La naturaleza es en Japón fuente de contemplación, inspiración y testimonio de su nivel de educación.
Cando la gente se encuentra y saluda en las calles de Japón la conversación recurrente, al igual que aquí, es sobre el clima: ¡Qué calor!, ¡Qué frío!, ¿Cuándo lloverá?, Etc. Estimo que en todo el mundo es así.
Allí, cuando los medios de comunicación brindan el informe meteorológico, no sólo informan el estado del tiempo de esos días. Informan además los pronósticos extendidos a diez días, a qué hora exacta del día va a llover y en qué momento del día se puede tender ropa lavada. Hoy en día esa exactitud podría atribuirse a los servicios de información satelital, pero allí este servicio data de años y está basado en las minuciosas estadísticas que desde siglos se relevan.
A su vez en primavera existe en los medios masivos un servicio de información que detalla los distintos brotes de árboles y flores ornamentales. Esa costumbre tiene un fuerte arraigo en la tradición de observar la naturaleza y sus distintos fenómenos. Floraciones, caída de hojas de árboles, nacimientos de especies animales o insectos que nacen y se manifiestan en determinado momento del año. Así, se sabe en qué semanas del año cantan las chicharras, en que semana migran determinados pájaros, cuando florecen los cerezos y toda una organización cultural ligada a las distintas manifestaciones de la naturaleza que son signo y testigo del paso del tiempo, como un reloj natural.
Las cuatro estaciones climáticas son mojones de los distintos momentos del año y respetadas en muchos de los acontecimientos. Tienen además otras subdivisiones parciales originadas en cada uno de los hechos que la naturaleza depara.
Para las principales manifestaciones existen actividades de observación y avistaje y hasta circuitos turísticos que movilizan miles de personas motivadas por la contemplación de esos fenómenos. Por ejemplo, en cada abril se desarrolla el hanami (mirar las flores) que es un festival que consiste en contemplar la floración de cerezos que pueblan la mayoría de los parques públicos. Así centenares de japoneses reunidos entre amigos acuden a esos parques poblados de cerezos por las tardes o noches, bajo los cuales se organizan picnic o asados, mientras los pétalos de las flores de cerezo caen sobre sus cabezas y hombros. La cerveza y el sake son infaltables complementos.
La naturaleza es también fuente de inspiración. Manifestaciones artísticas como el bonsái, ikebana y jardinería son ejemplos de creación más ligados a lo artístico y cultural que a lo paisajístico. Los jardines son a su vez utilizados para la meditación que se realiza contemplándolos desde una plataforma. Así se utiliza la naturaleza como fuente de creación y contemplación.
Los departamentos de urbanismo de cada municipalidad están integrados por paisajistas profesionales que diseñan los parques y paseos públicos teniendo espacial cuidado en los momentos en que árboles, arbustos y flores brotan o florecen. Esto permite coordinar los distintos momentos de floración logrando que durante la mayor parte del año los parques estén coloridos de flores. Además los colores de las flores que nacen en cada momento se combinan para que ese colorido sea armónico.
También la naturaleza es la principal musa inspiradora de poetas y escritores que logran describirla e interpretarla con gran sensibilidad.
Tanto en la producción cerámica como textil como en otras ramas de manufacturas tradicionales, la naturaleza es origen para la creación de motivos, guardas y diseños que decoran vajillas, utensilios, kimonos. Y en el arreglo de la mesa para las comidas, se utiliza vajilla cuyos motivos son alegóricos al momento del año que está transcurriendo. Del mismo modo los motivos de un kimono que se viste, pueden ser de una flor o animal que en ese momento del año tiene importancia.
En ese sencillo hecho de encontrar en la naturaleza tanta riqueza hay una correspondencia con una fina sensibilidad desarrollada a lo largo de muchos años. De esa manera se ha concretado un refinamiento cultural que atraviesa a todos los niveles de su sociedad. Y ese conocimiento y esa sensibilidad son atributos del nivel de educación que cada ciudadano aspira y alcanza.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul, el lunes 30 de enero de 2006.
If we keep doing what we're doing, we're going to keep getting what we're getting.
Stephen Covey
29.1.06
22.1.06
El país de las pequeñas cosas
En el bonsái como en el walkman los japoneses demuestran su predilección por las cosas pequeñas. Acerca del origen y futuro de esta práctica.
Entre las cosas que conocemos bastante de Japón, figura el bonsái. Ese arte de representar árboles en miniatura, es el ejemplo más popular de la paciente domesticación de la naturaleza en las manos del hombre.
El bonsái es sólo uno de los ejemplos que utilizaremos para intentar explicar la predilección japonesa por hacer de las pequeñas cosas un culto extendido hasta hoy y proyectado al futuro.
Se suele explicar esta tendencia a partir de la carencia de espacio físico existente. Y allí se puede observar por ejemplo como arquitectos, urbanistas y decoradores resuelven con maestría en escasos metros cuadrados problemas de hábitat. Casas de 40 mts², estacionamientos de autos en altura, hoteles cápsula, son algunos ejemplos.
Pero existe también una apetencia y deleite en el aprovechamiento del espacio que por ejemplo encontramos en la sala de la ceremonia del té, que no debe superar los 4 mts² de superficie, que va más allá del mero hecho de aprovechar el espacio. Esta última práctica ronda los 500 años de antigüedad, momento durante el cual la necesidad de espacio físico no era tan evidente.
A su vez, la forma más popular de poesía existente allí se denomina haiku, que consiste en encontrar en sólo diecisiete sílabas una gran idea y con un mensaje contundente. Es allí quizás, en donde el espacio físico no es necesario, que observamos una demostración de la voluntad de resolver cosas con mínimos recursos. Es por eso interesante buscar en otros orígenes esta predilección.
En la arraigada y tradicional cultura material de japoneses que ellos laman “el hacer cosas”, existe una constante búsqueda por encontrar soluciones con recursos mínimos. Y esa solución es a su vez la máxima satisfacción de ingenieros y diseñadores cuando lo alcanzan.
En la posguerra momento en que Japón decidió producir manufacturas con valor, y donde la necesidad de espacio no era evidente, Japón hizo de los pequeños artefactos una cultura.
El transistor fue inventado en EEUU, pero ellos no supieron en que aplicar el invento. Fueron los japoneses quienes innovaron incluyéndoselo a las radios, logrando así la empresa Sony fabricar radios de mano. Nació la primera “Spika” que reemplazó aquellos armatostes de madera a válvulas.
Fue la Panasonic que buscó desarrollar un producto que reemplazara a discos de vinilo y gigantes magazines, e inventó la casete.
El walkman, también desarrollado por Sony, nos permitió “llevar la música a otra parte”.
La microelectrónica fue así un estandarte de su industria que contribuyó definitivamente al proceso de “miniaturización” de objetos que hoy disfrutamos en cámaras fotográficas o video, relojes multifunción, agendas electrónicas y teléfonos.
A esta pasión por lo pequeño se le suman dos atributos que se persiguen. Uno es el de tratar de que los productos tengan en el mínimo espacio la mayor cantidad de funciones y el segundo es hacer las cosas bien. Es decir, con calidad.
La concentración de cantidad de funciones en un pequeño objeto es una incesante búsqueda de empresas. Cuando hoy en día se adquiere un producto electrónico observemos que en la caja ocupa más lugar el manual de instrucciones de uso que el producto mismo. Es el mejor ejemplo de incorporación de funciones, aumento de complejidad y sofisticación de artefactos.
Una palabra que nos tendremos que acostumbrar a utilizar es nanotecnología. La nanotecnología es una rama incipiente de la tecnología que desarrolla productos microscópicos. Se lo utiliza para construir robots del tamaño de hormigas que realizan determinadas funciones. Así es ya común por ejemplo utilizar aparatos mínimos que se introducen en el cuerpo para hacer cirugías, incorporar prótesis o hacer funcionar mejor órganos.
Así aquella afición por construir miniaturas que se remite a los bonsáis, Japón logró incorporarla a la cultura occidental y hoy expande sus fronteras en las nuevas posibilidades de la tecnología.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul el día lunes 23 de enero de 2006.
15.1.06
El universo en el jardín
La jardinería japonesa es un arte que supera lo decorativo.
La ausencia de organización geométrica es la principal característica de los jardines japoneses que más nos atrae, en tanto representa la mayor diferencia con la disposición simétrica y ortogonal de los de occidente.
Su origen data de antaño. En las sociedades primitivas recolectoras de alimentos, el hombre casi no modificaba su entorno ya que sólo recurría a la naturaleza para proveerse de los elementos necesarios para la subsistencia.
Con el advenimiento del cultivo del arroz, y con un suelo tan irregular, fue necesario “domar” la naturaleza para adaptarla a los requerimientos de cultivos lo que contribuyó con la modificación del ambiente y escenario.
La leve modificación del ambiente de la sociedad primitiva (tei) y la geografía resultante de la sociedad agrícola (en), conforman la palabra teien que significa jardín.
Esta explicación no es casual. A lo largo de su desarrollo los jardines equilibran estos dos principios: lo salvaje de la naturaleza y su control por parte del ser humano. Y éste fue el punto de partida para el refinamiento del jardín japonés que se desarrolló a partir de los años 600.
No sólo árboles, arbustos y flores componen los jardines japoneses. El agua, las piedras y los peces son, junto al reino vegetal, integrantes esenciales.
En la implantación y diseño del jardín tiene particular significado la geomancia, que es básicamente una teoría acerca de la estructura universal basada en principios opuestos y complementarios compuestos por fuerzas activas (yin) y fuerzas pasivas (yang) y su influencia sobre los cinco elementos básicos: madera, fuego, tierra, metal y agua.
En la elección de plantas se tiene especial cuidado en considerar cada una de las estaciones del año por su floración y colores. Así un mismo jardín tiene al menos cuatro escenarios diferentes. Por ejemplo: un jardín de distintos verdes en verano, amarillos, rojos y ocres en otoño, ausencia de follaje y flores en invierno combinados con la nieve y florecidos en primavera. A su vez los distintos períodos de floración son considerados para que durante la mayor parte del año se aprecien flores. De esta manera se considera que los jardines tienen vida propia y en la evolución de las floraciones se simboliza el paso del tiempo.
Los jardines se clasifican en general en tres grupos: naturales, de té y religiosos. Los naturales tienen como característica la imitación de la naturaleza en miniatura. En él los elementos son dispuestos representando en un pequeño espacio la naturaleza toda.
Los jardines de té son aquellos que incluyen una sala de té en la que se realiza la ceremonia. Para llegar a la sala se debe ingresar por el jardín atravesando un “pasaje espiritual”. En estos jardines existe un artefacto que consiste en una piedra grande ahuecada con agua que está ubicada en el ingreso a la sala y en donde los participantes se lavan las manos como símbolo de purificación. El bautismo cristiano introducido por misioneros portugueses que llevaron el catolicismo en Japón, es considerado como uno de los posibles orígenes de este acto.
Finalmente los jardines religiosos, construidos como una réplica del paraíso, tienen un rol destacado en la meditación. Son contemplados desde una platea de madera y como elemento distintivo tienen un estanque con una isla interior a la que se llega después de cruzar un puente. El budismo zen influyó más tarde en la configuración de estos jardines a partir del incremento de abstracción simbólica de los elementos que lo componen. Las piedras con distintos significados y la arena gris representando el agua son primordiales.
Aunque tiene el acceso restringido, nuestro Monasterio Trapense de Pablo Acosta cuenta con un Jardín Zen en su interior, construido por uno de los monjes que visitó oportunamente Japón. Los monjes lo mantienen con asiduidad y es utilizado para meditar.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 16 de enero de 2006.
La ausencia de organización geométrica es la principal característica de los jardines japoneses que más nos atrae, en tanto representa la mayor diferencia con la disposición simétrica y ortogonal de los de occidente.
Su origen data de antaño. En las sociedades primitivas recolectoras de alimentos, el hombre casi no modificaba su entorno ya que sólo recurría a la naturaleza para proveerse de los elementos necesarios para la subsistencia.
Con el advenimiento del cultivo del arroz, y con un suelo tan irregular, fue necesario “domar” la naturaleza para adaptarla a los requerimientos de cultivos lo que contribuyó con la modificación del ambiente y escenario.
La leve modificación del ambiente de la sociedad primitiva (tei) y la geografía resultante de la sociedad agrícola (en), conforman la palabra teien que significa jardín.
Esta explicación no es casual. A lo largo de su desarrollo los jardines equilibran estos dos principios: lo salvaje de la naturaleza y su control por parte del ser humano. Y éste fue el punto de partida para el refinamiento del jardín japonés que se desarrolló a partir de los años 600.
No sólo árboles, arbustos y flores componen los jardines japoneses. El agua, las piedras y los peces son, junto al reino vegetal, integrantes esenciales.
En la implantación y diseño del jardín tiene particular significado la geomancia, que es básicamente una teoría acerca de la estructura universal basada en principios opuestos y complementarios compuestos por fuerzas activas (yin) y fuerzas pasivas (yang) y su influencia sobre los cinco elementos básicos: madera, fuego, tierra, metal y agua.
En la elección de plantas se tiene especial cuidado en considerar cada una de las estaciones del año por su floración y colores. Así un mismo jardín tiene al menos cuatro escenarios diferentes. Por ejemplo: un jardín de distintos verdes en verano, amarillos, rojos y ocres en otoño, ausencia de follaje y flores en invierno combinados con la nieve y florecidos en primavera. A su vez los distintos períodos de floración son considerados para que durante la mayor parte del año se aprecien flores. De esta manera se considera que los jardines tienen vida propia y en la evolución de las floraciones se simboliza el paso del tiempo.
Los jardines se clasifican en general en tres grupos: naturales, de té y religiosos. Los naturales tienen como característica la imitación de la naturaleza en miniatura. En él los elementos son dispuestos representando en un pequeño espacio la naturaleza toda.
Los jardines de té son aquellos que incluyen una sala de té en la que se realiza la ceremonia. Para llegar a la sala se debe ingresar por el jardín atravesando un “pasaje espiritual”. En estos jardines existe un artefacto que consiste en una piedra grande ahuecada con agua que está ubicada en el ingreso a la sala y en donde los participantes se lavan las manos como símbolo de purificación. El bautismo cristiano introducido por misioneros portugueses que llevaron el catolicismo en Japón, es considerado como uno de los posibles orígenes de este acto.
Finalmente los jardines religiosos, construidos como una réplica del paraíso, tienen un rol destacado en la meditación. Son contemplados desde una platea de madera y como elemento distintivo tienen un estanque con una isla interior a la que se llega después de cruzar un puente. El budismo zen influyó más tarde en la configuración de estos jardines a partir del incremento de abstracción simbólica de los elementos que lo componen. Las piedras con distintos significados y la arena gris representando el agua son primordiales.
Aunque tiene el acceso restringido, nuestro Monasterio Trapense de Pablo Acosta cuenta con un Jardín Zen en su interior, construido por uno de los monjes que visitó oportunamente Japón. Los monjes lo mantienen con asiduidad y es utilizado para meditar.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 16 de enero de 2006.
8.1.06
Cerámica ayer, hoy y mañana
Arte, industria y desarrollo de la cerámica japonesa.
12000 años tiene el desarrollo de la cerámica en Japón. Los arqueólogos japoneses dividen habitualmente la Prehistoria de Japón en cuatro períodos y dos de ellos refieren a la cerámica como mojones en la historia: el Precerámico, que comprende los años anteriores a 10000 A.C. y el Jomón, caracterizado por el ingreso de la cerámica (año 10000 A.C. al 300 D.C.).
En el mencionado período Jomón la cerámica tiene un desarrollo primario, aunque en lo cotidiano se aplica desde imágenes religiosas, a distintas formas de vasijas y hasta ataúdes.
En la evolución de los materiales, técnicas y diseños, China y Corea tienen una gran influencia a partir del 1100 hasta el 1500, sobre todo en la región sur que es la que mayor cercanía y vinculación marítima con estos países y toda Asia tiene. No obstante, la cerámica primitiva de períodos anteriores fue mantenida comenzando así a otorgar a la producción japonesa variedad e identidad propia.
Durante la Edad Media se esparció desde el sur hacia distintas regiones del país en las que se desarrollaron hornos. Así la cerámica se fue caracterizando por tanto por su período de surgimiento, como por las regiones en las que se desarrollaba.
En este tiempo la ceremonia del té también fue un motivo de desarrollo y de influencias mutuas. Tazas, platos, jarrones, entre otros son componentes básicos de la ceremonia del té. Y existen seis localidades con hornos que se consideran superiores respecto a la utilización de sus cocciones en la ceremonia del té. De los hornos de esas ciudades y sus ceramistas se rescata no sólo su calidad. Se consideran formas, materiales cerámicos, recubrimientos vidriados y patrones decorativos que contribuyen a crear un mensaje en conjunto con el resto de los utensilios y obras de arte que conforman esa ceremonia. El diseño de las piezas es uno de los temas de conversación pautados en la ceremonia. El ikebana (arte del arreglo floral) es también demandante de piezas cerámicas para sus obras.
A mediados del siglo XVII comienza a influenciar de manera singular el gusto europeo con sus demandas sobre todo la porcelana de una región del sur. Sospecho que esa porcelana es la que ingresó a Argentina con la inmigración.
La cerámica contemporánea japonesa se inició entrado el 1900 con el desarrollo de la “cerámica de taller” que le incorporó nombres y estilos personales.
Hoy existen gran cantidad de pequeñas aldeas que tienen como principal actividad económica la producción de cerámica con “denominación de origen” a partir ya sea de la existencia de la materia prima en esa región o del desarrollo de un estilo basado en el diseño que la caracteriza de otras. Así la cerámica tipifica la vida rural y tradicional del Japón.
En términos generales se puede decir en la actualidad que la cerámica japonesa se clasifica en porcelanas, cerámica vidriada (con terminación similar al vidrio) y cerámica sin vidriar (“cruda”).
En la vida cotidiana, la cerámica también está presente. Amas de casa y cocineros ponen especial meticulosidad en seleccionar que tipo de pieza usar para presentar un plato. En arquitectura se la aprecia en las tejas de construcciones tradicionales.
En los últimos años la cerámica como material ha sido redescubierta por científicos y tecnólogos a partir de vislumbrar en sus propiedades nuevos usos y aplicaciones. Así en la actualidad se la utiliza entre otros rubros en fabricación de piezas utilizadas tanto en microelectrónica y semiconductores como en la industria espacial.
De esta manera la cerámica, esa combinación de barro y fuego, 12000 años después sigue siendo material de estudio científico, desarrollo tecnológico e innovación productiva. Y Japón sigue siendo el principal polo para su desarrollo.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día martes 10 de enero de 2006.
12000 años tiene el desarrollo de la cerámica en Japón. Los arqueólogos japoneses dividen habitualmente la Prehistoria de Japón en cuatro períodos y dos de ellos refieren a la cerámica como mojones en la historia: el Precerámico, que comprende los años anteriores a 10000 A.C. y el Jomón, caracterizado por el ingreso de la cerámica (año 10000 A.C. al 300 D.C.).
En el mencionado período Jomón la cerámica tiene un desarrollo primario, aunque en lo cotidiano se aplica desde imágenes religiosas, a distintas formas de vasijas y hasta ataúdes.
En la evolución de los materiales, técnicas y diseños, China y Corea tienen una gran influencia a partir del 1100 hasta el 1500, sobre todo en la región sur que es la que mayor cercanía y vinculación marítima con estos países y toda Asia tiene. No obstante, la cerámica primitiva de períodos anteriores fue mantenida comenzando así a otorgar a la producción japonesa variedad e identidad propia.
Durante la Edad Media se esparció desde el sur hacia distintas regiones del país en las que se desarrollaron hornos. Así la cerámica se fue caracterizando por tanto por su período de surgimiento, como por las regiones en las que se desarrollaba.
En este tiempo la ceremonia del té también fue un motivo de desarrollo y de influencias mutuas. Tazas, platos, jarrones, entre otros son componentes básicos de la ceremonia del té. Y existen seis localidades con hornos que se consideran superiores respecto a la utilización de sus cocciones en la ceremonia del té. De los hornos de esas ciudades y sus ceramistas se rescata no sólo su calidad. Se consideran formas, materiales cerámicos, recubrimientos vidriados y patrones decorativos que contribuyen a crear un mensaje en conjunto con el resto de los utensilios y obras de arte que conforman esa ceremonia. El diseño de las piezas es uno de los temas de conversación pautados en la ceremonia. El ikebana (arte del arreglo floral) es también demandante de piezas cerámicas para sus obras.
A mediados del siglo XVII comienza a influenciar de manera singular el gusto europeo con sus demandas sobre todo la porcelana de una región del sur. Sospecho que esa porcelana es la que ingresó a Argentina con la inmigración.
