If we keep doing what we're doing, we're going to keep getting what we're getting.
Stephen Covey

22.1.06

El país de las pequeñas cosas


En el bonsái como en el walkman los japoneses demuestran su predilección por las cosas pequeñas. Acerca del origen y futuro de esta práctica.

Entre las cosas que conocemos bastante de Japón, figura el bonsái. Ese arte de representar árboles en miniatura, es el ejemplo más popular de la paciente domesticación de la naturaleza en las manos del hombre.

El bonsái es sólo uno de los ejemplos que utilizaremos para intentar explicar la predilección japonesa por hacer de las pequeñas cosas un culto extendido hasta hoy y proyectado al futuro.

Se suele explicar esta tendencia a partir de la carencia de espacio físico existente. Y allí se puede observar por ejemplo como arquitectos, urbanistas y decoradores resuelven con maestría en escasos metros cuadrados problemas de hábitat. Casas de 40 mts², estacionamientos de autos en altura, hoteles cápsula, son algunos ejemplos.

Pero existe también una apetencia y deleite en el aprovechamiento del espacio que por ejemplo encontramos en la sala de la ceremonia del té, que no debe superar los 4 mts² de superficie, que va más allá del mero hecho de aprovechar el espacio. Esta última práctica ronda los 500 años de antigüedad, momento durante el cual la necesidad de espacio físico no era tan evidente.

A su vez, la forma más popular de poesía existente allí se denomina haiku, que consiste en encontrar en sólo diecisiete sílabas una gran idea y con un mensaje contundente. Es allí quizás, en donde el espacio físico no es necesario, que observamos una demostración de la voluntad de resolver cosas con mínimos recursos. Es por eso interesante buscar en otros orígenes esta predilección.

En la arraigada y tradicional cultura material de japoneses que ellos laman “el hacer cosas”, existe una constante búsqueda por encontrar soluciones con recursos mínimos. Y esa solución es a su vez la máxima satisfacción de ingenieros y diseñadores cuando lo alcanzan.

En la posguerra momento en que Japón decidió producir manufacturas con valor, y donde la necesidad de espacio no era evidente, Japón hizo de los pequeños artefactos una cultura.

El transistor fue inventado en EEUU, pero ellos no supieron en que aplicar el invento. Fueron los japoneses quienes innovaron incluyéndoselo a las radios, logrando así la empresa Sony fabricar radios de mano. Nació la primera “Spika” que reemplazó aquellos armatostes de madera a válvulas.

Fue la Panasonic que buscó desarrollar un producto que reemplazara a discos de vinilo y gigantes magazines, e inventó la casete.

El walkman, también desarrollado por Sony, nos permitió “llevar la música a otra parte”.

La microelectrónica fue así un estandarte de su industria que contribuyó definitivamente al proceso de “miniaturización” de objetos que hoy disfrutamos en cámaras fotográficas o video, relojes multifunción, agendas electrónicas y teléfonos.

A esta pasión por lo pequeño se le suman dos atributos que se persiguen. Uno es el de tratar de que los productos tengan en el mínimo espacio la mayor cantidad de funciones y el segundo es hacer las cosas bien. Es decir, con calidad.

La concentración de cantidad de funciones en un pequeño objeto es una incesante búsqueda de empresas. Cuando hoy en día se adquiere un producto electrónico observemos que en la caja ocupa más lugar el manual de instrucciones de uso que el producto mismo. Es el mejor ejemplo de incorporación de funciones, aumento de complejidad y sofisticación de artefactos.

Una palabra que nos tendremos que acostumbrar a utilizar es nanotecnología. La nanotecnología es una rama incipiente de la tecnología que desarrolla productos microscópicos. Se lo utiliza para construir robots del tamaño de hormigas que realizan determinadas funciones. Así es ya común por ejemplo utilizar aparatos mínimos que se introducen en el cuerpo para hacer cirugías, incorporar prótesis o hacer funcionar mejor órganos.

Así aquella afición por construir miniaturas que se remite a los bonsáis, Japón logró incorporarla a la cultura occidental y hoy expande sus fronteras en las nuevas posibilidades de la tecnología.


Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul el día lunes 23 de enero de 2006.

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