Origen de la inmigración hacia nuestro país.
Si bien la inmigración japonesa comenzó a ingresar a la Argentina a partir de 1908, se debe reconocer en Kinzo Makino al primer inmigrante japonés que en 1886 se radicó en Córdoba.
El origen de esa inmigración está dado por la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Argentina y Japón en 1898 que formalizó las relaciones y que no involucraba aspectos inmigratorios pero abría las puertas para ingresar al país.
La emigración era en ese momento un punto destacado de la política de relaciones exteriores de Japón, y tenía especial interés en velar por la seguridad de los emigrantes, así como monitorear que sus actividades no afectaran el perfil de país “civilizado” que Japón deseaba mantener en el mundo.
En los comienzos la perspectiva respecto al país más distante del planeta no eran alentadoras, y no existían desde aquí demandas formales de inmigrantes. Lo japonés no era muy conocido aquí: “Cuando llegué a este país la gente ni siquiera había escuchado el nombre de Japón, muchos creían que era boliviano”, comentaba Makino.
Japón comenzó a ganarse respeto como potencia y conocerse aquí, a partir de ganar la Guerra ruso-japonesa, que tuvo una amplia cobertura en los periódicos locales, aumentando la información sobre el desarrollo de ese país. Ese interés no se limitó a cuestiones políticas. Desde fines del siglo XIX, a través de las modas europeas, algunos sectores de la elite dominante habían incorporado el “japonismo” - que era tendencia en aquel entonces- y en sus viajes por Europa adquirían costosas porcelanas, lacas y muebles para sus residencias. Aún hoy en algunas casas de descendientes de esos sectores, pueden verse principalmente platos o cuadros firmados por artesanos japoneses.
En el sentido inverso, a Japón habían llegado comentarios respecto a Buenos Aires que la definían como “una sociedad de cultura muy avanzada” o “la París de Sudamérica”.
Los inmigrantes japoneses enfrentaron algunas barreras. Hacia 1908 un diplomático japonés informaba a su gobierno que la mayor preocupación de la clase dirigente argentina era el cuidado de la “raza”, ya que la población no blanca de Argentina era del 5 % y eso constituía a su criterio, la principal barrera para inmigrantes japoneses. En este sentido un editorial de La Prensa de noviembre de 1912 decía al respecto: “Argentina es una nación de raza blanca y corresponde a las altas previsiones patrióticas mantener la pureza de las razas europeas, base de nuestra prosperidad y energía de nuestra vitalidad nacional”.
El trabajo de Marcelo Higa: Los japoneses en Buenos Aires hacia 1910 comenta, no obstante lo comentado, que a Argentina arribaron japoneses provenientes de Perú y Brasil. También de EEUU a partir de restricciones y manifestaciones anti-japonesas. Así en 1908 eran 100, 1909: 251 y en 1914: 1007 japoneses, 55 % de los cuales residían en Buenos Aires y el resto repartidos entre provincia de Buenos Aires, Jujuy y Santa Fe.
Su actividad laboral durante la década del ´10 se centró en obreros industriales, empleados domésticos, mozos, changarines y algunos pocos comerciantes importadores. Los obreros, entre los que habían muchas mujeres, se empleaban en frigoríficos, talleres metalúrgicos y textiles.
Respecto a los empleados domésticos, el trabajo de Higa rescata algunos avisos de ofrecimiento de trabajo de la época entre los que rescatamos dos:
COCINERO JAPONÉS se ofrece para casa de familia, cocina sencilla sin pretensiones, ciudad o pueblo, Patricios 1556.
JOVEN JAPONÉS se ofrece para portero, o cualquier trabajo, habla bien castellano, sabe bien su obligación, con buenos certificados, Hernandarias 1697.
Más allá de los discursos oficiales, en la vida cotidiana el japonés se integro en un marco de “prejuicio positivo” como lo define Higa y no enfrentaron situaciones conflictivas violentas como si sucedió en otras partes donde se dirigieron.
En un pasaje del libro El conventillo de Jorge Páez, se transcribe un párrafo de la obra Mustafá de A. Discepolo: “E lo lindo es que en medio de esto batifondo nel conventillo todo es armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese, francese co tedesco, taliano co africano, gallego co marrueco”.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul, el día lunes 7 de noviembre de 2005
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