La cerámica contemporánea japonesa se inició entrado el 1900 con el desarrollo de la “cerámica de taller” que le incorporó nombres y estilos personales.
Hoy existen gran cantidad de pequeñas aldeas que tienen como principal actividad económica la producción de cerámica con “denominación de origen” a partir ya sea de la existencia de la materia prima en esa región o del desarrollo de un estilo basado en el diseño que la caracteriza de otras. Así la cerámica tipifica la vida rural y tradicional del Japón.
En términos generales se puede decir en la actualidad que la cerámica japonesa se clasifica en porcelanas, cerámica vidriada (con terminación similar al vidrio) y cerámica sin vidriar (“cruda”).
En la vida cotidiana, la cerámica también está presente. Amas de casa y cocineros ponen especial meticulosidad en seleccionar que tipo de pieza usar para presentar un plato. En arquitectura se la aprecia en las tejas de construcciones tradicionales.
En los últimos años la cerámica como material ha sido redescubierta por científicos y tecnólogos a partir de vislumbrar en sus propiedades nuevos usos y aplicaciones. Así en la actualidad se la utiliza entre otros rubros en fabricación de piezas utilizadas tanto en microelectrónica y semiconductores como en la industria espacial.
De esta manera la cerámica, esa combinación de barro y fuego, 12000 años después sigue siendo material de estudio científico, desarrollo tecnológico e innovación productiva. Y Japón sigue siendo el principal polo para su desarrollo.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día martes 10 de enero de 2006.
El suicidio en Japón
Algunas razones y motivos sobre la institución del suicidio.
Solemos escuchar con cierta frecuencia noticias que nos llegan desde Japón acerca de la cantidad de suicidios que allí se cometen. Por lo general esas noticias se refieren a adolescentes que al desaprobar su examen de ingreso a la universidad optan por quitarse la vida.
Si miramos el fenómeno no sólo alcanza a jóvenes. En el año 1999, momento durante el cual en ese país se vivía una fuerte recesión económica, se registraron 31.700 suicidios según el Ministerio de Salud y la tasa había aumentado respecto al año anterior. Esto significa 25 suicidios cada 100.000 habitantes. Estadísticas anteriores decían que las muertes por suicidio representaban algo más que el 3% de todas las muertes que se registraban en ese país.
Japón junto a otros conforman el grupo de países con tasas más altas de suicidios.
Lejos de intentar encontrar las razones por lo que esto sucede quiero compartir algunas observaciones relacionadas a este tema, visto que el significado que la vida y la muerte tienen en el mundo occidental, no es igual al que tienen ellos.
Si bien la muerte en el mundo cristiano es un paso intermedio hasta la resurrección, no se debe dejar se soslayar que para nosotros la muerte significa el final de un proceso y como tal lo sufrimos mucho. Bien diferente lo es para ellos que la muerte es el final de una cosa para dar comienzo a otra, a partir de la creencia en la reencarnación. Se podría considerar la muerte como el tránsito hacia algo nuevo.
El suicidio en Japón tiene una raíz histórica. Es conocida para nosotros la palabra harakiri que significaba morir por propia mano abriéndose el vientre. Según el libro Bushido, el alma del Japón (1900), el harakiri se instituyó en la Edad Media y no era un mero proceso suicida. “Era una institución legal y solemne, por el cual un samurai (guerrero) podía expiar sus crímenes, disculparse de sus errores, evitar la infamia, redimir a sus amigos o probar su sinceridad. Cuando se imponía como castigo legal se practicaba con la debida ceremonia”.
Aunque la práctica del harakiri no tiene vigencia hoy, representa un antecedente y explica algo acerca de porque una minoría en ese país no elige el día de su nacimiento pero sí el de su muerte. En nuestros días, empresarios y políticos que son encontrados en hechos de corrupción, optan por ese camino.
Volviendo al comienzo, el hecho de poner fin a su propia vida tanto aquí como allí, suele estar vinculado a una situación de fracaso en alguna o todas las instancias de la vida. En el caso de los ingresantes a la universidad que fallan en el examen de ingreso no es diferente. El ingreso a determinado nivel de universidad, determina también el destino futuro de esa persona y su posterior posición social. La universidad en la que uno se gradúa define que tipo de empresa o institución lo contratará y donde casi seguro trabajará durante toda su vida. Cuando no se tiene la posibilidad de ingresar a la facultad que aspira, teniendo en cuenta lo anterior, sus expectativas de vida se ven frustradas. Y eso puede ser un detonante para quitarse la vida.
También relacionado con esto, el destino de propia muerte suele no estar definido por el fracaso. Existe otra razón que es la de quienes optan por poner fin a su vida una vez que su misión u objetivo de vida ha sido cumplido o satisfecho. Aunque no se pueda afirmar que sea este el caso, la decisión de los escritores Yasunari Kawabata (Nobel de literatura 1968) y Yukio Mishima son ejemplos que se aproximan a quienes se suicidan una vez que se han alcanzado las meta por las que a uno se le ha dado la posibilidad de vivir.
Nota de opinión publicada por Luis María Lafosse en el diario El Tiempo de Azul.
Solemos escuchar con cierta frecuencia noticias que nos llegan desde Japón acerca de la cantidad de suicidios que allí se cometen. Por lo general esas noticias se refieren a adolescentes que al desaprobar su examen de ingreso a la universidad optan por quitarse la vida.
Si miramos el fenómeno no sólo alcanza a jóvenes. En el año 1999, momento durante el cual en ese país se vivía una fuerte recesión económica, se registraron 31.700 suicidios según el Ministerio de Salud y la tasa había aumentado respecto al año anterior. Esto significa 25 suicidios cada 100.000 habitantes. Estadísticas anteriores decían que las muertes por suicidio representaban algo más que el 3% de todas las muertes que se registraban en ese país.
Japón junto a otros conforman el grupo de países con tasas más altas de suicidios.
Lejos de intentar encontrar las razones por lo que esto sucede quiero compartir algunas observaciones relacionadas a este tema, visto que el significado que la vida y la muerte tienen en el mundo occidental, no es igual al que tienen ellos.
Si bien la muerte en el mundo cristiano es un paso intermedio hasta la resurrección, no se debe dejar se soslayar que para nosotros la muerte significa el final de un proceso y como tal lo sufrimos mucho. Bien diferente lo es para ellos que la muerte es el final de una cosa para dar comienzo a otra, a partir de la creencia en la reencarnación. Se podría considerar la muerte como el tránsito hacia algo nuevo.
El suicidio en Japón tiene una raíz histórica. Es conocida para nosotros la palabra harakiri que significaba morir por propia mano abriéndose el vientre. Según el libro Bushido, el alma del Japón (1900), el harakiri se instituyó en la Edad Media y no era un mero proceso suicida. “Era una institución legal y solemne, por el cual un samurai (guerrero) podía expiar sus crímenes, disculparse de sus errores, evitar la infamia, redimir a sus amigos o probar su sinceridad. Cuando se imponía como castigo legal se practicaba con la debida ceremonia”.
Aunque la práctica del harakiri no tiene vigencia hoy, representa un antecedente y explica algo acerca de porque una minoría en ese país no elige el día de su nacimiento pero sí el de su muerte. En nuestros días, empresarios y políticos que son encontrados en hechos de corrupción, optan por ese camino.
Volviendo al comienzo, el hecho de poner fin a su propia vida tanto aquí como allí, suele estar vinculado a una situación de fracaso en alguna o todas las instancias de la vida. En el caso de los ingresantes a la universidad que fallan en el examen de ingreso no es diferente. El ingreso a determinado nivel de universidad, determina también el destino futuro de esa persona y su posterior posición social. La universidad en la que uno se gradúa define que tipo de empresa o institución lo contratará y donde casi seguro trabajará durante toda su vida. Cuando no se tiene la posibilidad de ingresar a la facultad que aspira, teniendo en cuenta lo anterior, sus expectativas de vida se ven frustradas. Y eso puede ser un detonante para quitarse la vida.
También relacionado con esto, el destino de propia muerte suele no estar definido por el fracaso. Existe otra razón que es la de quienes optan por poner fin a su vida una vez que su misión u objetivo de vida ha sido cumplido o satisfecho. Aunque no se pueda afirmar que sea este el caso, la decisión de los escritores Yasunari Kawabata (Nobel de literatura 1968) y Yukio Mishima son ejemplos que se aproximan a quienes se suicidan una vez que se han alcanzado las meta por las que a uno se le ha dado la posibilidad de vivir.
Nota de opinión publicada por Luis María Lafosse en el diario El Tiempo de Azul.
Dos barcos argentinos peleando en Japón
Quienes visiten hoy la Fragata Sarmiento cuando ancla en el puerto de Buenos Aires, podrán ver que tiene en su interior una plaqueta de reconocimiento del gobierno japonés hacia el argentino. Tal gesto tiene su origen en el comienzo de este siglo en circunstancias en que Japón y la Rusia Zarista se preparaban para un conflicto bélico.
En el año 1903 el conflicto entre estos dos países se había agudizado por disputas territoriales. Japón necesitaba equipar su flota para igualar a la poderosa flota rusa y en ese contexto buscó reforzar su poderío naval adquiriendo las naves de guerra más poderosas que se pudieran obtener.
En las antípodas de este conflicto, a raíz de disputas limítrofes entre Argentina y Chile, ambos países habían encargado la construcción de modernos y poderosos barcos: Chile lo solicitó a Gran Bretaña, y Argentina a astilleros genoveses en Italia.
Los cruceros-acorazados comenzaron a construirse en marzo de 1902 y fueron botados en septiembre de 1902 y marzo de 1903 con los nombres de “Rivadavia” y “Moreno”. Tenían una eslora de 105 metros, una manga de 18 metros, y contaban con una poderosa artillería.
Finalmente Chile y Argentina llegaron a un entendimiento aventando el peligro de un enfrentamiento lo que derivó en que ambos países no debieron incorporar esos navíos a sus flotas.
Japón contactó autoridades argentinas para su adquisición lo que generó un gran compromiso para nuestro país por tener relaciones amistosas con ambos. En diciembre de 1903 la legación japonesa recibe instrucciones para negociar con el gobierno argentino la adquisición del “Moreno” y “Rivadavia”. En navidades de ese año el gobierno argentino de Julio A. Roca, que sabiendo de antemano el pedido había celebrado reuniones de gabinete, aceptó el apoyo a Japón.
Los barcos fueron entregados el 7 de enero de 1904, el “Moreno” se rebautizó “Nisshin” (adelante Japón) y el “Rivadavia”, “Kasuga” (sol de primavera), y el 8 de febrero comenzaron las hostilidades.
Ambos barcos participaron en sendas contiendas, pero fue en la batalla del 27 de mayo de 1905 en el Mar del Japón en la que la flota japonesa derrotó a definitivamente a la rusa, que tuvieron su más distinguida participación sobreviviendo los barcos a intensos bombardeos.
Posteriormente el Jefe del Estado Mayor de la Marina Japonesa envió felicitaciones a la casa constructora y a los marinos argentinos que habían dirigido las obras.
El entonces capitán de Navío Manuel Domecq García participó como observador durante la guerra estudiando la organización, personal, tácticas y estrategias de la armada japonesa.
Posteriormente el “Nisshin” participó en la 1º Guerra Mundial, se retiró de servicio y su mástil colocado en una base naval. El “Kasuga” fue amarrado para entrenamiento, sufrió bombardeos en 1945 y se desguazó en 1948.
Este episodio dejó una profunda huella en la memoria colectiva de japoneses que mereció la donación de una colección de cerámica antigua al Museo de Buenos Aires, y en la embajada Argentina en Tokio obra un bello escritorio construido con madera del “Mikaza”, nave insignia de la Armada Japonesa.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul.
En el año 1903 el conflicto entre estos dos países se había agudizado por disputas territoriales. Japón necesitaba equipar su flota para igualar a la poderosa flota rusa y en ese contexto buscó reforzar su poderío naval adquiriendo las naves de guerra más poderosas que se pudieran obtener.
En las antípodas de este conflicto, a raíz de disputas limítrofes entre Argentina y Chile, ambos países habían encargado la construcción de modernos y poderosos barcos: Chile lo solicitó a Gran Bretaña, y Argentina a astilleros genoveses en Italia.
Los cruceros-acorazados comenzaron a construirse en marzo de 1902 y fueron botados en septiembre de 1902 y marzo de 1903 con los nombres de “Rivadavia” y “Moreno”. Tenían una eslora de 105 metros, una manga de 18 metros, y contaban con una poderosa artillería.
Finalmente Chile y Argentina llegaron a un entendimiento aventando el peligro de un enfrentamiento lo que derivó en que ambos países no debieron incorporar esos navíos a sus flotas.
Japón contactó autoridades argentinas para su adquisición lo que generó un gran compromiso para nuestro país por tener relaciones amistosas con ambos. En diciembre de 1903 la legación japonesa recibe instrucciones para negociar con el gobierno argentino la adquisición del “Moreno” y “Rivadavia”. En navidades de ese año el gobierno argentino de Julio A. Roca, que sabiendo de antemano el pedido había celebrado reuniones de gabinete, aceptó el apoyo a Japón.
Los barcos fueron entregados el 7 de enero de 1904, el “Moreno” se rebautizó “Nisshin” (adelante Japón) y el “Rivadavia”, “Kasuga” (sol de primavera), y el 8 de febrero comenzaron las hostilidades.
Ambos barcos participaron en sendas contiendas, pero fue en la batalla del 27 de mayo de 1905 en el Mar del Japón en la que la flota japonesa derrotó a definitivamente a la rusa, que tuvieron su más distinguida participación sobreviviendo los barcos a intensos bombardeos.
Posteriormente el Jefe del Estado Mayor de la Marina Japonesa envió felicitaciones a la casa constructora y a los marinos argentinos que habían dirigido las obras.
El entonces capitán de Navío Manuel Domecq García participó como observador durante la guerra estudiando la organización, personal, tácticas y estrategias de la armada japonesa.
Posteriormente el “Nisshin” participó en la 1º Guerra Mundial, se retiró de servicio y su mástil colocado en una base naval. El “Kasuga” fue amarrado para entrenamiento, sufrió bombardeos en 1945 y se desguazó en 1948.
Este episodio dejó una profunda huella en la memoria colectiva de japoneses que mereció la donación de una colección de cerámica antigua al Museo de Buenos Aires, y en la embajada Argentina en Tokio obra un bello escritorio construido con madera del “Mikaza”, nave insignia de la Armada Japonesa.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul.
¿El subte de Tokio basado en el de Buenos Aires?
Una historia que cuenta que el diseño de la red de subtes de Buenos Aires dio origen al plan de la red de subterráneos de Tokio
En cierta ocasión, un profesor universitario japonés me manifestó que la red de subterráneos de la ciudad de Tokio en Japón, estaba diseñada en base a la red de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires. Cuando uno escucha una cosa así queda perplejo y más allá de que un profesor universitario japonés por lo general no miente ni inventa, nunca a pesar de algunos esfuerzos personales, pude confirmar la veracidad del dato. En realidad resulta un tanto inverosímil que el país de los ferrocarriles más seguros, puntuales, confortables y veloces del mundo, recurra a Argentina en este aspecto. Pero el hecho es que también me comentó que al momento de planificarse la red de Tokio, Argentina era el país más avanzado en la materia.
En la Asociación Amigos del Tranvía cuentan que Buenos Aires contaba con 857 km de vías de tranvía (una de las más grandes) operadas por doce empresas, y que no en vano se la llamo la “Ciudad de los tranvías” hasta los años cuarenta.
A partir de eso, he realizado algunas indagaciones que permiten deducir algunas cosas que creo interesantes como hipótesis.
El subte de Buenos Aires se inauguró el 15 de septiembre de 1921 por el presidente Roque Sáenz Peña. Fue la primera red de Latinoamérica y la decimotercera del mundo. Es la actual Línea A que va de Plaza de Mayo a Primera Junta y cuyos coches de madera aún corren.
Mientras tanto la Compañía de Subterráneos de Tokio inauguró en diciembre de 1927 la primera línea de 2,2 km. La construcción de líneas de subterráneo se aprobó en el año 1919 y en 1921 había cuatro compañías autorizadas para construirlas. En la actualidad tiene 13 líneas que suman 281 km y que transportan 2,6 billones de pasajeros por año. Esa red actual fue planificada en el año 1940.
Pensando que los subtes anteriores al de Buenos Aires tenían origen entre los años 1860 y 1900 (París, Nueva York, Londres), podría ser probable que la red de Buenos Aires fuera mucho más moderna que las anteriores como para tenerla en cuenta y realizar transferencia de tecnología.
Por otro lado el Japón es un país que siempre recurre a terceros países en asuntos en los cuales no son idóneos o no han alcanzado aún desarrollo local. Y en el rubro subterráneos, ese país no contaba con antecedentes en ese momento, mientras que Argentina sí.
Los tiempos coinciden y entusiasma avanzar en una investigación que nos confirme la veracidad.
En realidad la sola palabra de un profesor japonés bastaría para confirmar la veracidad de la historia. Pero debemos reconocer que para quienes confiamos en la metodología científica, se debería encontrar una demostración fehaciente del hecho. Más allá de la veracidad o no de esta historia, que quizás algún día podamos dilucidar, hay cuatro puntos sobre los que reflexionar entrados ya en el siglo XXI, y sobre los que no necesitamos ninguna confirmación:
1. Buenos Aires tuvo servicio de subte antes que ciudades como: Moscú, Hong Kong, México y Seúl.
2. Argentina tuvo servicio de subterráneos seis años antes que Japón y mientras hoy sólo en Buenos Aires se brinda ese servicio, en Japón nueve ciudades japonesas lo poseen sumando 476 km de tendido de líneas férreas.
3. En los años noventa, en pleno proceso de modernización de subterráneos de Buenos Aires, se adquirieron vagones de segunda mano a empresas de subte japonesas. Quienes usan este servicio habrán visto los vagones rojos de la Línea B, que aún conservan leyendas en idioma Japonés, aunque el aire acondicionado no se usa.
4. Y finalmente, en el momento en el que Japón habría recurrido a Argentina por asistencia, la red de subterráneos de Buenos Aires estaba en manos de empresas inglesas.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul.
En cierta ocasión, un profesor universitario japonés me manifestó que la red de subterráneos de la ciudad de Tokio en Japón, estaba diseñada en base a la red de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires. Cuando uno escucha una cosa así queda perplejo y más allá de que un profesor universitario japonés por lo general no miente ni inventa, nunca a pesar de algunos esfuerzos personales, pude confirmar la veracidad del dato. En realidad resulta un tanto inverosímil que el país de los ferrocarriles más seguros, puntuales, confortables y veloces del mundo, recurra a Argentina en este aspecto. Pero el hecho es que también me comentó que al momento de planificarse la red de Tokio, Argentina era el país más avanzado en la materia.
En la Asociación Amigos del Tranvía cuentan que Buenos Aires contaba con 857 km de vías de tranvía (una de las más grandes) operadas por doce empresas, y que no en vano se la llamo la “Ciudad de los tranvías” hasta los años cuarenta.
A partir de eso, he realizado algunas indagaciones que permiten deducir algunas cosas que creo interesantes como hipótesis.
El subte de Buenos Aires se inauguró el 15 de septiembre de 1921 por el presidente Roque Sáenz Peña. Fue la primera red de Latinoamérica y la decimotercera del mundo. Es la actual Línea A que va de Plaza de Mayo a Primera Junta y cuyos coches de madera aún corren.
Mientras tanto la Compañía de Subterráneos de Tokio inauguró en diciembre de 1927 la primera línea de 2,2 km. La construcción de líneas de subterráneo se aprobó en el año 1919 y en 1921 había cuatro compañías autorizadas para construirlas. En la actualidad tiene 13 líneas que suman 281 km y que transportan 2,6 billones de pasajeros por año. Esa red actual fue planificada en el año 1940.
Pensando que los subtes anteriores al de Buenos Aires tenían origen entre los años 1860 y 1900 (París, Nueva York, Londres), podría ser probable que la red de Buenos Aires fuera mucho más moderna que las anteriores como para tenerla en cuenta y realizar transferencia de tecnología.
Por otro lado el Japón es un país que siempre recurre a terceros países en asuntos en los cuales no son idóneos o no han alcanzado aún desarrollo local. Y en el rubro subterráneos, ese país no contaba con antecedentes en ese momento, mientras que Argentina sí.
Los tiempos coinciden y entusiasma avanzar en una investigación que nos confirme la veracidad.
