Desde hace tiempo vivimos tanto a través de los medios de comunicación, como en la calle situaciones de conflicto permanente. Un conflicto sucede a otro y a su vez se reciclan pareciendo nunca resolverse. La causa y consecuencia es el conflicto mismo. Casi nadie queda exento de algún conflicto.
Empieza así. Uno (por lo general un individuo o un individuo en nombre de una institución) acusa a otro de algo: ineficiencia, corrupción, falta de idoneidad, trato injusto, etc. Cualquiera se cree con derecho a opinar de cualquier cosa, a criticar al otro, sin ni siquiera averiguar algo, sin contar con los conocimientos. Entonces manda una carta al diario, va al canal, recorren todos los micrófonos mañaneros intentando convencer a los oyentes de sus razones, del injusto trato del que fue víctima, de lo mal que se hacen las cosas.
Entramos en un ida y vuelta de respuestas, justificaciones, autodefensas y ruptura de relaciones. El conflicto que originó todo, queda ahí sin resolverse. La cuestión pareciera ser quién tiene más argumentos o quién vence a quién. El conflicto sigue allí, el problema sigue allí y Azul sigue allí.
En un momento parecía que estas actitudes eran propias de políticos. En definitiva este sector es el único que está expuesto públicamente. Pero hoy es evidente que incluye a empresarios, empleados, sindicalistas, dirigentes de instituciones y también periodistas, entre otros. Invito a hacer una lista de los conflictos que han tomado estado público a lo largo de este año.
Salvo contadas excepciones nadie ve el conflicto como una instancia de superación, de crecimiento, de un paso adelante. Visto a la distancia, los contendientes parecen dos chicos que cinchan por un juguete.
Después aparecen los “superados”. Aquellos que dicen cosas como: “es necesario superar viejas antinomias”, “es necesario una visión superadora”, “es necesario dejar a un lado los intereses particulares”, toda una gama de frases hechas con la que intentan aparecer ante la comunidad como por encima de esas situaciones. Pero no se “infectan” con el conflicto. Son comentaristas de la realidad.
El problema no es el conflicto, ni si somos o no conflictivos. El problema es: ¿QUÉ HACEMOS CON EL CONFLICTO?. Son las personas honradas, con convicciones y coraje quienes plantean conflictos. Pero esto no debe confundirse con el rol de Acusador que es el que predomina. El que apunta al otro como causa de sus problemas.
También es de honrados, convencidos y corajudos el saber que ante el conflicto (esto es, la posición encontrada de intereses) es necesario plantarse con una posición negociadora, conciliadora tendiendo a alcanzar un acuerdo en el que seguro tendré que resignar posición. Esto siempre y cuando no haya valores en juego. La corrupción, la deshonestidad no se negocian. Pero tampoco se acusa. En todo caso se denuncia en el lugar correspondiente.
Después están los “temerosos”. Los que intentan tapar el conflicto. Es la postura que ve el conflicto como un obstáculo. Esta actitud posterga la verdadera solución superadora, impide avanzar, aumenta la desconfianza, exacerba los egoísmos.
Existen también los roles positivos. Aquellos que evitan el surgimiento del conflicto creando espacios de encuentro de las personas y fomentando el diálogo frontal y respetuoso. La peor crítica se puede decir sin agredir y con respeto. Hay que encontrar la manera. Por lo general estas situaciones no trascienden. Son noticia los aviones que se caen, no los que llegan a destino. A veces observo que quien quiere trascender públicamente debe ser protagonista de un “buen conflicto”, con múltiples acusaciones, permitiéndole a uno posicionarse ante la comunidad, obligando a los ciudadanos que tomen partido por uno u otro.
En definitiva creo que nuestra imposibilidad de encontrar genuinamente soluciones y PROGRESAR, es un problema de EDUCACIÓN. ¿Cuántos años hace que venimos diciendo que “si no nos ocupamos de la educación hipotecamos el futuro?” ¿30 años?, ¿40 años?, ¿50 años?. Hay una mala noticia: ese futuro que hipotecábamos es nuestro presente. Quienes hoy somos adultos somos víctimas de la catástrofe educativa. Es nuestra FORMACIÓN la que nos impide debatir civilizadamente, alcanzar acuerdos (no tranzar), tener alternativas inteligentes, etc., etc. La educación no es para saber de memoria el teorema de Pitágoras o recitar el poema del Mío Cid. La educación es para compartir una manera de ser, para dialogar, ser respetuosos, para entendernos, para ser una sociedad.
Caímos en la MEDIOCRIDAD. Pero cuidado!. No es un tema de mediocres o no mediocres. TODOS somos responsables y víctimas de nuestra mediocridad. Pero se distingue una diferencia entre unos y otros mediocres: están aquellos que conviven pasivamente en la mediocridad y los que todos los días se levantan tratando de superar la mediocridad. Estos últimos son los silenciosos, los que están enfocados en “encontrarle la vuelta” a las situaciones para crecer, para ponerse de acuerdo, para hacer junto al otro lo que sería imposible hacer sólo, resignando individualismo para construir colectivismo.
Ahora bien que hacemos con esto. Es necesario que quienes quieran aprovechar el conflicto para progresar encuentren alternativas para lograrlo. Puestas en evidencia nuestras dificultades es necesario proponer algunas ideas:
Enfocarnos cada uno en superarnos a diario, pensando más en como mejoro yo, que en lo malo que es el otro
Valorar lo simple y cotidiano que es el sostén de buenas relaciones (saludo, pedir por favor, decir gracias, tratémonos bien)
Basta de quejas! Los quejosos aburrieron.
Basta de chismes! El chusmerío se convirtió en la principal actividad económica del Partido
Ponerse una meta y concretarla: en mi trabajo, en mi institución, individualmente, etc., con compromiso genuino con la tarea, cualquiera sea el tamaño. Todos somos importantes para mejorar nuestro espacio.
Considerar si no hay otro/s que pueda/n ayudarme a llevar adelante esa iniciativa. Sin prejuicios y pensando que ese otro también tiene sus ideas que tengo que respetar y valorar. Cuantos más abrazan esa idea más factible se vuelve
Escuchar al otro. Por algo tenemos dos orejas y una boca
Los valores no se negocian. Donde no hay valores no hay relación posible. La ausencia de valores es necesario ponerla en evidencia
Evitar las acusaciones personales. Estas derivan en pelea. Y la pelea es siempre el argumento para no concretar algo.
Desconfiar del que recurre a la agresión personal y grita
Focalizar la discusión en la idea o el proyecto y no en las personas
Fomentar la discusión y el debate abierto, frontal y respetuoso. Es necesario evidenciar los conflictos. Tenemos numerosos medios de comunicación con vocación y espacio para la discusión y el diálogo. Utilicémoslos como tribunas de debate.
He reflexionado mucho hasta decidir escribir estas ideas, sólo espero que sean necesarias. ¿Lo serán?
Por Luis María Lafosse
Para diario El Tiempo
20 de Diciembre de 2006