Bushido, el código de comportamiento de la caballería del Japón era mucho más que un manual para la guerra.
La historia de la evolución de la tecnología cuenta que a partir de 1543 se introdujeron armas de fuego europeas en Japón y que artesanos japoneses seleccionados las construyeron. En 1600, había más rifles en Japón que en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo la clase guerrera japonesa –los samurai- prefirieron seguir batallando con espadas. ¿Por qué?.
La espada japonesa poseía valores simbólicos, artísticos y culturales que rebasaban el rol de arma. Era la encarnación del heroísmo, honor y estatus del guerrero, y estaba relacionada a teorías estéticas que especificaban movimientos correctos del cuerpo humano. El rifle estaba desprovisto de todas esta connotaciones. Nuestro J. L. Borges, el de los cuentos de cuchilleros, decía que el revólver era un invento que le había permitido matar a los cobardes. Ahí no era necesario poner el cuerpo.
El bushido: el camino del guerrero era un código de principios morales que los caballeros debían aprender. No era escrito, eran máximas que corrían de boca en boca, pero que poseían en cambio la poderosa sanción de los hechos verdaderos. Fue acuñado a lo largo de siglos de experiencia militar.
Las fuentes del Bushido son variadas. Quizás en la sumisión pacífica a lo inevitable, en la compostura estoica frente al peligro o a la calamidad, en el desdén hacia la vida y familiaridad con la muerte que son base del budismo, encontremos esas fuentes. Lo que el budismo no daba lo aportó el shintoismo: la lealtad al soberano, la veneración a la memoria de los antepasados y el amor filial. El shintoismo - la segunda de sus religiones- cree en la bondad innata y en la pureza del alma humana.
En cuanto a la doctrina ética, Confucio fue el manantial más vasto con sus cinco relaciones morales: gobernante-gobernado, padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y menor y por último entre amigos.
Mencio, otro filósofo confuciano, influyó mucho en el bushido, a partir de quien la inteligencia pura se juzgaba inferior a la emoción moral. El bushido buscaba el conocimiento para su aplicación práctica en la vida. Saber y obrar eran una misma cosa.
En el libro Bushido, el alma del Japón (1900) se destacan los caracteres dominantes de los samurai: rectitud, valor, benevolencia, cortesía, veracidad, honor y deber de la lealtad, y de cuya amplia descripción resumimos algunas características.
Rectitud es la facultad de decidir una línea de conducta, de acuerdo a la razón, sin dudar. Morir cuando es justo morir y matar, cuando se debe matar. Para ellos no hay nada peor que los actos disimulados.
“Conocer lo que es justo y no ejecutarlo, arguye falta de valor”. Pero morir por una causa indigna no significa valor. El valor se muestra en la serenidad del espíritu, o dicho de otra manera “la tranquilidad es el valor en reposo”.
Benevolencia es el sentimiento de compasión, amor, simpatía, afecto. Los más altos atributos del alma, la virtud suprema. Decía Confucio: “Que un príncipe cultive la virtud y verá como un pueblo en masa acude a su lado”.
La cortesía es la manifestación exterior de consideración por los sentimientos del otro. Implica respeto a las posiciones sociales alcanzadas porque esas distinciones se lograron en base al mérito. La cortesía es generosa, no envidia, no se envanece, no provoca inconvenientes, no es egoísta, no es fácil a la provocación y desoye el mal.
Sin veracidad la cortesía es una farsa. La palabra del samurai era garantía de veracidad. Su palabra llevaba tal peso, que las promesas se cumplían sin documento escrito.
El sentimiento de honor implica tener una clara conciencia de la dignidad y el merecimiento personal. A partir de allí se construía el reconocimiento y un buen nombre.
Las virtudes mencionadas son comunes a otros sistemas de ética, pero el deber de la lealtad (homenaje y fidelidad a un superior) es el carácter distintivo de los samurai y en el código de la caballería tiene la mayor importancia.
Si bien la clase guerrera ha sido suprimida, al punto que Japón hoy sólo cuenta con mínimas fuerzas armadas de defensa, estos valores están enraizados en la sociedad actual y sustentan las relaciones y conductas en todos los órdenes.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el díario El Tiempo de Azul, el día lunes 28 de noviembre de 2005
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