En realidad la sola palabra de un profesor japonés bastaría para confirmar la veracidad de la historia. Pero debemos reconocer que para quienes confiamos en la metodología científica, se debería encontrar una demostración fehaciente del hecho. Más allá de la veracidad o no de esta historia, que quizás algún día podamos dilucidar, hay cuatro puntos sobre los que reflexionar entrados ya en el siglo XXI, y sobre los que no necesitamos ninguna confirmación:
1. Buenos Aires tuvo servicio de subte antes que ciudades como: Moscú, Hong Kong, México y Seúl.
2. Argentina tuvo servicio de subterráneos seis años antes que Japón y mientras hoy sólo en Buenos Aires se brinda ese servicio, en Japón nueve ciudades japonesas lo poseen sumando 476 km de tendido de líneas férreas.
3. En los años noventa, en pleno proceso de modernización de subterráneos de Buenos Aires, se adquirieron vagones de segunda mano a empresas de subte japonesas. Quienes usan este servicio habrán visto los vagones rojos de la Línea B, que aún conservan leyendas en idioma Japonés, aunque el aire acondicionado no se usa.
4. Y finalmente, en el momento en el que Japón habría recurrido a Argentina por asistencia, la red de subterráneos de Buenos Aires estaba en manos de empresas inglesas.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul.
Escrito en el cuerpo
Algunas notas sobre la lengua japonesa.
Cada vez vemos con mayor asiduidad la utilización de ideogramas y signos japoneses tatuados en el cuerpo o en leyendas de autos (sobre todo aquellos “tunneados”). La permeabilidad a la cultura japonesa nos ha llevado a absorber su gastronomía, dibujos animados, cine, artes marciales, filosofía, decoración, música, productos industriales y ahora también su lengua.
El japonés es además de un idioma, un arte gráfico. “…desde la escritura que ejerce la insinuación e ignora la hipérbole…” dice J. L. Borges en su poema Nihon (Japón). Es por eso que en este país al dominio de la lectoescritura de la lengua, debe sumarse el de la caligrafía.
Su sistema de escritura tiene origen en la introducción en el siglo VI de los caracteres chinos. Estos caracteres denominados kanji son ideogramas y cada uno tiene un significado y a su vez una manera de leerse. A su vez se los combina entre si para formar otras palabras.
Aunque en 1940 se utilizaban más de 7000 kanji, Japón realizó un gran esfuerzo por simplificar su idioma reduciéndolo a 1850 kanji básicos, que son los que se aprenden en la escuela y los que se utilizan en medios de comunicación, garantizando el acceso a la lectura.
Complementariamente se utilizan dos silabarios de 5 vocales (a,i,u,e,o) y 41 sílabas cada uno, cuya diferencia radica sólo en su representación gráfica y utilización.
El primero se denomina hiragana y se lo utiliza para la conjugación de verbos y armado de oraciones. Sus letras tienen formas curvas, y en este caso sí conocen la hipérbole. Sus formas se atribuyen a que fueron diseñados por las suaves manos femeninas y que eran además quienes lo utilizaban debido a que a la mujer no le era dado escribir kanji. La película Escrito en el cuerpo del director Peter Greenaway, está basada en el libro Notas de almohada (año 996) que son ensayos de la escritora Sei Shonagon que escribía utilizando kanji escondida.
El segundo se denomina katakana y es utilizado para escribir palabras y nombres extranjeros. A partir de este silabario se adaptan palabras extranjeras que se incorporan al idioma. Sus trazos son más simples y rígidos que el anterior.
En el idioma japonés existen sólo tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro, y sus conjugaciones son las mismas independientemente del pronombre personal. Desde el punto de vista gramatical y bien distinto de nuestro idioma, el verbo es la última parte de la oración. Según dicen, al igual que en latín: Errar es humano, Errare humanum est. Por ejemplo la oración Comimos un asado con amigos después de mucho tiempo, sería: Después de mucho tiempo un asado con amigos comimos.
Allí no existe el género masculino y femenino como tampoco expresiones en singular y plural.
Sí existe complejidad respecto a los niveles de respeto en la comunicación entre personas para referirse a un superior (anciano o jefe), a un par (amigo) o a un inferior (niño o subordinado). Es similar a nuestro vos y usted aunque existen no menos de cinco niveles de respeto.
Como es de imaginar este idioma ha servido para el desarrollo de una profusa literatura que tiene su origen en el año 712. En tiempos contemporáneos ha sido influenciada por la literatura occidental y le ha dado al mundo dos Premios Nóbeles: Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Oe (1994).
El tanka, poemas de 31 sílabas y el haiku, poemas de tres versos de 5-7-5 sílabas son formas de la literatura tradicionales. El haiku se define como una “imagen escrita” sin palabras superfluas y que surge a partir de la inspiración en la naturaleza, las estaciones del año o la vida del hombre común. Dos ejemplos, uno de un monje budista japonés, el otro del argentino Roberto Campitelli:
Posada sobre el pecho
de un guerrero emboscado
una mariposa
Estás… no estás?
iluminas mi mano
luciérnaga
Así como se afirma que el inglés es el idioma de los negocios, o el francés el del amor, creo que Japón atesora el atributo de ser el idioma de la naturaleza. Además tiene el privilegio de pertenecer al selecto grupo de culturas que han tenido la virtud de crear su propio idioma.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 2 de enero de 2006.
Cada vez vemos con mayor asiduidad la utilización de ideogramas y signos japoneses tatuados en el cuerpo o en leyendas de autos (sobre todo aquellos “tunneados”). La permeabilidad a la cultura japonesa nos ha llevado a absorber su gastronomía, dibujos animados, cine, artes marciales, filosofía, decoración, música, productos industriales y ahora también su lengua.
El japonés es además de un idioma, un arte gráfico. “…desde la escritura que ejerce la insinuación e ignora la hipérbole…” dice J. L. Borges en su poema Nihon (Japón). Es por eso que en este país al dominio de la lectoescritura de la lengua, debe sumarse el de la caligrafía.
Su sistema de escritura tiene origen en la introducción en el siglo VI de los caracteres chinos. Estos caracteres denominados kanji son ideogramas y cada uno tiene un significado y a su vez una manera de leerse. A su vez se los combina entre si para formar otras palabras.
Aunque en 1940 se utilizaban más de 7000 kanji, Japón realizó un gran esfuerzo por simplificar su idioma reduciéndolo a 1850 kanji básicos, que son los que se aprenden en la escuela y los que se utilizan en medios de comunicación, garantizando el acceso a la lectura.
Complementariamente se utilizan dos silabarios de 5 vocales (a,i,u,e,o) y 41 sílabas cada uno, cuya diferencia radica sólo en su representación gráfica y utilización.
El primero se denomina hiragana y se lo utiliza para la conjugación de verbos y armado de oraciones. Sus letras tienen formas curvas, y en este caso sí conocen la hipérbole. Sus formas se atribuyen a que fueron diseñados por las suaves manos femeninas y que eran además quienes lo utilizaban debido a que a la mujer no le era dado escribir kanji. La película Escrito en el cuerpo del director Peter Greenaway, está basada en el libro Notas de almohada (año 996) que son ensayos de la escritora Sei Shonagon que escribía utilizando kanji escondida.
El segundo se denomina katakana y es utilizado para escribir palabras y nombres extranjeros. A partir de este silabario se adaptan palabras extranjeras que se incorporan al idioma. Sus trazos son más simples y rígidos que el anterior.
En el idioma japonés existen sólo tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro, y sus conjugaciones son las mismas independientemente del pronombre personal. Desde el punto de vista gramatical y bien distinto de nuestro idioma, el verbo es la última parte de la oración. Según dicen, al igual que en latín: Errar es humano, Errare humanum est. Por ejemplo la oración Comimos un asado con amigos después de mucho tiempo, sería: Después de mucho tiempo un asado con amigos comimos.
Allí no existe el género masculino y femenino como tampoco expresiones en singular y plural.
Sí existe complejidad respecto a los niveles de respeto en la comunicación entre personas para referirse a un superior (anciano o jefe), a un par (amigo) o a un inferior (niño o subordinado). Es similar a nuestro vos y usted aunque existen no menos de cinco niveles de respeto.
Como es de imaginar este idioma ha servido para el desarrollo de una profusa literatura que tiene su origen en el año 712. En tiempos contemporáneos ha sido influenciada por la literatura occidental y le ha dado al mundo dos Premios Nóbeles: Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Oe (1994).
El tanka, poemas de 31 sílabas y el haiku, poemas de tres versos de 5-7-5 sílabas son formas de la literatura tradicionales. El haiku se define como una “imagen escrita” sin palabras superfluas y que surge a partir de la inspiración en la naturaleza, las estaciones del año o la vida del hombre común. Dos ejemplos, uno de un monje budista japonés, el otro del argentino Roberto Campitelli:
Posada sobre el pecho
de un guerrero emboscado
una mariposa
Estás… no estás?
iluminas mi mano
luciérnaga
Así como se afirma que el inglés es el idioma de los negocios, o el francés el del amor, creo que Japón atesora el atributo de ser el idioma de la naturaleza. Además tiene el privilegio de pertenecer al selecto grupo de culturas que han tenido la virtud de crear su propio idioma.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 2 de enero de 2006.
Kanpai: un brindis por Japón
El sake o vino de arroz, es la bebida nacional de Japón. Pero sake también se denomina a las bebidas alcohólicas en general.
En Japón, todas las celebraciones y las penas al igual que en buena parte del mundo se ahogan en alcohol. Los japoneses son grandes bebedores de alcohol en una cultura en la que el buen beber y en cantidad, tiene gran aceptación entre aquellos que superaron los veinte años de edad.
Allí nadie se ruboriza por emborracharse en público, y todos entienden esa circunstancia. Negarse a una invitación a una copa es descortesía e importantes contratos se sellan bebida de por medio.
En los últimos tiempos en Argentina, la gastronomía japonesa ha experimentado gran difusión siendo el sushi (arrollados de arroz y algas secas con filetes pequeños de pescado crudo) el más difundido.
Junto a otras preparaciones japonesas el sake también está cobrando difusión. Si bien se conoce como sake, al vino realizado a partir de la fermentación del arroz, bajo esta denominación se engloba a todas las bebidas alcohólicas que allí se disfrutan. “Tomar sake” es una expresión similar a nuestro “tomar alcohol”.
Existen cuatro tipos de bebidas que son las más populares: la cerveza, el licor, el nihonshu (nijonyu) o vino de arroz, y otra bebida similar al whisky por su proceso de elaboración denominada shochu (yochu). Entre los licores se destaca uno realizado a partir de ciruelas. Es dulce y el preferido entre las mujeres. Pero nos concentraremos en los dos últimos por ser de las bebidas estrictamente japonesas, los más populares.
El primero, nihonshu, es una bebida realizada a partir de la fermentación del arroz al igual que nuestro vino de vid. Su nombre significa “vino de Japón” y se produce desde hace 2000 años, junto con el comienzo del cultivo del arroz aunque existen rastros anteriores en que se lo ofrecía a los dioses de las cosechas. En los comienzos se lo fermentó en la Corte Imperial y por largo tiempo también en templos. Popularmente recién se lo empezó a beber en el siglo XII.
Sus ingredientes básicos son sólo agua, arroz y levadura. Sus niveles de calidad están asociados al refinado del arroz (50, 60, 70 %). Tras un proceso de fermentación de 18 días alcanza un nivel de alcohol del 20 % (no 20º) y tras 30, 40 días de maduración es pasteurizado. Luego se añeja en vasijas de cedro durante seis meses a un año.
Existen 2.340 establecimientos productores de nihonshu a lo largo de Japón entre las que sobresalen muchas pequeñas. La empresa más grande tiene sólo el 6,4 % del mercado lo que demuestra la segmentación y regionalización de las variedades existentes. En estos días existe el problema de la escasez de maestros elaboradores.
Aunque se lo puede comprar hasta envasado en caja, una botella de 500 cc de un nihonshu de mediana calidad se adquiere por $ 40 aproximadamente.
El segundo, shochu, se produce por destilación desde hace 500 años a partir de la batata, cebada o trigo sarraceno (alforfón) indistintamente. Luego de alcanzar un 70 % de alcohol en la destilación se lo atenúa hasta llevarlo a un 40 %.
Es interesante saber que el origen del shochu elaborado a partir de la batata data del 1546 año en que los portugueses introdujeron este tubérculo por el sur de Japón. Pero más interesante aún es saber que la batata la habían conocido los europeos en Centro América con su llegada en el siglo XV y luego esparcida por Europa.
Existe una tradición en Japón que impide al bebedor servirse a si mismo. Es deber “velar” por que el vaso del compañero esté siempre lleno. Tampoco se estila tener que decirle al otro que le sirva a uno. Con gente constantemente preocupada porque uno tenga su copa llena, no es necesario comentar como terminan estas reuniones.
Al beber en una celebración en Japón todos alzan sus vasos de cerámica y gritan “kanpai!!!”, como expresión de deseos de salud, al igual que en Argentina. En estas fiestas vaya un kanpai para los seguidores de esta columna.
Nota de opinión de Lusi María Lafosse publicada or el diario El Tiempo de Azul el día lunes 26 de diciembre de 2005.
En Japón, todas las celebraciones y las penas al igual que en buena parte del mundo se ahogan en alcohol. Los japoneses son grandes bebedores de alcohol en una cultura en la que el buen beber y en cantidad, tiene gran aceptación entre aquellos que superaron los veinte años de edad.
Allí nadie se ruboriza por emborracharse en público, y todos entienden esa circunstancia. Negarse a una invitación a una copa es descortesía e importantes contratos se sellan bebida de por medio.
En los últimos tiempos en Argentina, la gastronomía japonesa ha experimentado gran difusión siendo el sushi (arrollados de arroz y algas secas con filetes pequeños de pescado crudo) el más difundido.
Junto a otras preparaciones japonesas el sake también está cobrando difusión. Si bien se conoce como sake, al vino realizado a partir de la fermentación del arroz, bajo esta denominación se engloba a todas las bebidas alcohólicas que allí se disfrutan. “Tomar sake” es una expresión similar a nuestro “tomar alcohol”.
Existen cuatro tipos de bebidas que son las más populares: la cerveza, el licor, el nihonshu (nijonyu) o vino de arroz, y otra bebida similar al whisky por su proceso de elaboración denominada shochu (yochu). Entre los licores se destaca uno realizado a partir de ciruelas. Es dulce y el preferido entre las mujeres. Pero nos concentraremos en los dos últimos por ser de las bebidas estrictamente japonesas, los más populares.
El primero, nihonshu, es una bebida realizada a partir de la fermentación del arroz al igual que nuestro vino de vid. Su nombre significa “vino de Japón” y se produce desde hace 2000 años, junto con el comienzo del cultivo del arroz aunque existen rastros anteriores en que se lo ofrecía a los dioses de las cosechas. En los comienzos se lo fermentó en la Corte Imperial y por largo tiempo también en templos. Popularmente recién se lo empezó a beber en el siglo XII.
Sus ingredientes básicos son sólo agua, arroz y levadura. Sus niveles de calidad están asociados al refinado del arroz (50, 60, 70 %). Tras un proceso de fermentación de 18 días alcanza un nivel de alcohol del 20 % (no 20º) y tras 30, 40 días de maduración es pasteurizado. Luego se añeja en vasijas de cedro durante seis meses a un año.
Existen 2.340 establecimientos productores de nihonshu a lo largo de Japón entre las que sobresalen muchas pequeñas. La empresa más grande tiene sólo el 6,4 % del mercado lo que demuestra la segmentación y regionalización de las variedades existentes. En estos días existe el problema de la escasez de maestros elaboradores.
Aunque se lo puede comprar hasta envasado en caja, una botella de 500 cc de un nihonshu de mediana calidad se adquiere por $ 40 aproximadamente.
El segundo, shochu, se produce por destilación desde hace 500 años a partir de la batata, cebada o trigo sarraceno (alforfón) indistintamente. Luego de alcanzar un 70 % de alcohol en la destilación se lo atenúa hasta llevarlo a un 40 %.
Es interesante saber que el origen del shochu elaborado a partir de la batata data del 1546 año en que los portugueses introdujeron este tubérculo por el sur de Japón. Pero más interesante aún es saber que la batata la habían conocido los europeos en Centro América con su llegada en el siglo XV y luego esparcida por Europa.
Existe una tradición en Japón que impide al bebedor servirse a si mismo. Es deber “velar” por que el vaso del compañero esté siempre lleno. Tampoco se estila tener que decirle al otro que le sirva a uno. Con gente constantemente preocupada porque uno tenga su copa llena, no es necesario comentar como terminan estas reuniones.
Al beber en una celebración en Japón todos alzan sus vasos de cerámica y gritan “kanpai!!!”, como expresión de deseos de salud, al igual que en Argentina. En estas fiestas vaya un kanpai para los seguidores de esta columna.
Nota de opinión de Lusi María Lafosse publicada or el diario El Tiempo de Azul el día lunes 26 de diciembre de 2005.
Una cultura con origen en el té
Bebido con tanta frecuencia como nuestro mate, el té en Japón es vehículo de su cultura y arte.
Utilizado en tiempos remotos en China como medicina, el té evolucionó luego como bebida. A partir del año 700 ingresó en el mundo del arte al incluírselo en encuentros poéticos considerando que contribuía a la construcción de un buen clima entre las personas.
Si bien en Japón el té en su forma comercial se disfruta a diario, alrededor de él se ha desarrollado una filosofía que influye en la arquitectura, el diseño, los modales y conducta, el arte, la jardinería, entre tantas otras cosas.
Así en los años del 1400, el té encontró un terreno fértil para su desarrollo hasta convertirse en el “Teísmo”, un culto dedicado a la “adoración de lo bello en contraposición con la monotonía de las cosas cotidianas”.
Esta filosofía del té, no es una mera tendencia estética. Integrada a la ética y la religión es más una postura respecto a la humanidad y la naturaleza. Allí es común caracterizar como personas “sin té” a aquellos que son indiferentes ante todo, o “pasados de té” a quienes tienen dificultad para controlar su vehemencia.
A partir de considerar que no hay una sola receta para su elaboración, existen diferentes escuelas de pensamiento que se definen de acuerdo a la etapa de desarrollo y de las diferentes interpretaciones de esa filosofía. Básicamente son tres: la clásica, la romántica y la naturalista.
Los orígenes del Té como filosofía y ceremonia tienen profundas raíces en la filosofía Zen –una de las principales ramas del Budismo- y en el Taoísmo. El ritual de los monjes reunidos frente a la imagen de Buda bebiendo té, es el origen de la conocida Ceremonia del Te que comenzó a desarrollarse en el 1400 y cuyas formalidades fueron llevadas a la perfección hacia 1500.
La ceremonia del té es una instancia de meditación e incluye rigurosos modales y conductas a respetar durante su celebración que van desde el ingreso a la sala, su preparación, servido, degustación y posterior limpieza de los utensilios e implementos usados.
El recinto donde se realiza la ceremonia del té responde a patrones y preceptos arquitectónicos que rigen buena parte de las construcciones de Japón. La sala de té se la denominaba “sala de lo vacío” o “sala de lo asimétrico” a partir de la ausencia de ornamentación y de simetría, dos de las principales características estéticas tan en boga en nuestros días, y conocidas en Occidente como minimalismo.
Este recinto incluye la sala de té, para no más de cinco personas, una antesala en la que se realizan los preparativos, una recepción fuera de la sala de té, y un pasaje a través del jardín que conecta la recepción con la sala. El caminar a través del jardín es la primera etapa de meditación de la Ceremonia y se lo considera el “pasaje a la autoiluminación”.
Con no más de tres metros cuadrados, la sala de té es “más chica que la casa más chica de Japón”, y los materiales utilizados sugieren “refinada pobreza”. Los detalles son trabajados cuidadosamente y los artesanos carpinteros que las construyen son una clase venerada dentro de los artesanos.
La decoración incluye un piso de esterilla de paja (tatami) y en un sector apenas más elevado hay un espacio para un arreglo floral y un cuadro que tienen una complementación entre sí y a través de los cuales el Maestro de Ceremonia crea un mensaje. La iluminación es natural y tenue.
El té que se disfruta durante el ritual se acompaña con algo dulce especialmente elaborado. Ese té es verde y en polvo, un tanto diferente en textura al paladar del te de hoja que se bebe a diario.
El té de hoja es el mismo que conocemos como té negro, pero su proceso de secado y maduración difiere. Hoy se comercializa en Argentina y se consigue con facilidad. Se prepara con agua caliente hervida y se bebe sin azúcar.
