José Larralde es sabio. “Yo anduve por todo el mundo, en este mismo lugar”, dice en en su canción inolvidable “A nadie le dije nunca”. Cuando volví de vivir en el exterior y luego de algunos viajes, me sorprendió que muchas de las cosas que se absorben estando afuera, eran bien sabidas por la gente de campo. Hay una sabiduría envidiable en muchos de esos hombres que no han tenido en su vida, más que la llanura vacía como paisaje.
Como no somos Larralde ni esos hombres de campo, cuando queremos aprender de otras culturas no nos queda otra alternativa que viajar. Viajar también renueva sangre. Y después de doce años estoy muy feliz de la oportunidad que tuve. En todo momento pensé en como registrar lo que veía y vivía para transmitirlo. Siempre sueño que si hubiera una posibilidad de instalar un nuevo derecho humano, ese sería el derecho a vivir seis meses en el país que uno eligiera. Yo se que no es posible. Es sólo una idea. Pero los adolescentes que viajan en los intercambios del Rotary Internacional, los que viajan en alguna misión religiosa, los que viajan a competir en algun deporte, nunca vuelven a ser lo que eran. Porque no hay como estar afuera para, como también dice Larralde, “mirar desde más arriba lo que nos mantiene más abajo”.
Fueron jornadas muy intensas que recién ahora estoy empezando a procesar. Y en trance de comenzar a hacer un balance sin caer en el anecdotario me permito extraer tres ideas que considero las más fuertes sobre todo en términos de continuar aprovechando las oportunidades que la Ciudad Cervantina nos abre.
La primera es que Ciudad Cervantina podría haber sido otro eslogan vacío como tantos otros que hemos acuñado en Azul a lo largo de la historia. Pero mágicamente, sin saber bien de qué se trataba, un arco importante de ciudadanos e instituciones lo abrazaron desde un comienzo como algo relevante a desarrollar. Azul llega a Europa después de siete años de trabajo comunitario intenso que se caracterizó por, obligarnos a escuchar, pensar, actuar, errar y corregir. Esa dinámica esconde el secreto de los logros alcanzados.
Cuando en la presentación de El Quijote de Miguel Rep en Casa América, José Manuel Lucía Megías identifica como el momento inicial de ese proyecto a la Muestra “El Quijote sale del hogar” que se realizó en la Escuela N° 2 en 2006 y que con 14 años curó Santiago Villanueva que hoy es un promisorio plástico jóven nacional, la magia que rodea el proyecto se evidencia y todo toma sentido. Nos hace caer en la cuenta que la acción más simple puede desencadenar lo trascendente. Es difícil no llorar escuchando eso en un lugar tan fastuoso como inaccesible hasta para los mismos madrileños (invito a visitar la web www.casamerica.es/). Y allí acompañamos unos treinta azuleños.
La segunda idea es que no hay barrera física, ni económica que nos impida ser una ciudad abierta al mundo y relacionarnos con él. Para un país de doscientos adolescentes años, es una oportunidad ilimitada para absover de culturas que tienen milenios de historia y en los que lo antiguo y lo contemporáneo conviven de manera envidiable. Sería soberbio pensar que podemos inventar algo en un mundo en el que casi todo está inventado y en el que nosotros tenemos tan poco rodaje. Si en algún momento de la historia, Argentina eludió ser un país ignoto del sur, fue en tiempos en que apostó a la la educación y a la apertura al mundo. Y cuando cayo en la celada del autocentrismo y falsa valoración de lo nacional es cuando más atraso y pobreza la azotó y azota. Debería ser una política trascendente, y esto lo hemos cotejado, que un Intendente, un Concejal por cada partido y representantes de instituciones locales realicen al menos un viaje de estudio una vez por año a países de los cinco continentes. Y que al regreso, a través de medios de comunicación se comunique a toda la comunidad lo aprendido.
La tercera es que la CULTURA ha sido un vehículo fenomenal de dinamización social en una ciudad que rozaba lo anodino: disparó debates, nos permitió relacionarnos, aprender, estar a la altura de las circunstancias, profesionalizarnos, crecer, armar equipos, integrarnos, instalar la proactividad (emprendedorismo), no esperar salir a buscar, ser atrevidos, no tener miedo, ni ver amenazas en todos lados y, lo que creo más relevante, empezar a valorarnos como ciudad y vencer el complejo de inferioridad que padecemos.
Pero ahora también corroboramos nuestra presunción de que la CULTURA, es él vehículo para disparar el desarrollo económico. Ya sea a través de lo que se llama la economía creativa y de la cultura, o también a través de aquellos sectores de la economía asociados a la innovación, a la tecnología, al diseño y la comunicación. Por ejemplo, en cada pueblo que visitamos, almorzamos y cenamos con vinos producidos en esos pueblos con Denominación de Origen Certificada. Esto implica elaborar, producir y comercializar un producto agropecuario, gastronómico y cultural por excelencia que atravesó los siguientes procesos: producción de vid de calidad certificada (con la sofisticación que ello implica), desarrollo de tecnología de cosecha y acopio, elaboración de vino con certificación de calidad y exigentes normas sanitarias, embotellado y diseño de etiquetado y comercialización estratégica. Cotejamos que todos estos procesos se pueden eslabonar cuando intervienen personas altamente emprendedoras, capacitadas y comprometidas con su región. Se le suma también el apoyo económico e institucional de la Comunidad Economica Europea que asiste y exige. Acciones similares pueden desencadenar procesos y productos en Azul a partir de nuestra miel, carnes bovinas, ovinas, porcinas, trigos, espárragos, panificados, lácteos, etcétera. Este pequeño ejemplo es ilustrador de cómo la cultura puede promover trabajo de calidad, valor e innovación. En el tiempo que vivimos ya no hay espacio para CULTURA o INDUSTRIA. La complejidad de las cosas hoy intersecta a ambas en un todo. Producción de trigo y cultura son la misma cosa. Sobre todo a partir de la concepción amplia de la cultura que adoptamos quienes intervenimos en este proceso. Entendemos la cultura como una herramienta transversal a muchas de las problemáticas que nos aquejan. En este sentido, por ejemplo, no existe separación entre CULTURA y CONVIVENCIA URBANA. Estamos acostumbrados a escuchar que el problema del tránsito es un problema cultural. Por lo tanto es desde la CULTURA que debemos enfocar su superación. Cuando desde la FUNDACIÓN Ceda realizamos acciones de convivencia urbana recurriendo a payasos y mimos, estamos entendiendo la cultura desde esta concepción.
En esfuerzo por sintetizar, lo definiría con tres títulos y ejes para ordenarnos y seguir trabajando:
CULTURA, innovación, creatividad y emprendedorismo;
CULTURA, diversidad y apertura para dar y recibir; y
CULTURA, urbanismo, civismo y convivencia.
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