Bebido con tanta frecuencia como nuestro mate, el té en Japón es vehículo de su cultura y arte.
Utilizado en tiempos remotos en China como medicina, el té evolucionó luego como bebida. A partir del año 700 ingresó en el mundo del arte al incluírselo en encuentros poéticos considerando que contribuía a la construcción de un buen clima entre las personas.
Si bien en Japón el té en su forma comercial se disfruta a diario, alrededor de él se ha desarrollado una filosofía que influye en la arquitectura, el diseño, los modales y conducta, el arte, la jardinería, entre tantas otras cosas.
Así en los años del 1400, el té encontró un terreno fértil para su desarrollo hasta convertirse en el “Teísmo”, un culto dedicado a la “adoración de lo bello en contraposición con la monotonía de las cosas cotidianas”.
Esta filosofía del té, no es una mera tendencia estética. Integrada a la ética y la religión es más una postura respecto a la humanidad y la naturaleza. Allí es común caracterizar como personas “sin té” a aquellos que son indiferentes ante todo, o “pasados de té” a quienes tienen dificultad para controlar su vehemencia.
A partir de considerar que no hay una sola receta para su elaboración, existen diferentes escuelas de pensamiento que se definen de acuerdo a la etapa de desarrollo y de las diferentes interpretaciones de esa filosofía. Básicamente son tres: la clásica, la romántica y la naturalista.
Los orígenes del Té como filosofía y ceremonia tienen profundas raíces en la filosofía Zen –una de las principales ramas del Budismo- y en el Taoísmo. El ritual de los monjes reunidos frente a la imagen de Buda bebiendo té, es el origen de la conocida Ceremonia del Te que comenzó a desarrollarse en el 1400 y cuyas formalidades fueron llevadas a la perfección hacia 1500.
La ceremonia del té es una instancia de meditación e incluye rigurosos modales y conductas a respetar durante su celebración que van desde el ingreso a la sala, su preparación, servido, degustación y posterior limpieza de los utensilios e implementos usados.
El recinto donde se realiza la ceremonia del té responde a patrones y preceptos arquitectónicos que rigen buena parte de las construcciones de Japón. La sala de té se la denominaba “sala de lo vacío” o “sala de lo asimétrico” a partir de la ausencia de ornamentación y de simetría, dos de las principales características estéticas tan en boga en nuestros días, y conocidas en Occidente como minimalismo.
Este recinto incluye la sala de té, para no más de cinco personas, una antesala en la que se realizan los preparativos, una recepción fuera de la sala de té, y un pasaje a través del jardín que conecta la recepción con la sala. El caminar a través del jardín es la primera etapa de meditación de la Ceremonia y se lo considera el “pasaje a la autoiluminación”.
Con no más de tres metros cuadrados, la sala de té es “más chica que la casa más chica de Japón”, y los materiales utilizados sugieren “refinada pobreza”. Los detalles son trabajados cuidadosamente y los artesanos carpinteros que las construyen son una clase venerada dentro de los artesanos.
La decoración incluye un piso de esterilla de paja (tatami) y en un sector apenas más elevado hay un espacio para un arreglo floral y un cuadro que tienen una complementación entre sí y a través de los cuales el Maestro de Ceremonia crea un mensaje. La iluminación es natural y tenue.
El té que se disfruta durante el ritual se acompaña con algo dulce especialmente elaborado. Ese té es verde y en polvo, un tanto diferente en textura al paladar del te de hoja que se bebe a diario.
El té de hoja es el mismo que conocemos como té negro, pero su proceso de secado y maduración difiere. Hoy se comercializa en Argentina y se consigue con facilidad. Se prepara con agua caliente hervida y se bebe sin azúcar.
Salvando las diferencias, quienes hoy rinden culto a nuestro mate, del mismo modo contribuyen al enriquecimiento y refinamiento de nuestra cultura. En el caso del té japonés, su Ceremonia data de 500 años. En nuestro caso lo tomamos desde hace más de 200 aunque sin elevarlo a la categoría de ceremonia. Quizás en ambas manifestaciones de nuestras culturas tengamos otro punto de unión ante tanta distancia que nos separa.
Nota de opinión de Luis María Lafosse publicada en el diario El Tiempo de Azul el día, lunes 19 de diciembre de 2005.
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