Salvando las diferencias, quienes hoy rinden culto a nuestro mate, del mismo modo contribuyen al enriquecimiento y refinamiento de nuestra cultura. En el caso del té japonés, su Ceremonia data de 500 años. En nuestro caso lo tomamos desde hace más de 200 aunque sin elevarlo a la categoría de ceremonia. Quizás en ambas manifestaciones de nuestras culturas tengamos otro punto de unión ante tanta distancia que nos separa.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul el día, lunes 19 de diciembre de 2005.
Utilizado en tiempos remotos en China como medicina, el té evolucionó luego como bebida. A partir del año 700 ingresó en el mundo del arte al incluírselo en encuentros poéticos considerando que contribuía a la construcción de un buen clima entre las personas.
Si bien en Japón el té en su forma comercial se disfruta a diario, alrededor de él se ha desarrollado una filosofía que influye en la arquitectura, el diseño, los modales y conducta, el arte, la jardinería, entre tantas otras cosas.
Así en los años del 1400, el té encontró un terreno fértil para su desarrollo hasta convertirse en el “Teísmo”, un culto dedicado a la “adoración de lo bello en contraposición con la monotonía de las cosas cotidianas”.
Esta filosofía del té, no es una mera tendencia estética. Integrada a la ética y la religión es más una postura respecto a la humanidad y la naturaleza. Allí es común caracterizar como personas “sin té” a aquellos que son indiferentes ante todo, o “pasados de té” a quienes tienen dificultad para controlar su vehemencia.
A partir de considerar que no hay una sola receta para su elaboración, existen diferentes escuelas de pensamiento que se definen de acuerdo a la etapa de desarrollo y de las diferentes interpretaciones de esa filosofía. Básicamente son tres: la clásica, la romántica y la naturalista.
Los orígenes del Té como filosofía y ceremonia tienen profundas raíces en la filosofía Zen –una de las principales ramas del Budismo- y en el Taoísmo. El ritual de los monjes reunidos frente a la imagen de Buda bebiendo té, es el origen de la conocida Ceremonia del Te que comenzó a desarrollarse en el 1400 y cuyas formalidades fueron llevadas a la perfección hacia 1500.
La ceremonia del té es una instancia de meditación e incluye rigurosos modales y conductas a respetar durante su celebración que van desde el ingreso a la sala, su preparación, servido, degustación y posterior limpieza de los utensilios e implementos usados.
El recinto donde se realiza la ceremonia del té responde a patrones y preceptos arquitectónicos que rigen buena parte de las construcciones de Japón. La sala de té se la denominaba “sala de lo vacío” o “sala de lo asimétrico” a partir de la ausencia de ornamentación y de simetría, dos de las principales características estéticas tan en boga en nuestros días, y conocidas en Occidente como minimalismo.
Este recinto incluye la sala de té, para no más de cinco personas, una antesala en la que se realizan los preparativos, una recepción fuera de la sala de té, y un pasaje a través del jardín que conecta la recepción con la sala. El caminar a través del jardín es la primera etapa de meditación de la Ceremonia y se lo considera el “pasaje a la autoiluminación”.
Con no más de tres metros cuadrados, la sala de té es “más chica que la casa más chica de Japón”, y los materiales utilizados sugieren “refinada pobreza”. Los detalles son trabajados cuidadosamente y los artesanos carpinteros que las construyen son una clase venerada dentro de los artesanos.
La decoración incluye un piso de esterilla de paja (tatami) y en un sector apenas más elevado hay un espacio para un arreglo floral y un cuadro que tienen una complementación entre sí y a través de los cuales el Maestro de Ceremonia crea un mensaje. La iluminación es natural y tenue.
El té que se disfruta durante el ritual se acompaña con algo dulce especialmente elaborado. Ese té es verde y en polvo, un tanto diferente en textura al paladar del te de hoja que se bebe a diario.
El té de hoja es el mismo que conocemos como té negro, pero su proceso de secado y maduración difiere. Hoy se comercializa en Argentina y se consigue con facilidad. Se prepara con agua caliente hervida y se bebe sin azúcar.
Salvando las diferencias, quienes hoy rinden culto a nuestro mate, del mismo modo contribuyen al enriquecimiento y refinamiento de nuestra cultura. En el caso del té japonés, su Ceremonia data de 500 años. En nuestro caso lo tomamos desde hace más de 200 aunque sin elevarlo a la categoría de ceremonia. Quizás en ambas manifestaciones de nuestras culturas tengamos otro punto de unión ante tanta distancia que nos separa.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul el día, lunes 19 de diciembre de 2005.
6.1.06
Arroz: algo más que un alimento
Cultivado desde hace 2000 años en Japón, este alimento básico es símbolo de su cultura.
Los japoneses no sólo desayunan, almuerzan, meriendan y cenan con un cuenco de arroz. También lo disfrutan en golosinas, en galletitas, pastas, vino y un grupo de productos que se han desarrollado a partir de avances científicos.
Puede parecer monótono comer todo el día y todos los días arroz. Pero, ¿alguno de nosotros desayuna, almuerza, merienda y cena sin disfrutar de algún tipo de pan?.
Tanto el arroz para el japonés así como el pan para nosotros- son los alimentos básicos que estructuran nuestras dietas y que también tienen profundas relaciones con nuestras religiones. Recordemos que en el pan simbolizamos el cuerpo de Jesucristo y lo llegamos a ingerir como purificador en la comunión.
El récord de consumo de arroz per cápita en Japón fue de 139 kg/ año en 1963. Hoy oscila los 70 kg/año per cápita, -como referencia en Argentina consumimos 72 kg/año per cápita de carne bovina-.
En la época medieval se lo utilizó como moneda de cambio y los impuestos se recaudaban en esta especie. A pesar de su importancia cultural, el arroz, como alimento principal de la dieta, no estuvo al alcance de todos hasta entrado el siglo XX. Su alto costo sólo lo hacia accesible a los miembros de la aristocracia y mercaderes o guerreros acaudalados.
Hoy Japón cosecha 7 millones de toneladas por año de arroz e importa otras cuatrocientas mil (Argentina produjo 1 millón de toneladas de arroz y 16 de trigo en las últimas campañas). Debido al clima frío, desde el siglo XVIII se debieron desarrollar variedades que se adapten mejor.
En el año 1996, a partir de una nueva Ley de Alimentos Básicos, se desreguló el control del Estado, que tenía un rol destacado en la distribución y venta, además de controlar la oferta y demanda de arroz.
En encuestas realizadas a amas de casa acerca de cual es el motivo de elección de determinado arroz en sus compras se privilegian en orden: (1) sabor, (2) precio y (3) variedad, demostrando la prevalencia de atributos relacionados con la calidad. De acuerdo a estas demandas los productores se adaptan a estas nuevas exigencias cultivando nuevas variedades.
En la actualidad, las cooperativas agrícolas comercializan su cosecha a través de internet como nuevo canal de comercialización.
Las universidades japonesas dedican esfuerzos e inversiones buscando nuevos usos y aplicaciones. Así la harina de arroz se utiliza como agregado en la producción de tallarines y pan, investigaciones médicas estudian el efecto de extractos de arroz para el tratamiento de úlceras de estómago, y tratan de confirmar indicios acerca de la potencialidad del aceite de salvado de arroz para reducir el colesterol. Fuera de lo alimenticio, fabricantes de cosméticos ya comercializan productos para el cuidado de piel y cabello en base a este aceite.
La importancia tradicional del arroz tiene además gran consideración como fuente de energía vital y es utilizado como símbolo en prácticas religiosas. Por ejemplo, cuando se está por construir una nueva casa, se esparcen granos de arroz en el terreno para ahuyentar malos espíritus y a su vez la creencia en sus virtudes regeneradoras, lo convierten en ingrediente básico de platos que se sirven en bodas y funerales.
Hay un proverbio japonés que dice cuanto más grano tiene la planta de arroz, más bajo inclina su espiga. A medida que el grano madura más se inclina la planta por su peso. Significa que cuanto mayor es el poder de una persona, mayor debe ser su modestia. La coincidencia del arroz con la virtud de la humildad es tradicional por su costumbre de evitar fuertemente las confrontaciones y alcanzar consensos aún a costa de dejar desacuerdos sin resolver.
El origen de estas características hay que indagarlas en el esfuerzo de siglos por conseguir relaciones interpersonales estables que son necesarias para la cooperación laboriosa en el cultivo, riego y cosecha del arroz, y en esa realidad la modestia en desmedro de la soberbia es necesaria en las aldeas para tan laborioso trabajo. Y allí, como ya hemos escrito en otras columnas, los derechos y sentimientos individuales son secundarios respecto a los del grupo.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 12 de diciembre de 2005.
Los japoneses no sólo desayunan, almuerzan, meriendan y cenan con un cuenco de arroz. También lo disfrutan en golosinas, en galletitas, pastas, vino y un grupo de productos que se han desarrollado a partir de avances científicos.
Puede parecer monótono comer todo el día y todos los días arroz. Pero, ¿alguno de nosotros desayuna, almuerza, merienda y cena sin disfrutar de algún tipo de pan?.
Tanto el arroz para el japonés así como el pan para nosotros- son los alimentos básicos que estructuran nuestras dietas y que también tienen profundas relaciones con nuestras religiones. Recordemos que en el pan simbolizamos el cuerpo de Jesucristo y lo llegamos a ingerir como purificador en la comunión.
El récord de consumo de arroz per cápita en Japón fue de 139 kg/ año en 1963. Hoy oscila los 70 kg/año per cápita, -como referencia en Argentina consumimos 72 kg/año per cápita de carne bovina-.
En la época medieval se lo utilizó como moneda de cambio y los impuestos se recaudaban en esta especie. A pesar de su importancia cultural, el arroz, como alimento principal de la dieta, no estuvo al alcance de todos hasta entrado el siglo XX. Su alto costo sólo lo hacia accesible a los miembros de la aristocracia y mercaderes o guerreros acaudalados.
Hoy Japón cosecha 7 millones de toneladas por año de arroz e importa otras cuatrocientas mil (Argentina produjo 1 millón de toneladas de arroz y 16 de trigo en las últimas campañas). Debido al clima frío, desde el siglo XVIII se debieron desarrollar variedades que se adapten mejor.
En el año 1996, a partir de una nueva Ley de Alimentos Básicos, se desreguló el control del Estado, que tenía un rol destacado en la distribución y venta, además de controlar la oferta y demanda de arroz.
En encuestas realizadas a amas de casa acerca de cual es el motivo de elección de determinado arroz en sus compras se privilegian en orden: (1) sabor, (2) precio y (3) variedad, demostrando la prevalencia de atributos relacionados con la calidad. De acuerdo a estas demandas los productores se adaptan a estas nuevas exigencias cultivando nuevas variedades.
En la actualidad, las cooperativas agrícolas comercializan su cosecha a través de internet como nuevo canal de comercialización.
Las universidades japonesas dedican esfuerzos e inversiones buscando nuevos usos y aplicaciones. Así la harina de arroz se utiliza como agregado en la producción de tallarines y pan, investigaciones médicas estudian el efecto de extractos de arroz para el tratamiento de úlceras de estómago, y tratan de confirmar indicios acerca de la potencialidad del aceite de salvado de arroz para reducir el colesterol. Fuera de lo alimenticio, fabricantes de cosméticos ya comercializan productos para el cuidado de piel y cabello en base a este aceite.
La importancia tradicional del arroz tiene además gran consideración como fuente de energía vital y es utilizado como símbolo en prácticas religiosas. Por ejemplo, cuando se está por construir una nueva casa, se esparcen granos de arroz en el terreno para ahuyentar malos espíritus y a su vez la creencia en sus virtudes regeneradoras, lo convierten en ingrediente básico de platos que se sirven en bodas y funerales.
Hay un proverbio japonés que dice cuanto más grano tiene la planta de arroz, más bajo inclina su espiga. A medida que el grano madura más se inclina la planta por su peso. Significa que cuanto mayor es el poder de una persona, mayor debe ser su modestia. La coincidencia del arroz con la virtud de la humildad es tradicional por su costumbre de evitar fuertemente las confrontaciones y alcanzar consensos aún a costa de dejar desacuerdos sin resolver.
El origen de estas características hay que indagarlas en el esfuerzo de siglos por conseguir relaciones interpersonales estables que son necesarias para la cooperación laboriosa en el cultivo, riego y cosecha del arroz, y en esa realidad la modestia en desmedro de la soberbia es necesaria en las aldeas para tan laborioso trabajo. Y allí, como ya hemos escrito en otras columnas, los derechos y sentimientos individuales son secundarios respecto a los del grupo.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 12 de diciembre de 2005.
Sociedad envejecida y empleo
Siendo el país líder en esperanza de vida, Japón cuenta con su fuerza laboral envejecida. Cómo afecta el futuro del país.
La virtud que implica ser el país con gente que vive más de 80 años debido a la excelente calidad de vida, está contrapesado por el rápido envejecimiento de su población a raíz de la baja tasa de natalidad que acarrea desde hace años. Su tasa de ancianidad del 20 %, es la más alta del mundo, y para el año 2025 crecerá hasta 30 %. Al mismo tiempo la población joven decrecerá en seis millones en el período 2000-2015.
Relacionado en parte con esto, el panorama del empleo en Japón cambió sustancialmente en los últimos diez años. Desde el punto de vista del desempleo, en los años de gran crecimiento de los sesenta, el desempleo era del 1 % y en los setenta trepó al 2 %, cuando en los países industriales de occidente era de un 10 % o más.
No obstante, esto fue cambiando. En 1995 el desempleo ya era de 3 %, en 1998 del 4 % y en 2005 del 5 %. Si bien en comparación con Argentina es muy bajo, hay que ver no sólo que ha crecido, sino que ese crecimiento se ha acelerado en la última década.
Al aumento del desempleo hay que sumarle otro cambio estructural que es la modificación de las categorías de empleo. Mientras que en 1990, 8 de cada 10 trabajadores se empleaban en una misma empresa para toda la vida laboral, nos encontramos que en los últimos años, el trabajo contratado por tiempo determinado creció hasta 3 de cada 10 personas. En el caso de la mujer es 5 de cada 10.
Si la edad de jubilación convencional a los 60 años continúa aplicándose, los trabajadores entre 20 y 59 años deberán sostener la carga de mantener a toda la población, cosa que es normal en una sociedad con su pirámide poblacional equilibrada. Pero cuando una sociedad tiene una masa de trabajadores de mediana edad o superior, el sistema de empleo debe rediseñarse para que existan trabajos para estos grupos de edad y colaborar para que participen del esfuerzo de mantener al resto de la población.
El gobierno ha elevado la edad para empezar a cobrar las jubilaciones de 60 años a 65 porque así se logra equilibrar sistema de pensiones y mantener las pensiones públicas como la principal fuente de seguridad financiera después de la jubilación.
Pero además Japón necesita asegurarse la disponibilidad de mano de obra. En este sentido, el país necesita crear una sociedad en donde las personas estén activas toda su vida y tengan trabajo mientras conserven su voluntad y capacidad laboral.
La mayor intensidad en la competencia del mercado hace que la oferta de trabajo indefinido escasee optándose por personal eventual. Así, asegurar el empleo se convierte en responsabilidad del trabajador. Por otro lado la reducción de oferta de jóvenes trabajadores, aumentará la movilización de trabajadores veteranos entre industrias.
Para comenzar a abordar este problema, una de las primeras reformas necesarias es la construcción de una sociedad en donde las personas puedan utilizar su talento mientras tengan el deseo y la capacidad de trabajar. Y para esto es necesario abolir la jubilación obligatoria que predomina hoy.
La segunda es revisar la escala de salarios y promociones basada en la antigüedad, y eliminar la imposibilidad de ingresar a empresas a mayores de 45 años, que se convierte en un obstáculo para conseguir un nuevo empleo.
Finalmente las personas deberán renovar sus capacidades laborales. Necesitarán mantener al día sus conocimientos y encontrarán necesario interrumpir su trabajo periódicamente para formarse.
Atsushi SEIKE, autor de la nota que sirve de base para la historia de hoy termina dice: “El desarrollo económico de Japón es el producto de las capacidades de su gente, y el talento humano continuará siendo el único recurso en el que confiarán nuestra economía y nuestra sociedad. En este sentido, es justo decir que si Japón quiere conservar su nivel de vida en el futuro, cada miembro de la sociedad debe renovar continuamente sus capacidades laborales, y el mundo empresarial debe garantizar que estas capacidades no se desperdicien”.
(Nota basada en el artículo del Prof. Atsushi SEIKE, Doctor en Economía Laboral de la Universidad de Keio, publicado en Cuadernos de Japón, volumen 18, Nº 2, verano 2005.)
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicad apor el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 5 de diciembre de 2005.
La virtud que implica ser el país con gente que vive más de 80 años debido a la excelente calidad de vida, está contrapesado por el rápido envejecimiento de su población a raíz de la baja tasa de natalidad que acarrea desde hace años. Su tasa de ancianidad del 20 %, es la más alta del mundo, y para el año 2025 crecerá hasta 30 %. Al mismo tiempo la población joven decrecerá en seis millones en el período 2000-2015.
Relacionado en parte con esto, el panorama del empleo en Japón cambió sustancialmente en los últimos diez años. Desde el punto de vista del desempleo, en los años de gran crecimiento de los sesenta, el desempleo era del 1 % y en los setenta trepó al 2 %, cuando en los países industriales de occidente era de un 10 % o más.
No obstante, esto fue cambiando. En 1995 el desempleo ya era de 3 %, en 1998 del 4 % y en 2005 del 5 %. Si bien en comparación con Argentina es muy bajo, hay que ver no sólo que ha crecido, sino que ese crecimiento se ha acelerado en la última década.
Al aumento del desempleo hay que sumarle otro cambio estructural que es la modificación de las categorías de empleo. Mientras que en 1990, 8 de cada 10 trabajadores se empleaban en una misma empresa para toda la vida laboral, nos encontramos que en los últimos años, el trabajo contratado por tiempo determinado creció hasta 3 de cada 10 personas. En el caso de la mujer es 5 de cada 10.
Si la edad de jubilación convencional a los 60 años continúa aplicándose, los trabajadores entre 20 y 59 años deberán sostener la carga de mantener a toda la población, cosa que es normal en una sociedad con su pirámide poblacional equilibrada. Pero cuando una sociedad tiene una masa de trabajadores de mediana edad o superior, el sistema de empleo debe rediseñarse para que existan trabajos para estos grupos de edad y colaborar para que participen del esfuerzo de mantener al resto de la población.
El gobierno ha elevado la edad para empezar a cobrar las jubilaciones de 60 años a 65 porque así se logra equilibrar sistema de pensiones y mantener las pensiones públicas como la principal fuente de seguridad financiera después de la jubilación.
Pero además Japón necesita asegurarse la disponibilidad de mano de obra. En este sentido, el país necesita crear una sociedad en donde las personas estén activas toda su vida y tengan trabajo mientras conserven su voluntad y capacidad laboral.
La mayor intensidad en la competencia del mercado hace que la oferta de trabajo indefinido escasee optándose por personal eventual. Así, asegurar el empleo se convierte en responsabilidad del trabajador. Por otro lado la reducción de oferta de jóvenes trabajadores, aumentará la movilización de trabajadores veteranos entre industrias.
Para comenzar a abordar este problema, una de las primeras reformas necesarias es la construcción de una sociedad en donde las personas puedan utilizar su talento mientras tengan el deseo y la capacidad de trabajar. Y para esto es necesario abolir la jubilación obligatoria que predomina hoy.
La segunda es revisar la escala de salarios y promociones basada en la antigüedad, y eliminar la imposibilidad de ingresar a empresas a mayores de 45 años, que se convierte en un obstáculo para conseguir un nuevo empleo.
Finalmente las personas deberán renovar sus capacidades laborales. Necesitarán mantener al día sus conocimientos y encontrarán necesario interrumpir su trabajo periódicamente para formarse.
Atsushi SEIKE, autor de la nota que sirve de base para la historia de hoy termina dice: “El desarrollo económico de Japón es el producto de las capacidades de su gente, y el talento humano continuará siendo el único recurso en el que confiarán nuestra economía y nuestra sociedad. En este sentido, es justo decir que si Japón quiere conservar su nivel de vida en el futuro, cada miembro de la sociedad debe renovar continuamente sus capacidades laborales, y el mundo empresarial debe garantizar que estas capacidades no se desperdicien”.
(Nota basada en el artículo del Prof. Atsushi SEIKE, Doctor en Economía Laboral de la Universidad de Keio, publicado en Cuadernos de Japón, volumen 18, Nº 2, verano 2005.)
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicad apor el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 5 de diciembre de 2005.
Bushido: el camino del guerrero
Bushido, el código de comportamiento de la caballería del Japón era mucho más que un manual para la guerra.
