Algunas notas sobre la lengua japonesa.
Cada vez vemos con mayor asiduidad la utilización de ideogramas y signos japoneses tatuados en el cuerpo o en leyendas de autos (sobre todo aquellos “tunneados”). La permeabilidad a la cultura japonesa nos ha llevado a absorber su gastronomía, dibujos animados, cine, artes marciales, filosofía, decoración, música, productos industriales y ahora también su lengua.
El japonés es además de un idioma, un arte gráfico. “…desde la escritura que ejerce la insinuación e ignora la hipérbole…” dice J. L. Borges en su poema Nihon (Japón). Es por eso que en este país al dominio de la lectoescritura de la lengua, debe sumarse el de la caligrafía.
Su sistema de escritura tiene origen en la introducción en el siglo VI de los caracteres chinos. Estos caracteres denominados kanji son ideogramas y cada uno tiene un significado y a su vez una manera de leerse. A su vez se los combina entre si para formar otras palabras.
Aunque en 1940 se utilizaban más de 7000 kanji, Japón realizó un gran esfuerzo por simplificar su idioma reduciéndolo a 1850 kanji básicos, que son los que se aprenden en la escuela y los que se utilizan en medios de comunicación, garantizando el acceso a la lectura.
Complementariamente se utilizan dos silabarios de 5 vocales (a,i,u,e,o) y 41 sílabas cada uno, cuya diferencia radica sólo en su representación gráfica y utilización.
El primero se denomina hiragana y se lo utiliza para la conjugación de verbos y armado de oraciones. Sus letras tienen formas curvas, y en este caso sí conocen la hipérbole. Sus formas se atribuyen a que fueron diseñados por las suaves manos femeninas y que eran además quienes lo utilizaban debido a que a la mujer no le era dado escribir kanji. La película Escrito en el cuerpo del director Peter Greenaway, está basada en el libro Notas de almohada (año 996) que son ensayos de la escritora Sei Shonagon que escribía utilizando kanji escondida.
El segundo se denomina katakana y es utilizado para escribir palabras y nombres extranjeros. A partir de este silabario se adaptan palabras extranjeras que se incorporan al idioma. Sus trazos son más simples y rígidos que el anterior.
En el idioma japonés existen sólo tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro, y sus conjugaciones son las mismas independientemente del pronombre personal. Desde el punto de vista gramatical y bien distinto de nuestro idioma, el verbo es la última parte de la oración. Según dicen, al igual que en latín: Errar es humano, Errare humanum est. Por ejemplo la oración Comimos un asado con amigos después de mucho tiempo, sería: Después de mucho tiempo un asado con amigos comimos.
Allí no existe el género masculino y femenino como tampoco expresiones en singular y plural.
Sí existe complejidad respecto a los niveles de respeto en la comunicación entre personas para referirse a un superior (anciano o jefe), a un par (amigo) o a un inferior (niño o subordinado). Es similar a nuestro vos y usted aunque existen no menos de cinco niveles de respeto.
Como es de imaginar este idioma ha servido para el desarrollo de una profusa literatura que tiene su origen en el año 712. En tiempos contemporáneos ha sido influenciada por la literatura occidental y le ha dado al mundo dos Premios Nóbeles: Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Oe (1994).
El tanka, poemas de 31 sílabas y el haiku, poemas de tres versos de 5-7-5 sílabas son formas de la literatura tradicionales. El haiku se define como una “imagen escrita” sin palabras superfluas y que surge a partir de la inspiración en la naturaleza, las estaciones del año o la vida del hombre común. Dos ejemplos, uno de un monje budista japonés, el otro del argentino Roberto Campitelli:
Posada sobre el pecho
de un guerrero emboscado
una mariposa
Estás… no estás?
iluminas mi mano
luciérnaga
Así como se afirma que el inglés es el idioma de los negocios, o el francés el del amor, creo que Japón atesora el atributo de ser el idioma de la naturaleza. Además tiene el privilegio de pertenecer al selecto grupo de culturas que han tenido la virtud de crear su propio idioma.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada por el diario El Tiempo de Azul el día lunes 2 de enero de 2006.
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