y no tentarme a caminar por sus pasillos y husmear sus estantes en busca de objetos pre-loved (como dicen acá), ​​que valen la pena una segunda vida.

Así fue como di con el estante de los rompecabezas y uno en particular llamó mi atención.

Era una imagen maravillosa de una copia de un mapa mundial de 1626. También soy aficionado a los mapas. Incluso me encantan más los mapas antiguos. Colecciono mapas.

Entonces, ¿cómo podría resistirme a comprarlo cuando la pequeña etiqueta amarilla fluo pegada en el frente de la caja decía $6, un quinto parte de su costo normal?

¿Estarían allí todas las 1000 piezas? Las posibilidades de una sola pieza perdida podría arruinarlo su valor. Mi idea de armarlo todo, enmarcarlo y colgarlo en mi casa podría ser frustrante. Me molestaría dedicar un tiempo que podría haber dedicado a otros de mis cien inútiles intereses.

Me puse la caja debajo de mi brazo para asegurarme de que nadie me ganara de mano. Uno tiende a pensar que hay cientos de personas por ahí buscando un rompecabezas con un mapa mundial de 1626. ¡No, Luis! No los hay. De hecho, ¡su último propietario decidió donarlo en lugar de quedárselo! Nerds como vos no abundan.

Fui al mostrador para preguntar si estaban seguros de que las mil piezas estaban en la caja. "Querido, cómo se te ocurre pensar, que tenemos el tiempo o la gente para chequear eso", me dijo la jubilada voluntaria que dedicaba sus mañanas de sábado a la tienda. Me lanzó una mirada sardónica y parpadeaba mientras me hablaba y envolvía otras cosas.

Lo llevé a la cabaña que estábamos alquilando, y lo primero que hice fue contar las piezas solo para descubrir que no eran 1000. Eran 1008.

"La puta madre", pensé. “No solo hay menos, sino que también las mezclaron con piezas de un rompecabezas diferente”.


El siguiente fin de semana finalmente me hice tiempo para empezar. Al armarlo, me di cuenta de cuánta mayor atención le prestas a los detalles de una imagen. Leyendas, nombres y el hecho de que en 1626 Australia todavía se describía como "Beach". América ya era bien conocida desde hacía más de 134 años, y Australia aún no había sido cartografiada.

Ayer me serví una copa de vino decidido a encajar las últimas docenas de piezas y, aún en esta instancia avanzada, no podía descifrar si estaban todas.

Me quedan cinco y creo que lo lograré. ¡Sí! Terminado. Puede que las haya contado mal. Las mil estaban allí. Un minuto. Conté las filas, 28, luego verticalmente 36, 28 por 36 es 1008. Tenía razón. ¿Por qué no usan el número real? Suena incluso más interesante que mil. 

No pude evitar pensar en la serie de eventos que ocurrieron antes de completar mi rompecabezas de $6: desde la persona amable que lo donó en perfecto estado, hasta las personas que lo evaluaron como apropiado para la venta y lo pusieron en los estantes. Por cierto, yo también era parte de esa cadena de confianza asumiendo que todas las piezas estaban en la caja. Ninguna de las personas involucradas tenía ninguna seguridad en absoluto. Todo fue confianza depositada en personas desconocidas. El fair dinkum en pleno funcionamiento.

Mientras sufro viendo a mi Argentina naufragar en la apatía y la anomia, esta sociedad, maestros en el arte de convertir a gruñones como yo en buenos ciudadanos, me encaja entre sus pares.


Adelaide, 18/03/2014-18/3/2023 

5 comentarios:

Ernesto Alvarez dijo...

Gracias Luis por tu historia. Sos muy buen contador de cuentos. Un apasionado y detallista como siempre. Abrazo grande.

Luis María Lafosse dijo...

:-) Muchas gracias querido Ernesto! Un gran abrazo. Saludos a Rita y los chicos.

Anónimo dijo...

Muy bueno Luis, especialmente el problema de las 8 piezas que me hubiera causado similar drama

Ines Carril dijo...

Que lindo texto! Vivi con vos cada uno de los detalles. Te abrazo desde Mar del Plata, ex perla del atlántico, aspirante nuevamente al mismo trono.

Luis María Lafosse dijo...

Muchas gracias, Inés.