La historia de la evolución de la tecnología cuenta que a partir de 1543 se introdujeron armas de fuego europeas en Japón y que artesanos japoneses seleccionados las construyeron. En 1600, había más rifles en Japón que en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo la clase guerrera japonesa –los samurai- prefirieron seguir batallando con espadas. ¿Por qué?.
La espada japonesa poseía valores simbólicos, artísticos y culturales que rebasaban el rol de arma. Era la encarnación del heroísmo, honor y estatus del guerrero, y estaba relacionada a teorías estéticas que especificaban movimientos correctos del cuerpo humano. El rifle estaba desprovisto de todas esta connotaciones. Nuestro J. L. Borges, el de los cuentos de cuchilleros, decía que el revólver era un invento que le había permitido matar a los cobardes. Ahí no era necesario poner el cuerpo.
El bushido: el camino del guerrero era un código de principios morales que los caballeros debían aprender. No era escrito, eran máximas que corrían de boca en boca, pero que poseían en cambio la poderosa sanción de los hechos verdaderos. Fue acuñado a lo largo de siglos de experiencia militar.
Las fuentes del Bushido son variadas. Quizás en la sumisión pacífica a lo inevitable, en la compostura estoica frente al peligro o a la calamidad, en el desdén hacia la vida y familiaridad con la muerte que son base del budismo, encontremos esas fuentes. Lo que el budismo no daba lo aportó el shintoismo: la lealtad al soberano, la veneración a la memoria de los antepasados y el amor filial. El shintoismo - la segunda de sus religiones- cree en la bondad innata y en la pureza del alma humana.
En cuanto a la doctrina ética, Confucio fue el manantial más vasto con sus cinco relaciones morales: gobernante-gobernado, padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y menor y por último entre amigos.
Mencio, otro filósofo confuciano, influyó mucho en el bushido, a partir de quien la inteligencia pura se juzgaba inferior a la emoción moral. El bushido buscaba el conocimiento para su aplicación práctica en la vida. Saber y obrar eran una misma cosa.
En el libro Bushido, el alma del Japón (1900) se destacan los caracteres dominantes de los samurai: rectitud, valor, benevolencia, cortesía, veracidad, honor y deber de la lealtad, y de cuya amplia descripción resumimos algunas características.
Rectitud es la facultad de decidir una línea de conducta, de acuerdo a la razón, sin dudar. Morir cuando es justo morir y matar, cuando se debe matar. Para ellos no hay nada peor que los actos disimulados.
“Conocer lo que es justo y no ejecutarlo, arguye falta de valor”. Pero morir por una causa indigna no significa valor. El valor se muestra en la serenidad del espíritu, o dicho de otra manera “la tranquilidad es el valor en reposo”.
Benevolencia es el sentimiento de compasión, amor, simpatía, afecto. Los más altos atributos del alma, la virtud suprema. Decía Confucio: “Que un príncipe cultive la virtud y verá como un pueblo en masa acude a su lado”.
La cortesía es la manifestación exterior de consideración por los sentimientos del otro. Implica respeto a las posiciones sociales alcanzadas porque esas distinciones se lograron en base al mérito. La cortesía es generosa, no envidia, no se envanece, no provoca inconvenientes, no es egoísta, no es fácil a la provocación y desoye el mal.
Sin veracidad la cortesía es una farsa. La palabra del samurai era garantía de veracidad. Su palabra llevaba tal peso, que las promesas se cumplían sin documento escrito.
El sentimiento de honor implica tener una clara conciencia de la dignidad y el merecimiento personal. A partir de allí se construía el reconocimiento y un buen nombre.
Las virtudes mencionadas son comunes a otros sistemas de ética, pero el deber de la lealtad (homenaje y fidelidad a un superior) es el carácter distintivo de los samurai y en el código de la caballería tiene la mayor importancia.
Si bien la clase guerrera ha sido suprimida, al punto que Japón hoy sólo cuenta con mínimas fuerzas armadas de defensa, estos valores están enraizados en la sociedad actual y sustentan las relaciones y conductas en todos los órdenes.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el díario El Tiempo de Azul, el día lunes 28 de noviembre de 2005
La historia de la evolución de la tecnología cuenta que a partir de 1543 se introdujeron armas de fuego europeas en Japón y que artesanos japoneses seleccionados las construyeron. En 1600, había más rifles en Japón que en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo la clase guerrera japonesa –los samurai- prefirieron seguir batallando con espadas. ¿Por qué?.
La espada japonesa poseía valores simbólicos, artísticos y culturales que rebasaban el rol de arma. Era la encarnación del heroísmo, honor y estatus del guerrero, y estaba relacionada a teorías estéticas que especificaban movimientos correctos del cuerpo humano. El rifle estaba desprovisto de todas esta connotaciones. Nuestro J. L. Borges, el de los cuentos de cuchilleros, decía que el revólver era un invento que le había permitido matar a los cobardes. Ahí no era necesario poner el cuerpo.
El bushido: el camino del guerrero era un código de principios morales que los caballeros debían aprender. No era escrito, eran máximas que corrían de boca en boca, pero que poseían en cambio la poderosa sanción de los hechos verdaderos. Fue acuñado a lo largo de siglos de experiencia militar.
Las fuentes del Bushido son variadas. Quizás en la sumisión pacífica a lo inevitable, en la compostura estoica frente al peligro o a la calamidad, en el desdén hacia la vida y familiaridad con la muerte que son base del budismo, encontremos esas fuentes. Lo que el budismo no daba lo aportó el shintoismo: la lealtad al soberano, la veneración a la memoria de los antepasados y el amor filial. El shintoismo - la segunda de sus religiones- cree en la bondad innata y en la pureza del alma humana.
En cuanto a la doctrina ética, Confucio fue el manantial más vasto con sus cinco relaciones morales: gobernante-gobernado, padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y menor y por último entre amigos.
Mencio, otro filósofo confuciano, influyó mucho en el bushido, a partir de quien la inteligencia pura se juzgaba inferior a la emoción moral. El bushido buscaba el conocimiento para su aplicación práctica en la vida. Saber y obrar eran una misma cosa.
En el libro Bushido, el alma del Japón (1900) se destacan los caracteres dominantes de los samurai: rectitud, valor, benevolencia, cortesía, veracidad, honor y deber de la lealtad, y de cuya amplia descripción resumimos algunas características.
Rectitud es la facultad de decidir una línea de conducta, de acuerdo a la razón, sin dudar. Morir cuando es justo morir y matar, cuando se debe matar. Para ellos no hay nada peor que los actos disimulados.
“Conocer lo que es justo y no ejecutarlo, arguye falta de valor”. Pero morir por una causa indigna no significa valor. El valor se muestra en la serenidad del espíritu, o dicho de otra manera “la tranquilidad es el valor en reposo”.
Benevolencia es el sentimiento de compasión, amor, simpatía, afecto. Los más altos atributos del alma, la virtud suprema. Decía Confucio: “Que un príncipe cultive la virtud y verá como un pueblo en masa acude a su lado”.
La cortesía es la manifestación exterior de consideración por los sentimientos del otro. Implica respeto a las posiciones sociales alcanzadas porque esas distinciones se lograron en base al mérito. La cortesía es generosa, no envidia, no se envanece, no provoca inconvenientes, no es egoísta, no es fácil a la provocación y desoye el mal.
Sin veracidad la cortesía es una farsa. La palabra del samurai era garantía de veracidad. Su palabra llevaba tal peso, que las promesas se cumplían sin documento escrito.
El sentimiento de honor implica tener una clara conciencia de la dignidad y el merecimiento personal. A partir de allí se construía el reconocimiento y un buen nombre.
Las virtudes mencionadas son comunes a otros sistemas de ética, pero el deber de la lealtad (homenaje y fidelidad a un superior) es el carácter distintivo de los samurai y en el código de la caballería tiene la mayor importancia.
Si bien la clase guerrera ha sido suprimida, al punto que Japón hoy sólo cuenta con mínimas fuerzas armadas de defensa, estos valores están enraizados en la sociedad actual y sustentan las relaciones y conductas en todos los órdenes.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el díario El Tiempo de Azul, el día lunes 28 de noviembre de 2005
La agricultura como parte del ambiente
Los avances de Japón en la integración de prácticas agrícolas y preservación del medio ambiente.
A menudo nos informamos a través de medios, acerca de la poca vocación que los países desarrollados tienen por el medio ambiente. Es normal escuchar acerca del fracaso que han tenido en los hechos, las conclusiones de las cumbres mundiales por el medio ambiente de RÍo de Janeiro (1992) y Kyoto (1997).
Si bien es cierto que no todo lo que se acordó se ha cumplido, sumado a que algunos países no honraron sus compromisos, lentamente se avanza en desactivar viejas prácticas humanas dañinas del ambiente en reemplazo de las nuevas alternativas que emergen de la voluntad política de gobernantes y de respuestas que la ciencia y la tecnología van encontrando. Pero pasar de un sistema basado en prácticas extractivas de recursos naturales a otra que los regenere es un largo camino.
Es interesante ver los pasos dados en este sentido desde hace más de una década en Japón. Su producción agrícola está basada principalmente en el cultivo de arroz, hortalizas y producción de madera, entre otras actividades agrícolas y ganaderas.
En primer término existe allí una convicción política acerca del desarrollo sustentable que se traduce en leyes con metas claras a cumplir en el tiempo. Pero más allá de eso, la convicción llega al punto de entender que –más allá de los trastornos que todo cambio trae implícito- hay innumerables oportunidades económicas para quienes lideren el desarrollo científico y tecnológico basado en políticas amigables con el ambiente.
En segundo término, las universidades y sus científicos y las empresas financiando desarrollos, se comprometen el desarrollo de tecnologías “limpias” o regeneradoras del medio ambiente dañado. Y esos desarrollos son transferidos al productor agropecuario.
De esta manera en campos de arroz ya se implementa como control natural de plagas, el cultivo integrado de arroz con la cría de patos que se alimentan de los insectos y plagas que comprometen el buen crecimiento.
Por otro lado los excrementos y orina de animales criados en feedlots ya son procesados por empresas productoras de compost para regenerar el suelo para la producción de hortalizas, minimizando el uso de fertilizantes. En el caso del cultivo del tomate, se introdujo para el control biológico de la mosca blanca, otro insecto depredador de este con lo que se minimiza el uso de agroquímicos.
En el caso de los bosques Japón es uno de los países más densamente forestados (66 % de su superficie) junto a Finlandia y Suecia. Es un país madera demandante a partir de que buena parte de su industria de la construcción se basa en madera. En línea con los objetivos del Compromiso de Kyoto que propuso la reducción de emisión de gases en un 5 %, Japón fue más allá llevándolo al 6 %, con una serie de medidas con metas en el año 2010 basadas en política forestal. A su vez con la promoción de la forestación aseguran otros servicios ambientales como abastecimiento de agua de alta calidad y preservación del suelo. Y es aquí donde se puede comprobar la concepción de los recursos ambientales como recursos económicos.
Obviamente el “costo ambiental” de mudar hacia una economía sustentable dificulta la implementación. Pero para neutralizar estos factores está la educación. El estado y ONGs ambientalistas trabajan en la formación y concientización del ciudadano en la otra punta de la cadena para que esos productos de origen agropecuario que son más caros, tengan en las góndolas una demanda dispuesta a pagar el costo ambiental en beneficio el medio ambiente. Así el consumidor es más exigente y sofisticado en cuanto a sus gustos por alimentos de calidad.
La virtud de esto modelo exitoso no está ni en el estado, ni en las leyes, ni en el desarrollo científico tecnológico, ni en los productores, ni en las ONGs, ni en la ciudadanía. Está sí en la comunión de iniciativas e integración de las acciones de cada uno de ellos. En nuestro país tenemos leyes ambientales de vanguardia, ONGs especializadas, científicos orientados a la cuestión, algunos productores y ciudadanos concientizados. ¿En donde está la dificultad para que avancemos entonces?.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 21 de noviembre de 2005
A menudo nos informamos a través de medios, acerca de la poca vocación que los países desarrollados tienen por el medio ambiente. Es normal escuchar acerca del fracaso que han tenido en los hechos, las conclusiones de las cumbres mundiales por el medio ambiente de RÍo de Janeiro (1992) y Kyoto (1997).
Si bien es cierto que no todo lo que se acordó se ha cumplido, sumado a que algunos países no honraron sus compromisos, lentamente se avanza en desactivar viejas prácticas humanas dañinas del ambiente en reemplazo de las nuevas alternativas que emergen de la voluntad política de gobernantes y de respuestas que la ciencia y la tecnología van encontrando. Pero pasar de un sistema basado en prácticas extractivas de recursos naturales a otra que los regenere es un largo camino.
Es interesante ver los pasos dados en este sentido desde hace más de una década en Japón. Su producción agrícola está basada principalmente en el cultivo de arroz, hortalizas y producción de madera, entre otras actividades agrícolas y ganaderas.
En primer término existe allí una convicción política acerca del desarrollo sustentable que se traduce en leyes con metas claras a cumplir en el tiempo. Pero más allá de eso, la convicción llega al punto de entender que –más allá de los trastornos que todo cambio trae implícito- hay innumerables oportunidades económicas para quienes lideren el desarrollo científico y tecnológico basado en políticas amigables con el ambiente.
En segundo término, las universidades y sus científicos y las empresas financiando desarrollos, se comprometen el desarrollo de tecnologías “limpias” o regeneradoras del medio ambiente dañado. Y esos desarrollos son transferidos al productor agropecuario.
De esta manera en campos de arroz ya se implementa como control natural de plagas, el cultivo integrado de arroz con la cría de patos que se alimentan de los insectos y plagas que comprometen el buen crecimiento.
Por otro lado los excrementos y orina de animales criados en feedlots ya son procesados por empresas productoras de compost para regenerar el suelo para la producción de hortalizas, minimizando el uso de fertilizantes. En el caso del cultivo del tomate, se introdujo para el control biológico de la mosca blanca, otro insecto depredador de este con lo que se minimiza el uso de agroquímicos.
En el caso de los bosques Japón es uno de los países más densamente forestados (66 % de su superficie) junto a Finlandia y Suecia. Es un país madera demandante a partir de que buena parte de su industria de la construcción se basa en madera. En línea con los objetivos del Compromiso de Kyoto que propuso la reducción de emisión de gases en un 5 %, Japón fue más allá llevándolo al 6 %, con una serie de medidas con metas en el año 2010 basadas en política forestal. A su vez con la promoción de la forestación aseguran otros servicios ambientales como abastecimiento de agua de alta calidad y preservación del suelo. Y es aquí donde se puede comprobar la concepción de los recursos ambientales como recursos económicos.
Obviamente el “costo ambiental” de mudar hacia una economía sustentable dificulta la implementación. Pero para neutralizar estos factores está la educación. El estado y ONGs ambientalistas trabajan en la formación y concientización del ciudadano en la otra punta de la cadena para que esos productos de origen agropecuario que son más caros, tengan en las góndolas una demanda dispuesta a pagar el costo ambiental en beneficio el medio ambiente. Así el consumidor es más exigente y sofisticado en cuanto a sus gustos por alimentos de calidad.
La virtud de esto modelo exitoso no está ni en el estado, ni en las leyes, ni en el desarrollo científico tecnológico, ni en los productores, ni en las ONGs, ni en la ciudadanía. Está sí en la comunión de iniciativas e integración de las acciones de cada uno de ellos. En nuestro país tenemos leyes ambientales de vanguardia, ONGs especializadas, científicos orientados a la cuestión, algunos productores y ciudadanos concientizados. ¿En donde está la dificultad para que avancemos entonces?.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 21 de noviembre de 2005
El cristianismo en Japón
Un millón cuatrocientos mil japoneses son cristianos católicos o protestantes.
Japón es un país que puede definirse como multiregioso. Sus principales cultos son el shintoismo y el budismo, pero otras religiones tienen también influencia. Las religiones no son practicadas por diferentes grupos solamente sino que mismos grupos son devotos de varias religiones. Así, es común realizar cada uno de los ritos acordes a cada religión: casarse en iglesias cristianas, realizar funerales budistas y celebrar lo que sería nuestra primera comunión a la usanza shintoista.
El cristianismo tiene más de 1.400.000 devotos en ese país. Su ingreso data del siglo XVI. Fue introducida por un grupo de misioneros jesuitas en el año 1549. Esos jesuitas eran liderados por Francisco Javier que era un jesuita español de Navarra, que luego de ordenarse sacerdote y habiéndose aprobado la Compañía de Jesús, partió en misión hacia la ciudad de Goa en la India en 1542 y de donde partió a nuevas misiones, entre ellas a Japón, luego de organizar las comunidades cristianas.
Ingresado en Japón, el cristianismo se expandió con rapidez gracias a la política de brazos abiertos de los señores feudales que consideraban que los misioneros no sólo traían con ellos una nueva religión, sino también nuevas oportunidades comerciales. Cuarenta años después habían en Japón 200.000 cristianos lo que significaba una importante proporción de la población de entonces.
Esta apertura terminó siendo una luna de miel, en tanto en 1587 repentinamente se prohibió la práctica del cristianismo en todo Japón por considerarlo una amenaza. Diez años más tarde 26 cristianos eran crucificados en Nagasaki. Los últimos misioneros fueron expulsados en 1617 en coincidencia con el comienzo del período de oclusión del Japón al resto del mundo. La prohibición del catolicismo devino más adelante más estricta llegando al punto máximo en el año 1637, en que una rebelión cristiana fue fuertemente reprimida.
Esta situación continuó hasta 1873 momento en que se depuso el feudalismo y se restauró el poder del emperador, proceso denominado Restauración Meiji, y que puso fin al período de ostracismo de Japón que duró dos siglos.
El impacto del cristianismo en la cultura de Japón no ha sido menor, sobre todo a partir del siglo XIX en que comienza el período de modernización y apertura hacia occidente incorporando estilos de vida, códigos morales y éticos cristianos.
También el cristianismo jugó y juega aún hoy un rol muy importante respecto a la educación, especialmente con las escuelas para mujeres y escuelas secundarias con más de 800 instituciones, a una de las cuales asistió la actual emperatriz Michiko, y superando ampliamente a aquellas escuelas no cristianas.
A su vez muchos intelectuales, pensadores, escritores y personalidades de la cultura advocan el cristianismo. También es importante la presencia del cristianismo en el campo de lo social con lazos con sectores socialistas y derivando en una corriente cristiana que forma parte del movimiento socialista japonés. Como dato anecdótico podemos mencionar que el ex Primer Ministro japonés Masayoshi Ohira era cristiano.
Hubo una presencia argentina en Japón que dejo una impronta imborrable y está vinculada al desarrollo del cristianismo. Es la de Ernestina Ramallo Gradín, religiosa de la orden de las Esclavas del Sagrado Corazón, que llegó a Japón en el año 1934. Fundó el primer colegio para niñas además de otros cuatro, dos jardines de infantes, la Universidad Seisen y un convento. A pesar de habérsele ofrecido un traslado a un lugar seguro durante la Segunda Guerra, optó por permanecer en su lugar durante la misma y luego en la reconstrucción.
Fuera de lo educativo, organizó la Federación de Religiosas del Japón que agrupaba cuando murió 80 institutos de mujeres. Vivió 34 años en Japón y falleció en el Hospital Católico de Tokio el 26 de enero de 1969. a su funeral en la Catedral de Tokio asistieron más de 3.000 personas.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 14 de noviembre de 2005
Japón es un país que puede definirse como multiregioso. Sus principales cultos son el shintoismo y el budismo, pero otras religiones tienen también influencia. Las religiones no son practicadas por diferentes grupos solamente sino que mismos grupos son devotos de varias religiones. Así, es común realizar cada uno de los ritos acordes a cada religión: casarse en iglesias cristianas, realizar funerales budistas y celebrar lo que sería nuestra primera comunión a la usanza shintoista.
El cristianismo tiene más de 1.400.000 devotos en ese país. Su ingreso data del siglo XVI. Fue introducida por un grupo de misioneros jesuitas en el año 1549. Esos jesuitas eran liderados por Francisco Javier que era un jesuita español de Navarra, que luego de ordenarse sacerdote y habiéndose aprobado la Compañía de Jesús, partió en misión hacia la ciudad de Goa en la India en 1542 y de donde partió a nuevas misiones, entre ellas a Japón, luego de organizar las comunidades cristianas.
Ingresado en Japón, el cristianismo se expandió con rapidez gracias a la política de brazos abiertos de los señores feudales que consideraban que los misioneros no sólo traían con ellos una nueva religión, sino también nuevas oportunidades comerciales. Cuarenta años después habían en Japón 200.000 cristianos lo que significaba una importante proporción de la población de entonces.
Esta apertura terminó siendo una luna de miel, en tanto en 1587 repentinamente se prohibió la práctica del cristianismo en todo Japón por considerarlo una amenaza. Diez años más tarde 26 cristianos eran crucificados en Nagasaki. Los últimos misioneros fueron expulsados en 1617 en coincidencia con el comienzo del período de oclusión del Japón al resto del mundo. La prohibición del catolicismo devino más adelante más estricta llegando al punto máximo en el año 1637, en que una rebelión cristiana fue fuertemente reprimida.
Esta situación continuó hasta 1873 momento en que se depuso el feudalismo y se restauró el poder del emperador, proceso denominado Restauración Meiji, y que puso fin al período de ostracismo de Japón que duró dos siglos.
El impacto del cristianismo en la cultura de Japón no ha sido menor, sobre todo a partir del siglo XIX en que comienza el período de modernización y apertura hacia occidente incorporando estilos de vida, códigos morales y éticos cristianos.
También el cristianismo jugó y juega aún hoy un rol muy importante respecto a la educación, especialmente con las escuelas para mujeres y escuelas secundarias con más de 800 instituciones, a una de las cuales asistió la actual emperatriz Michiko, y superando ampliamente a aquellas escuelas no cristianas.
A su vez muchos intelectuales, pensadores, escritores y personalidades de la cultura advocan el cristianismo. También es importante la presencia del cristianismo en el campo de lo social con lazos con sectores socialistas y derivando en una corriente cristiana que forma parte del movimiento socialista japonés. Como dato anecdótico podemos mencionar que el ex Primer Ministro japonés Masayoshi Ohira era cristiano.
Hubo una presencia argentina en Japón que dejo una impronta imborrable y está vinculada al desarrollo del cristianismo. Es la de Ernestina Ramallo Gradín, religiosa de la orden de las Esclavas del Sagrado Corazón, que llegó a Japón en el año 1934. Fundó el primer colegio para niñas además de otros cuatro, dos jardines de infantes, la Universidad Seisen y un convento. A pesar de habérsele ofrecido un traslado a un lugar seguro durante la Segunda Guerra, optó por permanecer en su lugar durante la misma y luego en la reconstrucción.
Fuera de lo educativo, organizó la Federación de Religiosas del Japón que agrupaba cuando murió 80 institutos de mujeres. Vivió 34 años en Japón y falleció en el Hospital Católico de Tokio el 26 de enero de 1969. a su funeral en la Catedral de Tokio asistieron más de 3.000 personas.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 14 de noviembre de 2005
Japoneses en Argentina
Origen de la inmigración hacia nuestro país.
Si bien la inmigración japonesa comenzó a ingresar a la Argentina a partir de 1908, se debe reconocer en Kinzo Makino al primer inmigrante japonés que en 1886 se radicó en Córdoba.
El origen de esa inmigración está dado por la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Argentina y Japón en 1898 que formalizó las relaciones y que no involucraba aspectos inmigratorios pero abría las puertas para ingresar al país.
La emigración era en ese momento un punto destacado de la política de relaciones exteriores de Japón, y tenía especial interés en velar por la seguridad de los emigrantes, así como monitorear que sus actividades no afectaran el perfil de país “civilizado” que Japón deseaba mantener en el mundo.
En los comienzos la perspectiva respecto al país más distante del planeta no eran alentadoras, y no existían desde aquí demandas formales de inmigrantes. Lo japonés no era muy conocido aquí: “Cuando llegué a este país la gente ni siquiera había escuchado el nombre de Japón, muchos creían que era boliviano”, comentaba Makino.
Japón comenzó a ganarse respeto como potencia y conocerse aquí, a partir de ganar la Guerra ruso-japonesa, que tuvo una amplia cobertura en los periódicos locales, aumentando la información sobre el desarrollo de ese país. Ese interés no se limitó a cuestiones políticas. Desde fines del siglo XIX, a través de las modas europeas, algunos sectores de la elite dominante habían incorporado el “japonismo” - que era tendencia en aquel entonces- y en sus viajes por Europa adquirían costosas porcelanas, lacas y muebles para sus residencias. Aún hoy en algunas casas de descendientes de esos sectores, pueden verse principalmente platos o cuadros firmados por artesanos japoneses.
En el sentido inverso, a Japón habían llegado comentarios respecto a Buenos Aires que la definían como “una sociedad de cultura muy avanzada” o “la París de Sudamérica”.
Los inmigrantes japoneses enfrentaron algunas barreras. Hacia 1908 un diplomático japonés informaba a su gobierno que la mayor preocupación de la clase dirigente argentina era el cuidado de la “raza”, ya que la población no blanca de Argentina era del 5 % y eso constituía a su criterio, la principal barrera para inmigrantes japoneses. En este sentido un editorial de La Prensa de noviembre de 1912 decía al respecto: “Argentina es una nación de raza blanca y corresponde a las altas previsiones patrióticas mantener la pureza de las razas europeas, base de nuestra prosperidad y energía de nuestra vitalidad nacional”.
El trabajo de Marcelo Higa: Los japoneses en Buenos Aires hacia 1910 comenta, no obstante lo comentado, que a Argentina arribaron japoneses provenientes de Perú y Brasil. También de EEUU a partir de restricciones y manifestaciones anti-japonesas. Así en 1908 eran 100, 1909: 251 y en 1914: 1007 japoneses, 55 % de los cuales residían en Buenos Aires y el resto repartidos entre provincia de Buenos Aires, Jujuy y Santa Fe.
Su actividad laboral durante la década del ´10 se centró en obreros industriales, empleados domésticos, mozos, changarines y algunos pocos comerciantes importadores. Los obreros, entre los que habían muchas mujeres, se empleaban en frigoríficos, talleres metalúrgicos y textiles.
Respecto a los empleados domésticos, el trabajo de Higa rescata algunos avisos de ofrecimiento de trabajo de la época entre los que rescatamos dos:
COCINERO JAPONÉS se ofrece para casa de familia, cocina sencilla sin pretensiones, ciudad o pueblo, Patricios 1556.
JOVEN JAPONÉS se ofrece para portero, o cualquier trabajo, habla bien castellano, sabe bien su obligación, con buenos certificados, Hernandarias 1697.
Más allá de los discursos oficiales, en la vida cotidiana el japonés se integro en un marco de “prejuicio positivo” como lo define Higa y no enfrentaron situaciones conflictivas violentas como si sucedió en otras partes donde se dirigieron.
En un pasaje del libro El conventillo de Jorge Páez, se transcribe un párrafo de la obra Mustafá de A. Discepolo: “E lo lindo es que en medio de esto batifondo nel conventillo todo es armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese, francese co tedesco, taliano co africano, gallego co marrueco”.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 7 de noviembre de 2005
Si bien la inmigración japonesa comenzó a ingresar a la Argentina a partir de 1908, se debe reconocer en Kinzo Makino al primer inmigrante japonés que en 1886 se radicó en Córdoba.
El origen de esa inmigración está dado por la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Argentina y Japón en 1898 que formalizó las relaciones y que no involucraba aspectos inmigratorios pero abría las puertas para ingresar al país.
La emigración era en ese momento un punto destacado de la política de relaciones exteriores de Japón, y tenía especial interés en velar por la seguridad de los emigrantes, así como monitorear que sus actividades no afectaran el perfil de país “civilizado” que Japón deseaba mantener en el mundo.
En los comienzos la perspectiva respecto al país más distante del planeta no eran alentadoras, y no existían desde aquí demandas formales de inmigrantes. Lo japonés no era muy conocido aquí: “Cuando llegué a este país la gente ni siquiera había escuchado el nombre de Japón, muchos creían que era boliviano”, comentaba Makino.
Japón comenzó a ganarse respeto como potencia y conocerse aquí, a partir de ganar la Guerra ruso-japonesa, que tuvo una amplia cobertura en los periódicos locales, aumentando la información sobre el desarrollo de ese país. Ese interés no se limitó a cuestiones políticas. Desde fines del siglo XIX, a través de las modas europeas, algunos sectores de la elite dominante habían incorporado el “japonismo” - que era tendencia en aquel entonces- y en sus viajes por Europa adquirían costosas porcelanas, lacas y muebles para sus residencias. Aún hoy en algunas casas de descendientes de esos sectores, pueden verse principalmente platos o cuadros firmados por artesanos japoneses.
En el sentido inverso, a Japón habían llegado comentarios respecto a Buenos Aires que la definían como “una sociedad de cultura muy avanzada” o “la París de Sudamérica”.
Los inmigrantes japoneses enfrentaron algunas barreras. Hacia 1908 un diplomático japonés informaba a su gobierno que la mayor preocupación de la clase dirigente argentina era el cuidado de la “raza”, ya que la población no blanca de Argentina era del 5 % y eso constituía a su criterio, la principal barrera para inmigrantes japoneses. En este sentido un editorial de La Prensa de noviembre de 1912 decía al respecto: “Argentina es una nación de raza blanca y corresponde a las altas previsiones patrióticas mantener la pureza de las razas europeas, base de nuestra prosperidad y energía de nuestra vitalidad nacional”.
El trabajo de Marcelo Higa: Los japoneses en Buenos Aires hacia 1910 comenta, no obstante lo comentado, que a Argentina arribaron japoneses provenientes de Perú y Brasil. También de EEUU a partir de restricciones y manifestaciones anti-japonesas. Así en 1908 eran 100, 1909: 251 y en 1914: 1007 japoneses, 55 % de los cuales residían en Buenos Aires y el resto repartidos entre provincia de Buenos Aires, Jujuy y Santa Fe.
Su actividad laboral durante la década del ´10 se centró en obreros industriales, empleados domésticos, mozos, changarines y algunos pocos comerciantes importadores. Los obreros, entre los que habían muchas mujeres, se empleaban en frigoríficos, talleres metalúrgicos y textiles.
Respecto a los empleados domésticos, el trabajo de Higa rescata algunos avisos de ofrecimiento de trabajo de la época entre los que rescatamos dos:
COCINERO JAPONÉS se ofrece para casa de familia, cocina sencilla sin pretensiones, ciudad o pueblo, Patricios 1556.
JOVEN JAPONÉS se ofrece para portero, o cualquier trabajo, habla bien castellano, sabe bien su obligación, con buenos certificados, Hernandarias 1697.
Más allá de los discursos oficiales, en la vida cotidiana el japonés se integro en un marco de “prejuicio positivo” como lo define Higa y no enfrentaron situaciones conflictivas violentas como si sucedió en otras partes donde se dirigieron.
En un pasaje del libro El conventillo de Jorge Páez, se transcribe un párrafo de la obra Mustafá de A. Discepolo: “E lo lindo es que en medio de esto batifondo nel conventillo todo es armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese, francese co tedesco, taliano co africano, gallego co marrueco”.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 7 de noviembre de 2005
Viajar en tren
Junto al servicio de correos, el tren es el servicio público más útil y eficiente en Japón.
Hace algo más de tres meses Japón sufrió uno de los accidentes ferroviarios más importantes a partir del descarrilamiento de un tren urbano que se incrustó en un edificio de departamentos, y en el que perecieron 107 personas. El motivo del descarrilamiento fue el exceso de velocidad y el motivo del exceso de velocidad fue el atraso de 90 segundos en el horario.
Este trágico ejemplo lo comparto pues el respeto al horario de partida y llegada es el principal atributo que tiene el servicio en ese país, y no la velocidad de transporte. Consideremos que la puntualidad es la principal organizadora de la vida de las personas y una norma no escrita allí indica que se debe cumplir.
Espacialmente el servicio cubre con sus 26000 km de vías, y como las arterias de un cuerpo humano, hasta el último rincón del país. Si ese rincón es una isla, existe una conexión con un ferry para comunicarlo. El servicio se divide por sus características en tres: los trenes urbanos y semiurbanos locales, los trenes regionales y el tren bala. Son de trocha angosta y en su gran mayoría eléctricos.
Los trenes urbanos y semiurbanos son aquellos que vinculan campo con ciudad o estaciones de una misma ciudad. Son servicios útiles para ir hasta un determinado lugar o interconectar con cualquiera de los otros servicios de tren, subterráneo, colectivo o ferry. Son a veces pequeños trenes de dos vagones con comodidades mínimas pero limpios, que no superan los 60 km por hora y que llegan desde y hasta el campo.
Los trenes regionales son aquellos que vinculan ciudades con más habitantes, son más veloces (100, 150 km por hora) y disponen de comodidades y atención con camareras. Estos servicios tienen una importancia considerada para el turismo regional pues llega hasta los centros turísticos locales y es posible adquirir paquetes que incluyen transporte, alojamiento y comidas.
Finalmente el tren bala que brinda servicios desde el año 1964, hace 41 años. Comenzó vinculando las dos principales ciudades –Tokyo y Osaka- a 210 km por hora. En la actualidad supera los 300 km por hora y en todos los años que lleva funcionando jamás tuvo una fatalidad. Hoy vincula las principales ciudades del país. El servicio de a bordo es similar al de un avión y al igual que en todos los otros servicios una voz en idioma japonés e inglés va avisando cual es la estación que se aproxima.
Las principales estaciones de tren de cada ciudad cuentan con centros comerciales que incluyen supermercados, restaurantes, tiendas y todas las estaciones tienen un gran estacionamiento de bicicletas que es uno de los principales medios de transporte de ese país.
La mayoría de los japoneses desde obreros hasta gerentes de empresas, pasando por estudiantes, se desplazan desde su casa hasta la estación en bicicleta que dejan en el estacionamiento con un simple candado. Algunos hasta tienen dos bicicletas una para ir desde su casa a la estación de partida y otra que lo está esperando en la estación de destino, a la que monta para ir hasta el trabajo o escuela. El transporte en bicicleta no está asociado ni a una edad especial ni a ningún estrato social.
En el año 1987 buena parte del servicio ferroviario fue privatizado. El motivo que determinó esa opción fue el fuerte rojo en los números, pero no la calidad del servicio. Viajando en tren no se sabe nunca si el servicio es público o privado. El servicio es igual, cuesta lo mismo y todos lo pueden pagar.
En el desarrollo ferroviario de ese país existe una constante superación tanto en los servicios que se brindan como en el diseño de coches, buscando mayor confortabilidad, seguridad y calidad, entre otros atributos. Ese desarrollo denota con mucha fuerza la pasión con la que se toman las cosas. Una pasión que demuestran todos quienes prestan el servicio, pues saben que arriba de esos trenes van todos los recursos humanos del país a trabajar por el país, y a esa gente se la debe cuidar.
En donde más se ve esa pasión es en los guardas de estación que cuidan cada detalle, que cuando está por llegar el tren lo esperan en el andén y saludan al maquinista, y que al irse se quedan mirando la formación que parte y la saludan haciendo la venia hasta que casi se pierde de vista.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diairo El Tiempo de Azul, el día lunes 24 de octubre de 2005
Hace algo más de tres meses Japón sufrió uno de los accidentes ferroviarios más importantes a partir del descarrilamiento de un tren urbano que se incrustó en un edificio de departamentos, y en el que perecieron 107 personas. El motivo del descarrilamiento fue el exceso de velocidad y el motivo del exceso de velocidad fue el atraso de 90 segundos en el horario.
Este trágico ejemplo lo comparto pues el respeto al horario de partida y llegada es el principal atributo que tiene el servicio en ese país, y no la velocidad de transporte. Consideremos que la puntualidad es la principal organizadora de la vida de las personas y una norma no escrita allí indica que se debe cumplir.
Espacialmente el servicio cubre con sus 26000 km de vías, y como las arterias de un cuerpo humano, hasta el último rincón del país. Si ese rincón es una isla, existe una conexión con un ferry para comunicarlo. El servicio se divide por sus características en tres: los trenes urbanos y semiurbanos locales, los trenes regionales y el tren bala. Son de trocha angosta y en su gran mayoría eléctricos.
Los trenes urbanos y semiurbanos son aquellos que vinculan campo con ciudad o estaciones de una misma ciudad. Son servicios útiles para ir hasta un determinado lugar o interconectar con cualquiera de los otros servicios de tren, subterráneo, colectivo o ferry. Son a veces pequeños trenes de dos vagones con comodidades mínimas pero limpios, que no superan los 60 km por hora y que llegan desde y hasta el campo.
Los trenes regionales son aquellos que vinculan ciudades con más habitantes, son más veloces (100, 150 km por hora) y disponen de comodidades y atención con camareras. Estos servicios tienen una importancia considerada para el turismo regional pues llega hasta los centros turísticos locales y es posible adquirir paquetes que incluyen transporte, alojamiento y comidas.
Finalmente el tren bala que brinda servicios desde el año 1964, hace 41 años. Comenzó vinculando las dos principales ciudades –Tokyo y Osaka- a 210 km por hora. En la actualidad supera los 300 km por hora y en todos los años que lleva funcionando jamás tuvo una fatalidad. Hoy vincula las principales ciudades del país. El servicio de a bordo es similar al de un avión y al igual que en todos los otros servicios una voz en idioma japonés e inglés va avisando cual es la estación que se aproxima.
Las principales estaciones de tren de cada ciudad cuentan con centros comerciales que incluyen supermercados, restaurantes, tiendas y todas las estaciones tienen un gran estacionamiento de bicicletas que es uno de los principales medios de transporte de ese país.
La mayoría de los japoneses desde obreros hasta gerentes de empresas, pasando por estudiantes, se desplazan desde su casa hasta la estación en bicicleta que dejan en el estacionamiento con un simple candado. Algunos hasta tienen dos bicicletas una para ir desde su casa a la estación de partida y otra que lo está esperando en la estación de destino, a la que monta para ir hasta el trabajo o escuela. El transporte en bicicleta no está asociado ni a una edad especial ni a ningún estrato social.
En el año 1987 buena parte del servicio ferroviario fue privatizado. El motivo que determinó esa opción fue el fuerte rojo en los números, pero no la calidad del servicio. Viajando en tren no se sabe nunca si el servicio es público o privado. El servicio es igual, cuesta lo mismo y todos lo pueden pagar.
En el desarrollo ferroviario de ese país existe una constante superación tanto en los servicios que se brindan como en el diseño de coches, buscando mayor confortabilidad, seguridad y calidad, entre otros atributos. Ese desarrollo denota con mucha fuerza la pasión con la que se toman las cosas. Una pasión que demuestran todos quienes prestan el servicio, pues saben que arriba de esos trenes van todos los recursos humanos del país a trabajar por el país, y a esa gente se la debe cuidar.
En donde más se ve esa pasión es en los guardas de estación que cuidan cada detalle, que cuando está por llegar el tren lo esperan en el andén y saludan al maquinista, y que al irse se quedan mirando la formación que parte y la saludan haciendo la venia hasta que casi se pierde de vista.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diairo El Tiempo de Azul, el día lunes 24 de octubre de 2005
Huelga a la japonesa
Se suele decir que en Japón ante un conflicto laboral los empleados reclaman trabajando el doble. La descripción del sistema de trabajo en ese país.
Coinciden en aquel país que existen ocho razones que explican la recuperación de Japón luego de la Segunda Guerra Mundial: la democratización de la post guerra, la agresiva inversión del sector privado, la abundante disponibilidad de mano de obra calificada, el alto índice de ahorro, la rápida adopción de tecnologías avanzadas, el uniforme y alto nivel de educación general, el bajo gasto en defensa y finalmente la estabilidad en las relaciones laborales, políticas y sociales.
La bases de la recuperación económica de post guerra se fundó en las políticas de democratización, esto es: disolución de los zaibatsu (grandes consorcios financieros que regían políticamente el gobierno del estado), la reforma de la tenencia de la tierra agraria y las reformas laborales. La reforma de la tierra agraria consistió en la modernización agrícola a través la abolición de la terratenencia y la distribución del 80 % a productores agropecuarios pequeños. Y la reforma laboral se llevó a cabo a través de legislación que mejoró el status de los trabajadores contribuyendo a su motivación y estabilidad.
Aunque algunas cosas están cambiando allí, ser empleado en Japón consiste en que mayoritariamente uno es empleado por toda su vida laboral en una misma compañía de no mediar algún conflicto personal particular o la bancarrota de la empresa. Como consecuencia el trabajador puede concentrarse en su labor con la certeza de que él y su empresa comparten un destino común. A cambio el trabajador presta fidelidad a la empresa que lo emplea hasta su retiro.
Las empresas se nutren de trabajadores una vez al año luego de procesos de selección exhaustivos, no tan basados en sus habilidades profesionales sino más bien por su carácter y antecedentes académicos. Más aún, no son reclutados para trabajar en un departamento específico sino para un variado arco de tareas. Una vez incorporados son capacitados y reasignados a diferentes puestos cada algunos años para asegurarse una experiencia “generalista” y asegurar su competencia laboral en el largo plazo.
El sueldo mensual promedio de un trabajador ronda los $ 8000 o más con dos aguinaldos de $ 13000 cada uno, y a su retiro además de su jubilación recibe un jugoso premio especial en dinero por los años brindados a la empresa.
Gremialmente la mayoría de los trabajadores no están organizados por rubro sino por empresa o tipo de empresa, buscando mejorar sus derechos y retribuciones dentro del marco de empleo de por vida y premios basados en antigüedad y mérito. Por ser un gremio que se agrupa en torno a una empresa, los trabajadores saben que su destino está atado a la supervivencia de la empresa. Así en tiempos malos los trabajadores restringen sus reclamos, al tiempo que en bonanza comparten los beneficios de las ganancias. Este método suele crear conflicto acerca de cuanto se defiende a la empresa y cuanto a los trabajadores. Por esto los representantes de los trabajadores se circunscriben sólo a gerentes de bajo nivel y de ahí para abajo. Los gremios tienen una “fuerte voz” en el gerencia de la compañía y la gran mayoría tiene comités de consulta para sus decisiones.
Dentro de las compañías prima un sistema de toma de decisiones de abajo hacia arriba y abierto (ringi) por el cual un gerente de rango bajo escribe una propuesta para un determinado tema y la circula por toda la organización abarcando un amplio abanico de visiones agregándole sugerencias y firmando su apoyo.
En todo cuanto he leído acerca del tema jamás encontré algo que sugiera que cuando hay un conflicto laboral, los japoneses hacen huelgas en las que trabajan el doble como solemos escuchar en Argentina. Aunque no se puede afirmar que eso no sea cierto todo sugiere que, el llamado entre nosotros “paro a la japonesa”, pareciera ser otra de las cosas que solemos inventar para no resolver lo importante.
Coinciden en aquel país que existen ocho razones que explican la recuperación de Japón luego de la Segunda Guerra Mundial: la democratización de la post guerra, la agresiva inversión del sector privado, la abundante disponibilidad de mano de obra calificada, el alto índice de ahorro, la rápida adopción de tecnologías avanzadas, el uniforme y alto nivel de educación general, el bajo gasto en defensa y finalmente la estabilidad en las relaciones laborales, políticas y sociales.
La bases de la recuperación económica de post guerra se fundó en las políticas de democratización, esto es: disolución de los zaibatsu (grandes consorcios financieros que regían políticamente el gobierno del estado), la reforma de la tenencia de la tierra agraria y las reformas laborales. La reforma de la tierra agraria consistió en la modernización agrícola a través la abolición de la terratenencia y la distribución del 80 % a productores agropecuarios pequeños. Y la reforma laboral se llevó a cabo a través de legislación que mejoró el status de los trabajadores contribuyendo a su motivación y estabilidad.
Aunque algunas cosas están cambiando allí, ser empleado en Japón consiste en que mayoritariamente uno es empleado por toda su vida laboral en una misma compañía de no mediar algún conflicto personal particular o la bancarrota de la empresa. Como consecuencia el trabajador puede concentrarse en su labor con la certeza de que él y su empresa comparten un destino común. A cambio el trabajador presta fidelidad a la empresa que lo emplea hasta su retiro.
Las empresas se nutren de trabajadores una vez al año luego de procesos de selección exhaustivos, no tan basados en sus habilidades profesionales sino más bien por su carácter y antecedentes académicos. Más aún, no son reclutados para trabajar en un departamento específico sino para un variado arco de tareas. Una vez incorporados son capacitados y reasignados a diferentes puestos cada algunos años para asegurarse una experiencia “generalista” y asegurar su competencia laboral en el largo plazo.
El sueldo mensual promedio de un trabajador ronda los $ 8000 o más con dos aguinaldos de $ 13000 cada uno, y a su retiro además de su jubilación recibe un jugoso premio especial en dinero por los años brindados a la empresa.
Gremialmente la mayoría de los trabajadores no están organizados por rubro sino por empresa o tipo de empresa, buscando mejorar sus derechos y retribuciones dentro del marco de empleo de por vida y premios basados en antigüedad y mérito. Por ser un gremio que se agrupa en torno a una empresa, los trabajadores saben que su destino está atado a la supervivencia de la empresa. Así en tiempos malos los trabajadores restringen sus reclamos, al tiempo que en bonanza comparten los beneficios de las ganancias. Este método suele crear conflicto acerca de cuanto se defiende a la empresa y cuanto a los trabajadores. Por esto los representantes de los trabajadores se circunscriben sólo a gerentes de bajo nivel y de ahí para abajo. Los gremios tienen una “fuerte voz” en el gerencia de la compañía y la gran mayoría tiene comités de consulta para sus decisiones.
Dentro de las compañías prima un sistema de toma de decisiones de abajo hacia arriba y abierto (ringi) por el cual un gerente de rango bajo escribe una propuesta para un determinado tema y la circula por toda la organización abarcando un amplio abanico de visiones agregándole sugerencias y firmando su apoyo.
En todo cuanto he leído acerca del tema jamás encontré algo que sugiera que cuando hay un conflicto laboral, los japoneses hacen huelgas en las que trabajan el doble como solemos escuchar en Argentina. Aunque no se puede afirmar que eso no sea cierto todo sugiere que, el llamado entre nosotros “paro a la japonesa”, pareciera ser otra de las cosas que solemos inventar para no resolver lo importante.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día 17 de octubre de 2005 (en ocasión del día del trabajador)
Borges, un bárbaro en Japón
La influencia de la literatura nipona en la obra del escritor demuestran la admiración por ese país que describía como “plenamente civilizado”.
Borges afirmaba que Japón podía salvar a Occidente de la decadencia y que de Oriente volvería la sabiduría. Ponderaba el haber conseguido amalgamar Oriente y Occidente y a su población “que se comporta según ponderables pautas éticas y una alta espiritualidad exenta de dogmatismo y de fanatismo”. La amabilidad y la cortesía generalizada le parecían “la manifestación más inmediata de su alto nivel cultural”.
Se dice que su interés por Japón surgió de la traducción que hiciera en 1941 del libro Un bárbaro en Asia de Henri Michaux. Consideraba a La historia de Genji, obra del siglo XI, como la máxima expresión de la prosa japonesa, El libro de almohada (siglo X) como un clásico, y Los cuentos de Ise, los incluyó en la colección de su biblioteca personal. Entre los contemporáneos reconoció a Ryunosuke Akutagawa (1892-1927) y Yukio Mishima (1925-1970).
En su obra, Japón aparece en El oro de los tigres (1972) en el que ejercita el tanka que son poemas clásicos de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas. Se suman otros poemas que compiló en La cifra (1981): Shinto, El forastero, Diecisiete haikus, El bastón de laca, El go y Nihon (Japón). Su interés por el budismo lo llevó a publicar junto a Alicia Jurado el recomendable ensayo Qué es el budismo.
Su obra fue conocida en Japón durante la década de 1950, y desde entonces una decena de libros suyos se editaron en japonés. Es uno de los escritores latinoamericanos más divulgado, y Ficciones se publica hoy en las colecciones de bolsillo de literatura universal.
Su vocación hacia ese país le valieron una beca de la Fundación Japón para visitarlo durante un mes, lo que sucedió en noviembre de 1979. De esa visita quedaron innumerables anécdotas de conferencias, reportajes y reflexiones que se reflejaron en el libro “Borges en Japón, Japón en Borges” (Eudeba, 1988) de Guillermo Gasió, también recomendable.
En estos tiempos en que tanto se habla y escribe sobre la argentinidad y nuestro destino trágico como país me gustaría compartir alguna de esas anécdotas:
Ante la pregunta de un periodista en un reportaje acerca de su impresión a tres semanas de haber arribado a Japón, Borges responde: <>. Y más adelante afirma: <>.
Y sigue: <>.
En otra ocasión: <>. <>.
Y finalmente en ocasión de visitar un templo y contemplar una estatua de Buda: <>.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día 10 de octubre de 2005
Borges afirmaba que Japón podía salvar a Occidente de la decadencia y que de Oriente volvería la sabiduría. Ponderaba el haber conseguido amalgamar Oriente y Occidente y a su población “que se comporta según ponderables pautas éticas y una alta espiritualidad exenta de dogmatismo y de fanatismo”. La amabilidad y la cortesía generalizada le parecían “la manifestación más inmediata de su alto nivel cultural”.
Se dice que su interés por Japón surgió de la traducción que hiciera en 1941 del libro Un bárbaro en Asia de Henri Michaux. Consideraba a La historia de Genji, obra del siglo XI, como la máxima expresión de la prosa japonesa, El libro de almohada (siglo X) como un clásico, y Los cuentos de Ise, los incluyó en la colección de su biblioteca personal. Entre los contemporáneos reconoció a Ryunosuke Akutagawa (1892-1927) y Yukio Mishima (1925-1970).
En su obra, Japón aparece en El oro de los tigres (1972) en el que ejercita el tanka que son poemas clásicos de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas. Se suman otros poemas que compiló en La cifra (1981): Shinto, El forastero, Diecisiete haikus, El bastón de laca, El go y Nihon (Japón). Su interés por el budismo lo llevó a publicar junto a Alicia Jurado el recomendable ensayo Qué es el budismo.
Su obra fue conocida en Japón durante la década de 1950, y desde entonces una decena de libros suyos se editaron en japonés. Es uno de los escritores latinoamericanos más divulgado, y Ficciones se publica hoy en las colecciones de bolsillo de literatura universal.
Su vocación hacia ese país le valieron una beca de la Fundación Japón para visitarlo durante un mes, lo que sucedió en noviembre de 1979. De esa visita quedaron innumerables anécdotas de conferencias, reportajes y reflexiones que se reflejaron en el libro “Borges en Japón, Japón en Borges” (Eudeba, 1988) de Guillermo Gasió, también recomendable.
En estos tiempos en que tanto se habla y escribe sobre la argentinidad y nuestro destino trágico como país me gustaría compartir alguna de esas anécdotas:
Ante la pregunta de un periodista en un reportaje acerca de su impresión a tres semanas de haber arribado a Japón, Borges responde: <
Y sigue: <
En otra ocasión: <
Y finalmente en ocasión de visitar un templo y contemplar una estatua de Buda: <
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día 10 de octubre de 2005
El servicio de correos en Japón
Donde aún en la era de las comunicaciones el correo tradicional sigue siendo imprescindible para la relación entre miembros de una sociedad.
A riesgo de caer en simplificaciones, hay dos constantes que se observan en aquellos países que han alcanzado un alto nivel de desarrollo. Y esas dos condiciones son causa de ese crecimiento y no una consecuencia de haberlo alcanzado: son la presencia de servicios de excelencia de ferrocarriles y de correos.
Esto no es casual. En el espíritu de estos dos servicios públicos se resumen dos condiciones básicas para la vinculación y el funcionamiento de una sociedad: la posibilidad de trasladarse de un lugar a otro y la de comunicarse entre las personas. Aún hoy estas dos condiciones se siguen observando, y el desarrollo que las comunicaciones y el transporte han alcanzado en nuestros días, demuestran que el mundo ha profundizado el desarrollo de esos servicios a través de la telefonía y transporte aéreo por citar apenas dos ejemplos.
El servicio de correo en Japón transporta 25 billones de cartas por año, un promedio de 206 envíos por habitante que llegan a destino, que son enviados por uno y que siempre le llegan al otro y que incluyen correo doméstico e internacional, postales, envío de encomiendas, entre otros.
Para enviar una carta o una encomienda no es necesario hacerlo por servicio certificado, salvo excepciones. Y en un sobre se puede enviar dinero con la seguridad de que al otro le va a llegar. Aun por servicio común siempre llega, y cuando alguien muda de domicilio, con el solo hecho de avisar en la oficina del correo, éste deriva la correspondencia al nuevo domicilio.
Pensemos en lo que tiene que suceder en el medio para que esto ocurra: responsabilidad en el manejo, compromiso por el trabajo bien hecho y honestidad que practican desde los gerentes hasta los carteros.
Pero además de tratar con correspondencia, el Correo de Japón brinda servicio de ahorro postal. Es la principal caja de ahorros del país y sólo en sus arcas se almacena el monto equivalente a 20 deudas externas argentinas, incluyendo ahorros ordinarios, ahorro para vivienda, ahorros jubilatorios y ahorros educativos, que son aquellos que las familias destinan para la educación de sus hijos.
Con una de las economías capitalistas más agresivas, correo en Japón es un servicio público estatal.
Durante los últimos meses en aquel país, su sociedad y su parlamento se dedicaron a discutir la ley de privatización de correos. Triunfó la negativa por esa opción, aunque derivó en un gran debate político que terminó en elecciones generales y renovación del Parlamento.
A partir de esta renovación legislativa, existe probabilidad de que en los próximos meses la privatización del servicio de correos se concrete. Pero en el debate político hay cuestiones que no están en discusión. Por un lado, de concretarse esta iniciativa la empresa que finalmente lo adquiera será japonesa, y por el otro quede en las manos que quede, públicas o privadas, la calidad del servicio que se brinda a la ciudadanía no estará en juego.
A riesgo de caer en simplificaciones, hay dos constantes que se observan en aquellos países que han alcanzado un alto nivel de desarrollo. Y esas dos condiciones son causa de ese crecimiento y no una consecuencia de haberlo alcanzado: son la presencia de servicios de excelencia de ferrocarriles y de correos.
Esto no es casual. En el espíritu de estos dos servicios públicos se resumen dos condiciones básicas para la vinculación y el funcionamiento de una sociedad: la posibilidad de trasladarse de un lugar a otro y la de comunicarse entre las personas. Aún hoy estas dos condiciones se siguen observando, y el desarrollo que las comunicaciones y el transporte han alcanzado en nuestros días, demuestran que el mundo ha profundizado el desarrollo de esos servicios a través de la telefonía y transporte aéreo por citar apenas dos ejemplos.
El servicio de correo en Japón transporta 25 billones de cartas por año, un promedio de 206 envíos por habitante que llegan a destino, que son enviados por uno y que siempre le llegan al otro y que incluyen correo doméstico e internacional, postales, envío de encomiendas, entre otros.
Para enviar una carta o una encomienda no es necesario hacerlo por servicio certificado, salvo excepciones. Y en un sobre se puede enviar dinero con la seguridad de que al otro le va a llegar. Aun por servicio común siempre llega, y cuando alguien muda de domicilio, con el solo hecho de avisar en la oficina del correo, éste deriva la correspondencia al nuevo domicilio.
Pensemos en lo que tiene que suceder en el medio para que esto ocurra: responsabilidad en el manejo, compromiso por el trabajo bien hecho y honestidad que practican desde los gerentes hasta los carteros.
Pero además de tratar con correspondencia, el Correo de Japón brinda servicio de ahorro postal. Es la principal caja de ahorros del país y sólo en sus arcas se almacena el monto equivalente a 20 deudas externas argentinas, incluyendo ahorros ordinarios, ahorro para vivienda, ahorros jubilatorios y ahorros educativos, que son aquellos que las familias destinan para la educación de sus hijos.
Con una de las economías capitalistas más agresivas, correo en Japón es un servicio público estatal.
Durante los últimos meses en aquel país, su sociedad y su parlamento se dedicaron a discutir la ley de privatización de correos. Triunfó la negativa por esa opción, aunque derivó en un gran debate político que terminó en elecciones generales y renovación del Parlamento.
A partir de esta renovación legislativa, existe probabilidad de que en los próximos meses la privatización del servicio de correos se concrete. Pero en el debate político hay cuestiones que no están en discusión. Por un lado, de concretarse esta iniciativa la empresa que finalmente lo adquiera será japonesa, y por el otro quede en las manos que quede, públicas o privadas, la calidad del servicio que se brinda a la ciudadanía no estará en juego.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 26 de septiembre de 2005
El colectivismo en Japón
Acerca del trabajo en grupo de los japoneses
Japón es hoy la segunda economía del mundo superada sólo por EEUU, pero contando con el 3 % del territorio que ostenta este último y con menos de la mitad de los habitantes.
Si nos preguntáramos el nombre del presidente de Japón, pocos pasarían la prueba de acertarlo. Más difícil sería acertar si tienen sistema presidencialista o parlamentario. ¿Recordamos el nombre de alguna personalidad de Japón?
Si continuáramos preguntándonos qué cosas conocemos de ellos, muy rápido se nos vendrían a nuestras cabezas entre otras cosas, marcas de autos, de electrodomésticos, de relojes: Sony, Toyota, Sanyo, Toshiba, Panasonic, Nissan, Honda, Mitsubishi, Fujitsu, Citizen, Casio, Nikkon, Minolta y podríamos seguir.
El objeto de todo este ejercicio, es el de intentar demostrar que lo que principalmente conocemos de este país son organizaciones, empresas que trascienden las personas y las individualidades y que su éxito está montado sobre una manera de trabajar colectiva que tiene diferentes orígenes.
Por un lado se atribuye el origen de esta manera de ser a la cultura oriental, y si bien es cierto que occidente tiene una cultura más individualista, países occidentales como Canadá, Suecia, Noruega, Finlandia o Alemania se encargan de romper ese argumento.
Por el otro son ellos, los japoneses, que explican el “grupismo” o colectivismo a partir de la cultura del cultivo de arroz que data de 2300 años. Dicen, hablando de ellos mismos, “que las culturas agrarias a diferencia de las nómades, demandan cooperación comunitaria, disciplina y sentido del destino común”, atributos estos que no hemos podido verificar aún en nuestra cultura agraria pampeana, echando por tierra esa segunda justificación.
Es difícil y no vamos a descifrar aquí las razones por las que esto sucede. Pero en la conducta cotidiana de los japoneses el trabajo asociado, integrado es constante. Casi podríamos decir que es difícil ver a alguien tomando una decisión individualmente. Todo es producto de un trabajo grupal, y que con un poco de humor se puede decir que es un comportamiento similar al que se observa en el sistema de trabajo que realizan las abejas en una colmena.
En las grandes empresas es muy común observar que desde el empleado que realiza la tarea más sencilla hasta los gerentes de planta, utilizan un mismo uniforme de la empresa, lo que los pone a todos en un plano de igualdad más allá de la responsabilidad que cada uno tenga, y para un empleado los intereses de su empresa siempre están por encima de los propios.
Se podría pensar que una cultura tan grupal impediría el desarrollo personal, pero ellos entienden que el éxito individual, es el éxito del grupo y es en ese trabajo asociado donde se ponen en juego las ideas, creatividad e ingenio individual, potenciándose con las de los demás.
Lo cierto es que una condición se da allí y es que mucha gente debe convivir en muy poco espacio y con muy pocos recursos explotables, y en ese contexto la convivencia en armonía es su único destino.
Hay dos refranes populares que allí se repiten a diario además de llevarlos a la práctica, y que representan fielmente su manera de ser. Uno que se utiliza para quienes intentan sobresalir del resto: “El clavo que asoma su cabeza se lo mete para adentro”. Y el otro cuando enfrentan una contrariedad: “Semáforo en rojo, si cruzamos todos juntos no nos pasa nada”.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 19 de septiembre de 2005.
Japón es hoy la segunda economía del mundo superada sólo por EEUU, pero contando con el 3 % del territorio que ostenta este último y con menos de la mitad de los habitantes.
Si nos preguntáramos el nombre del presidente de Japón, pocos pasarían la prueba de acertarlo. Más difícil sería acertar si tienen sistema presidencialista o parlamentario. ¿Recordamos el nombre de alguna personalidad de Japón?
Si continuáramos preguntándonos qué cosas conocemos de ellos, muy rápido se nos vendrían a nuestras cabezas entre otras cosas, marcas de autos, de electrodomésticos, de relojes: Sony, Toyota, Sanyo, Toshiba, Panasonic, Nissan, Honda, Mitsubishi, Fujitsu, Citizen, Casio, Nikkon, Minolta y podríamos seguir.
El objeto de todo este ejercicio, es el de intentar demostrar que lo que principalmente conocemos de este país son organizaciones, empresas que trascienden las personas y las individualidades y que su éxito está montado sobre una manera de trabajar colectiva que tiene diferentes orígenes.
Por un lado se atribuye el origen de esta manera de ser a la cultura oriental, y si bien es cierto que occidente tiene una cultura más individualista, países occidentales como Canadá, Suecia, Noruega, Finlandia o Alemania se encargan de romper ese argumento.
Por el otro son ellos, los japoneses, que explican el “grupismo” o colectivismo a partir de la cultura del cultivo de arroz que data de 2300 años. Dicen, hablando de ellos mismos, “que las culturas agrarias a diferencia de las nómades, demandan cooperación comunitaria, disciplina y sentido del destino común”, atributos estos que no hemos podido verificar aún en nuestra cultura agraria pampeana, echando por tierra esa segunda justificación.
Es difícil y no vamos a descifrar aquí las razones por las que esto sucede. Pero en la conducta cotidiana de los japoneses el trabajo asociado, integrado es constante. Casi podríamos decir que es difícil ver a alguien tomando una decisión individualmente. Todo es producto de un trabajo grupal, y que con un poco de humor se puede decir que es un comportamiento similar al que se observa en el sistema de trabajo que realizan las abejas en una colmena.
En las grandes empresas es muy común observar que desde el empleado que realiza la tarea más sencilla hasta los gerentes de planta, utilizan un mismo uniforme de la empresa, lo que los pone a todos en un plano de igualdad más allá de la responsabilidad que cada uno tenga, y para un empleado los intereses de su empresa siempre están por encima de los propios.
Se podría pensar que una cultura tan grupal impediría el desarrollo personal, pero ellos entienden que el éxito individual, es el éxito del grupo y es en ese trabajo asociado donde se ponen en juego las ideas, creatividad e ingenio individual, potenciándose con las de los demás.
Lo cierto es que una condición se da allí y es que mucha gente debe convivir en muy poco espacio y con muy pocos recursos explotables, y en ese contexto la convivencia en armonía es su único destino.
Hay dos refranes populares que allí se repiten a diario además de llevarlos a la práctica, y que representan fielmente su manera de ser. Uno que se utiliza para quienes intentan sobresalir del resto: “El clavo que asoma su cabeza se lo mete para adentro”. Y el otro cuando enfrentan una contrariedad: “Semáforo en rojo, si cruzamos todos juntos no nos pasa nada”.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 19 de septiembre de 2005.
Sobre el significado de la palabra kamikaze
Es común escuchar a diario decirle a alguien kamikaze ante alguna acción arriesgada. Pero, ¿cuál es el origen de esta palabra?
Bien sabemos que se llamaba kamikaze a aquellos pilotos de guerra japoneses que en momentos desesperantes de la Segunda Guerra Mundial, con sus aviones cargados de bombas se lanzaban en picada sobre barcos u otros objetivos militares del enemigo entregando su vida.
Sin embargo no es tan conocido el significado de esa palabra ni por qué se utilizó para designar a esos pilotos, y a pesar de que es muy común su uso en occidente, la palabra kamikaze suele no figurar en los diccionarios japoneses.
Su origen es muy lejano y se remonta al siglo XIII. En el año 1274 el líder Mongol Kublai Khan invadió Japón con su flota por el sur del país en un lugar cercano a la ciudad de Fukuoka en la isla de Kyushu, una de las cuatro más importantes del gran archipiélago. En ese intento el imperio Mongol fue derrotado.
No obstante siete años más tarde en 1281 este imperio volvió a cargar, pero en este caso previendo esa posibilidad, Japón construyó una gran “Muralla Anti-Mongol” como se la denominó, de tres metros de altura y a lo largo de toda esa costa.
Esta muralla se convirtió en innecesaria porque un importante tifón, arrasó la flota mongola en medio del mar fracasando en el intento.
Se dice que Japón no había sido invadido debido al “viento divino” que los protegió. Y en idioma japonés “viento divino” no es otra cosa que kamikaze. Como sabemos el idioma japonés escrito utiliza ideogramas, esto es, símbolos que tienen un significado y que se leen de determinada manera. La palabra kamikaze se escribe con dos caracteres: uno para kami y otro para kaze. El significado del primero es divinidad, providencia, dios; mientras que el segundo significa viento.
Kamikaze, divino viento. De allí el origen de esta palabra que si bien se asocia a una acción suicida, más debe relacionarse a un hecho providencial que buscó salvar a ese país en momentos definitorios de la Segunda Guerra Mundial.
En lo personal, además de lo providencial que se buscaba en esa acción heroica, encuentro en el nombre dado a aquellos pilotos un significado poético muy fuerte, al llamar como “viento divino” a quienes hacían su último vuelo hacia la muerte.
Y cuando recuerdo esto no puedo evitar la comparación con aquellos heroicos pilotos de nuestra Fuerza Aérea que, con sus vuelos rasantes al mar durante Malvinas, nos hicieron albergar alguna esperanza de victoria en esa guerra desafortunada.
Ahora nosotros, argentinos amantes de los vientos providenciales que nos salven, ¿tendremos algún día el propio?.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día 5 de septiembre de 2005
Bien sabemos que se llamaba kamikaze a aquellos pilotos de guerra japoneses que en momentos desesperantes de la Segunda Guerra Mundial, con sus aviones cargados de bombas se lanzaban en picada sobre barcos u otros objetivos militares del enemigo entregando su vida.
Sin embargo no es tan conocido el significado de esa palabra ni por qué se utilizó para designar a esos pilotos, y a pesar de que es muy común su uso en occidente, la palabra kamikaze suele no figurar en los diccionarios japoneses.
Su origen es muy lejano y se remonta al siglo XIII. En el año 1274 el líder Mongol Kublai Khan invadió Japón con su flota por el sur del país en un lugar cercano a la ciudad de Fukuoka en la isla de Kyushu, una de las cuatro más importantes del gran archipiélago. En ese intento el imperio Mongol fue derrotado.
No obstante siete años más tarde en 1281 este imperio volvió a cargar, pero en este caso previendo esa posibilidad, Japón construyó una gran “Muralla Anti-Mongol” como se la denominó, de tres metros de altura y a lo largo de toda esa costa.
Esta muralla se convirtió en innecesaria porque un importante tifón, arrasó la flota mongola en medio del mar fracasando en el intento.
Se dice que Japón no había sido invadido debido al “viento divino” que los protegió. Y en idioma japonés “viento divino” no es otra cosa que kamikaze. Como sabemos el idioma japonés escrito utiliza ideogramas, esto es, símbolos que tienen un significado y que se leen de determinada manera. La palabra kamikaze se escribe con dos caracteres: uno para kami y otro para kaze. El significado del primero es divinidad, providencia, dios; mientras que el segundo significa viento.
Kamikaze, divino viento. De allí el origen de esta palabra que si bien se asocia a una acción suicida, más debe relacionarse a un hecho providencial que buscó salvar a ese país en momentos definitorios de la Segunda Guerra Mundial.
En lo personal, además de lo providencial que se buscaba en esa acción heroica, encuentro en el nombre dado a aquellos pilotos un significado poético muy fuerte, al llamar como “viento divino” a quienes hacían su último vuelo hacia la muerte.
Y cuando recuerdo esto no puedo evitar la comparación con aquellos heroicos pilotos de nuestra Fuerza Aérea que, con sus vuelos rasantes al mar durante Malvinas, nos hicieron albergar alguna esperanza de victoria en esa guerra desafortunada.
Ahora nosotros, argentinos amantes de los vientos providenciales que nos salven, ¿tendremos algún día el propio?.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día 5 de septiembre de 2005
Un desliz de Borges en Japón
Origen de la controversia sobre su defensa de la dictadura militar de 1976
A comienzos de los años 80, Jorge Luis Borges recibió el premio Miguel de Cervantes. En una nota publicada en el diario La Prensa el 27 de enero de 1980, declaró: “dos regalos coronan mi vida: mi viaje al Japón y este premio”. En efecto, Borges había conocido el Japón durante todo el mes de noviembre de 1979 en un viaje que vivió como una experiencia ansiada y única.
La genialidad de Borges no sólo alcanzó a su obra, sino a un humor e ironía que también caracterizaron muchas de sus declaraciones públicas. Y cuando estas refirieron a temas políticos fueron en general controvertidas.
La relación entre Borges y los sectores de la Argentina comprometidos con la defensa de la democracia y los derechos humanos no fue buena. Aún hoy existe cierto recelo hacia el escritor por la defensa que en algún momento realizó de los militares que nos gobernaron durante el último gobierno de facto entre los años 1976 y 1983.
Tan controvertida relación, tuvo su origen durante la estadía de Borges en ese país. Durante ese mes la cargada agenda de actividades y experiencias, sumado a numerosos encuentros con la prensa, demuestran que ese viaje lo llevó a reflexionar mucho acerca de la argentinidad que hoy tanto nos cuestionamos.
Las declaraciones completas se publicaron en el número del 1º de enero de 1980 de la revista japonesa Información Latinoamericana, en una entrevista muy larga y sin una línea de desperdicio. En un diálogo en el que se referencia a lo bueno de la Argentina, Borges y el periodista comentan:
Borges:…En este aspecto la Argentina es diferente. La mayoría pertenece a la clase media. En cualquier parte esto es esencial. Desde el punto de vista cultural, la clase media es la clave de todas las clases sociales.
Periodista: Eso es parecido a Japón…
B: Eso es bueno. Por lo menos en la Argentina no existen casi diferencias entre el “pueblo” y la aristocracia. Piensan casi igual y son nacionalistas. Son fanáticos del deporte y les encanta pensar seriamente sobre el fútbol (ríe). También son buenos para ganar dinero.
P: En ese aspecto también son iguales a la clase media japonesa.
B: Desde los puntos de vista ético y moral diría que esos son los mejores países. En el caso de la Argentina en estos momentos no es un país demasiado eficiente, pero está gobernada por militares bienintencionados y caballeros. En la época de Perón al país lo gobernaban los mafiosos, los cafishios y los ladrones. Le robaban al pueblo y la ética cayó al suelo. Ahora pienso que están tratando de hacer las cosas lo mejor posible. En la época de Perón, la Argentina estaba económica y éticamente en lo peor. La corrupción y la coima cundían por doquier, especialmente entre los políticos. Los políticos son mentirosos. Las promesas públicas, las sonrisas fingidas, las fotos para el recuerdo… Son algo impresionante. Bernard Shaw decía en una de sus obras teatrales: “Fulano era un político clásico. Tenía el aspecto de un ladrón frustrado en su intento de arrepentimiento, que con buena ropa trata de ocultar su propia identidad”. Así son los políticos.
Con sus elogios a los gobernantes de entonces y una nueva vuelta de tuerca a su encono contra el peronismo, además de mostrar su poco oportunismo para las declaraciones políticas, terminó de granjearse el rechazo de demócratas además del ya logrado de los justicialistas.
No obstante, leyendo con detenimiento algunas de sus frases, y considerando el momento, no hay que dejar de destacar la visión de Borges respecto a la crisis ética, moral y política que hoy vivimos y que es propiedad de todos sin distinciones, y es allí donde su genialidad y capacidad de análisis está intacta.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo el lunes 15 de agosto de 2005
A comienzos de los años 80, Jorge Luis Borges recibió el premio Miguel de Cervantes. En una nota publicada en el diario La Prensa el 27 de enero de 1980, declaró: “dos regalos coronan mi vida: mi viaje al Japón y este premio”. En efecto, Borges había conocido el Japón durante todo el mes de noviembre de 1979 en un viaje que vivió como una experiencia ansiada y única.
La genialidad de Borges no sólo alcanzó a su obra, sino a un humor e ironía que también caracterizaron muchas de sus declaraciones públicas. Y cuando estas refirieron a temas políticos fueron en general controvertidas.
La relación entre Borges y los sectores de la Argentina comprometidos con la defensa de la democracia y los derechos humanos no fue buena. Aún hoy existe cierto recelo hacia el escritor por la defensa que en algún momento realizó de los militares que nos gobernaron durante el último gobierno de facto entre los años 1976 y 1983.
Tan controvertida relación, tuvo su origen durante la estadía de Borges en ese país. Durante ese mes la cargada agenda de actividades y experiencias, sumado a numerosos encuentros con la prensa, demuestran que ese viaje lo llevó a reflexionar mucho acerca de la argentinidad que hoy tanto nos cuestionamos.
Las declaraciones completas se publicaron en el número del 1º de enero de 1980 de la revista japonesa Información Latinoamericana, en una entrevista muy larga y sin una línea de desperdicio. En un diálogo en el que se referencia a lo bueno de la Argentina, Borges y el periodista comentan:
Borges:…En este aspecto la Argentina es diferente. La mayoría pertenece a la clase media. En cualquier parte esto es esencial. Desde el punto de vista cultural, la clase media es la clave de todas las clases sociales.
Periodista: Eso es parecido a Japón…
B: Eso es bueno. Por lo menos en la Argentina no existen casi diferencias entre el “pueblo” y la aristocracia. Piensan casi igual y son nacionalistas. Son fanáticos del deporte y les encanta pensar seriamente sobre el fútbol (ríe). También son buenos para ganar dinero.
P: En ese aspecto también son iguales a la clase media japonesa.
B: Desde los puntos de vista ético y moral diría que esos son los mejores países. En el caso de la Argentina en estos momentos no es un país demasiado eficiente, pero está gobernada por militares bienintencionados y caballeros. En la época de Perón al país lo gobernaban los mafiosos, los cafishios y los ladrones. Le robaban al pueblo y la ética cayó al suelo. Ahora pienso que están tratando de hacer las cosas lo mejor posible. En la época de Perón, la Argentina estaba económica y éticamente en lo peor. La corrupción y la coima cundían por doquier, especialmente entre los políticos. Los políticos son mentirosos. Las promesas públicas, las sonrisas fingidas, las fotos para el recuerdo… Son algo impresionante. Bernard Shaw decía en una de sus obras teatrales: “Fulano era un político clásico. Tenía el aspecto de un ladrón frustrado en su intento de arrepentimiento, que con buena ropa trata de ocultar su propia identidad”. Así son los políticos.
Con sus elogios a los gobernantes de entonces y una nueva vuelta de tuerca a su encono contra el peronismo, además de mostrar su poco oportunismo para las declaraciones políticas, terminó de granjearse el rechazo de demócratas además del ya logrado de los justicialistas.
No obstante, leyendo con detenimiento algunas de sus frases, y considerando el momento, no hay que dejar de destacar la visión de Borges respecto a la crisis ética, moral y política que hoy vivimos y que es propiedad de todos sin distinciones, y es allí donde su genialidad y capacidad de análisis está intacta.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo el lunes 15 de agosto de 2005
Agosto 9/1945 11:02
A 60 años del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki
Cuando durante la mañana de hoy nuestros relojes indiquen las 11:02, se cumplirán 60 años del lanzamiento de la 2º bomba atómica sobre el Japón, en la ciudad de Nagasaki. En realidad, el destino de esa segunda bomba no era esa ciudad. El blanco elegido era Kokura (hoy Kitakyushu) ubicada unos doscientos kilómetros más al norte. El cielo nublado impidió hacer un lanzamiento preciso sobre ésta, lo que derivó hacia el otro blanco elegido, Nagasaki.
Ubicada sobre la bahía del mismo nombre, Nagasaki era un puerto joven del Japón con industria astillera. Con 384 años es por mucho superada por otras ciudades milenarias. Sus origenes se remiten a la llegada evangelizadora de conquistadores portugueses en 1571, y durante el período 1641-1859 de ostracismo, fue el único puerto abierto al extranjero a través del cual Japón se vinculó con China y Holanda.
Estas relaciones hicieron que Nagasaki tuviera numerosas construcciones de estilo occidental mezcladas con las de estilo propio, y a través de la transferencia de los holandeses vastos cultivos de tulipanes. A los portugueses le corresponde la influencia para el ingreso del cristianismo a través de esa ciudad, en la que muchos japoneses optaron por esa religión, y cuya historia amerita una nota aparte.
La ciudad es alargada, esta encajonada en un valle, rodeada de montañas en tres de sus lados y el cuarto que da a la bahía. El bombardero B-29 “Bockscar” lanzó la bomba “Fatman” (hombre gordo) y la explosión de dinamita que contenía en su interior dio lugar a la fisión nuclear de plutonio.
Explotó a unos 500 metros de altura y el efecto de las montañas que rodean la ciudad concentró mucho más su poder. Al instante la onda expansiva y el fuego devastaron la ciudad en un radio de 2000 metros. Calcinó lo que se interponía y los efectos de la radiación llegaron aún más lejos. En 1945, habitaban allí 240.000 personas. Murieron 73.884 y fueron heridos otros 74.909.
En comparación y para darnos cuenta del alcance podemos decir que si una bomba igual hubiese caído sobre nuestra plaza San Martín, hubiesen desaparecido todo lo existente desde Av. Mujica hasta el Balneario Municipal, y desde la Facultad de Agronomía hasta Ruta 3. Casi la totalidad de nuestra ciudad. En cantidad, hubiesen muerto todos nuestros habitantes, incluidos Cacharí, Chillar, 16 de Julio y más aún, y otra suma igual hubiesen sido heridos.
En las pocas paredes que se sostuvieron en pie quedaron fijas las sombras de personas que al instante de la explosión fueron proyectadas. En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki aún hay restos de esas paredes y entre la gran cantidad de objetos e historias, hay un viejo reloj destrozado con sus agujas marcando las 11:02 y seis botellas de vino derretidas y entrelazadas por efecto del calor.
Viviendo en ese país en el año 1996 tuve la posibilidad de compartir seis meses con Stanislav Shklyaev (Stas) mientras estudiábamos el idioma. Stas es ruso, médico especializado en Biología Molecular, y había llegado allí para estudiar en la Universidad de Nagasaki las secuelas de la bomba que 60 años después perduran en muchos habitantes y sus descendientes. Su país lo necesitaba para remediar otras secuelas que también perduran del accidente nuclear de Chernobyl de los años 80.
Nota de opinión publicada en el diario El Tiempo de Azul por Luis María Lafosse el 8 de agosto de 2005.
Cuando durante la mañana de hoy nuestros relojes indiquen las 11:02, se cumplirán 60 años del lanzamiento de la 2º bomba atómica sobre el Japón, en la ciudad de Nagasaki. En realidad, el destino de esa segunda bomba no era esa ciudad. El blanco elegido era Kokura (hoy Kitakyushu) ubicada unos doscientos kilómetros más al norte. El cielo nublado impidió hacer un lanzamiento preciso sobre ésta, lo que derivó hacia el otro blanco elegido, Nagasaki.
Ubicada sobre la bahía del mismo nombre, Nagasaki era un puerto joven del Japón con industria astillera. Con 384 años es por mucho superada por otras ciudades milenarias. Sus origenes se remiten a la llegada evangelizadora de conquistadores portugueses en 1571, y durante el período 1641-1859 de ostracismo, fue el único puerto abierto al extranjero a través del cual Japón se vinculó con China y Holanda.
Estas relaciones hicieron que Nagasaki tuviera numerosas construcciones de estilo occidental mezcladas con las de estilo propio, y a través de la transferencia de los holandeses vastos cultivos de tulipanes. A los portugueses le corresponde la influencia para el ingreso del cristianismo a través de esa ciudad, en la que muchos japoneses optaron por esa religión, y cuya historia amerita una nota aparte.
La ciudad es alargada, esta encajonada en un valle, rodeada de montañas en tres de sus lados y el cuarto que da a la bahía. El bombardero B-29 “Bockscar” lanzó la bomba “Fatman” (hombre gordo) y la explosión de dinamita que contenía en su interior dio lugar a la fisión nuclear de plutonio.
Explotó a unos 500 metros de altura y el efecto de las montañas que rodean la ciudad concentró mucho más su poder. Al instante la onda expansiva y el fuego devastaron la ciudad en un radio de 2000 metros. Calcinó lo que se interponía y los efectos de la radiación llegaron aún más lejos. En 1945, habitaban allí 240.000 personas. Murieron 73.884 y fueron heridos otros 74.909.
En comparación y para darnos cuenta del alcance podemos decir que si una bomba igual hubiese caído sobre nuestra plaza San Martín, hubiesen desaparecido todo lo existente desde Av. Mujica hasta el Balneario Municipal, y desde la Facultad de Agronomía hasta Ruta 3. Casi la totalidad de nuestra ciudad. En cantidad, hubiesen muerto todos nuestros habitantes, incluidos Cacharí, Chillar, 16 de Julio y más aún, y otra suma igual hubiesen sido heridos.
En las pocas paredes que se sostuvieron en pie quedaron fijas las sombras de personas que al instante de la explosión fueron proyectadas. En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki aún hay restos de esas paredes y entre la gran cantidad de objetos e historias, hay un viejo reloj destrozado con sus agujas marcando las 11:02 y seis botellas de vino derretidas y entrelazadas por efecto del calor.
Viviendo en ese país en el año 1996 tuve la posibilidad de compartir seis meses con Stanislav Shklyaev (Stas) mientras estudiábamos el idioma. Stas es ruso, médico especializado en Biología Molecular, y había llegado allí para estudiar en la Universidad de Nagasaki las secuelas de la bomba que 60 años después perduran en muchos habitantes y sus descendientes. Su país lo necesitaba para remediar otras secuelas que también perduran del accidente nuclear de Chernobyl de los años 80.
Nota de opinión publicada en el diario El Tiempo de Azul por Luis María Lafosse el 8 de agosto de 2005.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)